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¡Queremos a un Longueira …!

Juan Ayala
Por : Juan Ayala Profesor del Departamento de Estudios Humanísticos, Universidad Técnica Federico Santa María.
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El simbolismo de la presidencia es tan solemne como el edificio que cobija el poder. Si la derecha sigue en esta loca carrera de celos, envidias y pequeñeces, mancillará los símbolos del Estado, tal como los aviones destruyeron La Moneda hace exactamente 40 años atrás.


El retiro de la carrera presidencial de Pablo Longueira debiera activar todas las alarmas de aquellos que abominan de las dictaduras ideológicas, debiera proclamarse con todas las capacidades posibles un grito: ¡Queremos a un Longueira!, no a la persona que se ha retirado de la lucha, sino que representar en ese abandono y acefalía la necesidad de renovación de la derecha, su puesta al día, su cercanía con la calle, con ese 99 % que no vive en el barrio alto. La necesidad de un Longueira es estructural, es recuperar la estabilidad de un sistema republicano, imperfecto, sí, pero vigente. La caída del vencedor de las primarias exige repensar los cuadros de fuerzas, proponer un candidato liberal, que no tema en llamar a la dictadura, Dictadura, que reconozca el Chile que despertó y que no volverá a ser lo que fue. Lo que ha ocurrido es comparable a los acontecimientos de la década del sesenta, cuando el peonaje abandonó el latifundio y reconoció que había otro país tras el valle. La reforma agraria no resultó como fue diseñada, fue torcida, manida y abortada en gran medida. Su cierre lo podemos representar en la precisión de los rockets que bombardearon el palacio de gobierno el 11 de septiembre, ningún chileno puede querer otra vez volver a ver aquello.

El simbolismo de la presidencia es tan solemne como el edificio que cobija el poder. Si la derecha sigue en esta loca carrera de celos, envidias y pequeñeces, mancillará los símbolos del Estado, tal como los aviones destruyeron La Moneda hace exactamente 40 años atrás. La destrucción de las figuras públicas que deben representar a todos los chilenos tiene otra gran consecuencia, que muy bien la expresara Carlos Fuentes en su libro “En Esto Creo”.

[cita]El simbolismo de la presidencia es tan solemne como el edificio que cobija el poder. Si la derecha sigue en esta loca carrera de celos, envidias y pequeñeces, mancillará los símbolos del Estado, tal como los aviones destruyeron La Moneda hace exactamente 40 años atrás.[/cita]

“América Latina, donde los estragos del estatismo excesivo por una parte y del mercado salvaje por la otra, han demostrado sus respectivas insuficiencias para atender la pavorosa miseria y desigualdad de un continente de 400 millones de seres donde 200 millones se encuentran sumidos en la pobreza, tiene el derecho de confiar en una izquierda democrática postsoviética que le devuelva poder a la gente en un marco de atención a las prioridades del orden social”, por esos lares también iba Pablo Longueira, pero lo que le faltó fue que a la UDI popular del centro social, debiese unirse el centro político, liberal, tolerante.

Ese es el único camino que la derecha puede  aportar al debate público, levantar a un candidato que sea una fusión de Longueira, Allamand, los Walker, y otros más, de no ser así Chile podría repetir la experiencia mexicana de la dictadura perfecta, la del PRI. A los extremos los vence la prudencia pero ¡tanto le cuesta al conservadurismo entenderlo, la dictadura es dictadura!, y ya no basta con el “centro social”, el peón ya salió del fundo, se quedará en la ciudad y no aceptará más dogmatismos, y nosotros entendemos que ni del PRI chileno, ni de la derecha conservadora. Por el bien de Chile decimos: se necesita un Longueira renovado, democrático a ultranza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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