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Del Duopoio al Oligopolio


Cuando uno está perdiendo un partido de ajedrez siempre tiene la posibilidad de patear el tablero justo antes de que le den el mate. Es lo que han hecho hoy la DC y RN, las grandes derrotadas de las primarias, con su acuerdo de modificar el sistema binominal. Les han dado la espalda a sus respectivos socios de coalición y la segunda, además, al Gobierno y a importantes sectores de su propio partido.

Si fuera una propuesta buena para el país se podría decir, al menos, con Maquiavelo, que «el fin justifica los medios». Pero ni siquiera es así. Pues el binominal tiene la ventaja de estabilizar y moderar la política, por contraste con el sistema proporcional, que les da fuerza a los extremos, debilita al centro e introduce un factor de anarquía. La creación de distritos con hasta ocho cupos de diputados y de un senado con un gran número de senadores nacionales implica el retorno a la proporcionalidad, que fue uno de los factores de la anarquía política que condujo al 11 de septiembre de 1973.

Por otra parte, la modificación propuesta no remedia el principal defecto del sistema actual, que es el de crear un duopolio en la oferta del mercado político, suprimiendo la libre competencia y, por tanto, restringiendo las libertades democráticas. Si prosperara la propuesta DC-RN, en 1917 tendremos, en lugar de un duopolio, un oligopolio, es decir, el control del mercado político por unos pocos («óligos») partidos. Si esto sucediera en cualquier otro mercado, la Fiscalía de la Libre Competencia tendría algo qué decir, pero como se trata del mercado que controlan los partidos, que a su turno manejan los medios, el Gobierno, el Parlamento y el Poder Judicial, nadie tiene posibilidad de decir algo que llegue a la masa, ante la eliminación de la competencia.

Se hace escándalo nacional porque las cadenas de farmacias se han puesto de acuerdo para fijar algunos precios, pero resulta que cualquiera en Chile puede fundar una farmacia, es decir, se trata de un mercado libre y «desafiable» por la competencia. ¿Por qué han desaparecido las de barrio? Porque las cadenas venden más barato. Pero gracias a la libre competencia no pueden subir sus precios, aunque se pongan de acuerdo para hacerlo, más allá de los que cobra una farmacia de barrio. En cambio, los partidos pólíticos pueden abusar todo lo que quieran del «ciudadano-consumidor», porque hay tales barreras a la entrada para formar nuevos partidos y participar competitivamente en las elecciones, que de hecho nadie puede competir con ellos. A nada de eso le pone remedio el pacto DC-RN. Lo único que hace es transformar el duopolio en un oligopolio. En lugar de dos grandes corrientes, en 2017 habrá tres o cuatro. Tal vez volvamos a los tradicionales «tres tercios». Y nada más.

La verdadera reforma política democratizadora que se necesita es la de que cualquiera pueda fundar un partido, sin tener que reunir decenas de miles de firmas. Que cualquiera pueda ser candidato, sin igual «barrera» o exigencia para inscribirse, levantada para proteger a los partidos existentes. Y que resulte elegido el candidato que obtenga más votos, sin que lo puedan derrotar los «votos de lista» ni la «cifra repartidora», que son los artificios de los partidos para sacar de la carrera a sus competidores independientes.

Sin tener nada de eso en su contenido, el pacto DC-RN es sólo una patada al tablero, una jugada desleal de ambos pactantes con sus actuales socios y del segundo de ellos con el Gobierno; y, en fin, un mero recurso circense para captar la atención de la gran mayoría de ciudadanos, cuyos cerebros lavados les impiden entender realmente qué es lo que se juega tras las candilejas de la farándula politiquera actual.

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