Publicidad

El 11 de septiembre en Suecia

Eva Zetterberg
Por : Eva Zetterberg Embajadora de Suecia en Chile
Ver Más

Quiero decir que el asesinato de Anna Lindh también fue para mí un dolor personal. Nos conocimos en la política, cuando fui parlamentaria y, durante los últimos cuatro años, cuando me tocó ejercer como Vicepresidenta del Parlamento. Luego fue ella quien me ofreció el cargo de Embajadora de Suecia en Nicaragua en el año 2003. Fue un gesto generoso, tomando en cuenta que no pertenecíamos al mismo partido.


El 11 de septiembre de 2013, fecha emblemática y triste para Chile y todo el mundo, a 40 años del Golpe Militar, y 12 del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, es además una fecha dolorosa para Suecia, dado que se cumplen 10 años de la muerte de nuestra ex Ministra de Relaciones Exteriores, Anna Lindh.

El día 10 de septiembre de 2003, la ministra sufrió un atentado en el centro de Estocolmo, cuando se encontraba de compras con una amiga, sin escoltas y, obviamente, desarmada. Un hombre desconocido se acercó con un cuchillo y la hirió de gravedad. A pesar de los esfuerzos de los médicos, falleció en la madrugada del 11 de septiembre.

Para el pueblo sueco, el shock fue inmenso. También en muchos lugares del mundo, donde la destacada trayectoria de Anna había dejado profundas huellas. Es insólito que Suecia, un país civilizado y con bajos índices de violencia, haya experimentado dos asesinatos políticos en décadas recientes. El primero, el 28 de febrero de 1986, cuando el primer ministro Olof Palme fue asesinado en plena calle, también sin escoltas. Nunca se logró detener al asesino ni entender las razones de su asesinato. En el caso de Anna Lindh, el asesino fue detenido días más tarde y está actualmente en prisión. Resultó ser un hombre con odio hacia los políticos en general, pero no en particular contra ella.

[cita] Quiero decir que el asesinato de Anna Lindh también fue para mí un dolor personal. Nos conocimos en la política, cuando fui parlamentaria y, durante los últimos cuatro años, cuando me tocó ejercer como Vicepresidenta del Parlamento. Luego fue ella quien me ofreció el cargo de Embajadora de Suecia en Nicaragua en el año 2003. Fue un gesto generoso, tomando en cuenta que no pertenecíamos al mismo partido. [/cita]

Ambos hechos afectaron y transformaron a la sociedad sueca. La transparencia política y la sociedad abierta, en la que los políticos se mueven y viven como los demás ciudadanos, constituyen características importantes de nuestro modo de vida. En ese sentido, ambos crímenes fueron un ataque, un asesinato al modelo abierto de Suecia. Y nos mostró que no somos tan diferentes a otros países.

El trauma que dejó la muerte de Palme en 1986 se intensificó con el asesinato de Anna Lindh y se quedó para siempre. La misma violencia incomprensible que vemos en otros países, había llegado a Suecia, y nos convirtió en un país como cualquier otro. Ése fue el significado de la muerte de Anna Lindh.

Ylva Anna Maria Lindh: la opción por el compromiso
La ministra sueca nació el 19 de junio de 1957, en Estocolmo y desde muy joven se involucró en política, ingresando a la Juventud del Partido Socialdemócrata en 1969. Tempranamente se hizo conocida por su compromiso con los DD.HH., compromiso respecto del cual ella misma declaró haber sido muy marcada por el golpe militar en Chile en 1973.

Se formó como jurista, fue elegida al Parlamento en 1991 y designada ministra del Medio Ambiente en 1994, en el gobierno socialdemócrata del Primer Ministro Göran Persson. En 1998, el reelecto Primer Ministro Persson la nombró ministra de Relaciones Exteriores cargo en el que, a pesar de los cuestionamientos en círculos políticos y la Cancillería, rápidamente demostró no sólo sus conocimientos sino también su compromiso y personalidad –mezcla de seriedad, preparación, alegría y respeto por sus colaboradores, por los grandes políticos y por sus adversarios– ganándose la confianza de todos.

No es secreto que se le consideraba la sucesora de Persson, tanto en su condición de Primer Ministro como de Presidente del Partido Socialdemócrata. Para él, la muerte de Anna fue no sólo una pérdida personal dolorosa, sino también truncó los planes de confiar a ella el destino del partido. Ella representaba una política y un partido joven, que prometía renovación.

Entre las múltiples enseñanzas que nos dejó, una de las más notables fue su visión respecto de la política exterior. A su juicio, ésta debía tener total coherencia con la política interior, y ambas debían responder a los mismos principios. “Suecia en el mundo y el mundo en Suecia” decía, según su subsecretario y colaborador cercano, actual Secretario Adjunto de la ONU, Jan Eliasson. Fiel a ese principio, Anna Lindh dio prioridad al compromiso de Suecia en la Organización de Naciones Unidas, ONU, y defendió fuertemente los principios de la solidaridad global. Cuando se discutió la posible invasión a Irak, su respuesta fue categórica: había que tener un mandato de la ONU para realizarlo. Respecto de las guerras en la ex-Yugoeslavia, consideró inevitable aceptar el bombardeo de la OTAN contra Serbia, en orden a detener el genocidio contra el pueblo de Bosnia y Kosovo.

Durante su tiempo en la Unión Europea otorgó mucha importancia a este organismo, apoyando su extensión: de los 15 estados miembros existentes cuando Suecia ingresó en 1995, el número aumentó a 27 estados el año 2007. Hasta los últimos días de vida defendió la UE y abogó por el ingreso de Suecia en la Unión Monetaria de la UE. Para ella, la responsabilidad como estado miembro significaba un compromiso de verdad, a pesar de las eventuales desventajas que podía significar para su país. Tuvo un rol muy activo en la política exterior de la UE y centró sus preocupaciones en temas de DD.HH., como la situación de los kurdos en Turquía, o la situación en Macedonia, donde, junto con los líderes de la UE, logró evitar una guerra civil.

Consciente de que la política exterior se crea tanto fuera como dentro de una nación, se involucró en combatir el surgimiento de movimientos discriminatorios hacia los musulmanes en Suecia y en el mundo, después del atentado contra EE.UU. de América el 11 de septiembre de 2001. Publicó el libro “Jalla”, sobre la importancia del diálogo entre el mundo occidental y musulmán, que se distribuyó en todos colegios de Suecia y ella misma realizó numerosas charlas sobre la tolerancia.

Finalmente, quiero decir que el asesinato de Anna Lindh también fue para mí un dolor personal. Nos conocimos en la política, cuando fui parlamentaria y, durante los últimos cuatro años, cuando me tocó ejercer como Vicepresidenta del Parlamento. Luego fue ella quien me ofreció el cargo de Embajadora de Suecia en Nicaragua en el año 2003. Fue un gesto generoso, tomando en cuenta que no pertenecíamos al mismo partido.

Hoy, junto al pueblo sueco y a los demócratas del mundo, ¡cómo la echamos de menos!

En Chile, una mano anónima escribió sobre su muerte: “Ojalá que tu lucha inspire a muchos a seguir luchando. No te olvidaré nunca.”

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias