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Bachelet y el mar de fondo tras la designación del gabinete Opinión

Bachelet y el mar de fondo tras la designación del gabinete

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Su decisión de aplicar la lógica darwinista al movimiento de los aspirantes e ir descartando a aquellos que van cometiendo errores durante este mes o tomarse un tiempo más de diálogo con los partidos y revisar concienzudamente las nóminas que sus directivas le envían. Ya se filtró que al PS le devolvió la suya, y le notificó que en la nueva propuesta haga lo que ella misma no hizo con su comando: integrar rostros jóvenes y con inserción ciudadana.


Paralelamente al anuncio de la Presidenta electa de postergar hasta mediados de enero el nombramiento de su primer gabinete, se inició nuestro otro deporte nacional: el rumor no sólo sobre los probables favorecidos sino, además, las razones que motivaron su retraso, habida consideración de que los enormes desafíos planteados durante su campaña hacían presagiar una rápida designación que no se extendería más allá de diciembre. De allí que el anuncio de la Presidenta haya hecho surgir las especulaciones más diversas: su decisión de aplicar  la lógica darwinista al movimiento de los aspirantes e ir descartando a aquellos que van cometiendo errores durante este mes o tomarse un tiempo más de diálogo con los partidos y revisar concienzudamente las nóminas que sus directivas le envían. Ya se filtró que al PS le devolvió la suya, y le notificó que en la nueva propuesta haga lo que ella misma no hizo con su comando: integrar rostros jóvenes y con inserción ciudadana. Respecto de los primeros, el tema ya inundó las redes sociales y fue incluso parte de las  bromas que circularon el Día de los Inocentes. Tampoco es menor la lista de los ya caídos o de quienes con sus declaraciones nos han notificado que no serán parte del primer elenco de secretarios de Estado de Bachelet. ¿Pero el gabinete es lo único que importa?

El contexto: vuelta a la normalidad

La pasada elección ratificó la convicción de muchos líderes del llamado polo progresista de que este es un país de centro  izquierda y que el fenómeno de la derecha, y en particular de la UDI, como “gran minoría”,  se debió más bien al cansancio de los electores con la Concertación que sus máximos dirigentes no supieron leer ni interpretar a tiempo. La derecha para muchos de ellos es ahora, definitivamente, lo que siempre representó. Lo anómalo era el cuadro anterior. En ese marco se ratifica, también, que el PS-PPD sume el grueso del apoyo a la nueva coalición que, con el PC  incluido, representan más del 25 %  del electorado y son la mayor fuerza de la Nueva Mayoría (NM). Es tan así, que el mismo Andrade, para responder al acuerdo DC-PR en la Cámara de Diputados (el PR desapareció del Senado), propuso recientemente algo que nunca votó como presidente, ni como miembro de la fracción interna que controló hasta hace poco el PS: una bancada conjunta con el PPD, que se hizo pública la semana pasada.

Parece que todo ha vuelto a su cauce normal y este escenario es el corolario de la derrota total de Escalona. Es por lo menos curioso que el grupo ultra pragmático-ortodoxo que controla el PS comparta hoy la necesidad de articular una izquierda parlamentaria potente, la misma que sus máximos líderes desahuciaron como mayoría en reiterados congresos, plenos y alianzas electorales. Es la dinámica de la política.

[cita]Un fuerte apoyo político programático resulta clave para poder avanzar en la concreción de sus promesas de campaña y eso lo puede brindar perfectamente un núcleo potente básico donde, esta vez, el eje PS-PPD, más la inclusión del PC, parecen dar el ancho. Ya sabemos lo que ha hecho el PDC –entre otras cosas, advertir, amenazar y reunirse con el PR–, por lo tanto, es lógico construir en torno a este PS-PPD-PC las nuevas políticas públicas que demanda la ciudadanía desde 2011 y que permitan implementar un Estado de Bienestar donde el mercado desempeñe su papel, pero donde se reconozca a la salud, la educación y las pensiones no como bienes de consumo, sino como derechos sociales.[/cita]

Con este escenario y en función de los desafíos planteados en campaña, vale la pena preguntarse por lo que está haciendo la Presidenta electa para potenciar esta nueva realidad política. Hasta ahora ella ha sido muy prescindente de sus apoyos políticos y, salvo pequeños guiños, se mantuvo fiel a la ruta que se propuso desde que regresó a Chile: máxima distancia con los líderes tradicionales. Prefirió optar por su independencia, arriesgó y ganó. Cualquier raciocinio político indica que, esta vez, debería actuar en complicidad con las directivas de ambos partidos, para constituir un gabinete mixto. Un fuerte apoyo político programático resulta clave para poder avanzar en la concreción de sus promesas de campaña y eso lo puede brindar perfectamente un núcleo potente básico donde, esta vez, el eje PS-PPD, más la inclusión del PC, parecen dar el ancho. Ya sabemos lo que ha hecho el PDC –entre otras cosas, advertir, amenazar y reunirse con el PR–, por lo tanto, es lógico construir en torno a este PS-PPD-PC las nuevas políticas públicas que demanda la ciudadanía desde 2011 y que permitan implementar un Estado de Bienestar donde el mercado desempeñe su papel, pero donde se reconozca a la salud, la educación y las pensiones no como bienes de consumo, sino como derechos sociales.  Luego, consensuar, en particular con el PDC, las discusiones valóricas que están en juego hoy: qué tipo de aborto aceptaremos como sociedad y ello comienza por admitir que una mujer violada tiene el legítimo derecho a interrumpir un embarazo que es el resultado de un acto bestial, y luego discutir si es plausible adoptar el estándar europeo de las diez semanas; así como también atrevernos definitivamente a legislar sobre el matrimonio homosexual. Y allí será significativa no sólo la opinión del PDC y el PR, sino también la búsqueda de aliados en la futura oposición. Al respecto, Ossandón y Horvath ya han manifestado públicamente que están disponibles para abordar sin prejuicios algunos de los temas relevantes, como lo son la Asamblea Constituyente, la educación y las materias energéticas. Es por eso que resultaron incomprensibles las declaraciones del vocero jurídico de Bachelet, Francisco Zúñiga, quien –en vísperas de Navidad y no dando cuenta de ese contexto favorable– anunció  que será el Congreso el lugar elegido por Bachelet para hacer las reformas constitucionales. Lo que es aún más extraño, pues estos legisladores no fueron electos con ese mandato y, además, esa decisión hace surgir inmediatamente una serie de interrogantes más complejas que el propio llamado a una Asamblea Constituyente: ¿son los mismos parlamentarios del binominal quienes discutirán sobre la duración de sus mandatos?, ¿son los legisladores que se han opuesto una y otra vez a la elección del intendente quienes decidan sobre la implementación de esta promesa electoral?, ¿son los que han sido subsidiados por las grandes empresas en sus campañas los que deberán pronunciarse sobre temas que afectarán directamente a sus financistas?

Si la Presidenta insistiese en ese mecanismo, la situación será bastante similar a quien deja al gato cuidando la carne. Debiera estudiarse más seriamente la posibilidad de instituir un proceso constituyente, con mandatarios electos exclusivos para esta función y con la prohibición estricta de que los privados aporten recursos durante el proceso eleccionario.

Michelle Bachelet, debido a sus propios anuncios programáticos, requiere también recursos frescos para emprender las obras comprometidas. Para ello subirá el impuesto de primera categoría, aunque en el largo plazo ello puede resultar más bien un crédito a las grandes empresas; se comprometió además a eliminar el FUT durante su mandato, pero nuevamente plantea una rebaja del impuesto del grupo socioeconómico más alto desde el 40% al 35%. Es decir, les repartirá recursos a los más ricos, lo que es contrario a lo que hizo Gordon Brown en Inglaterra, o a lo que hacen sus pares en los países escandinavos y nórdicos, con cuyos modelos la presidenta ha dicho recientemente que se identifica. Por último, causa sorpresa que las principales medidas tributarias entrarán en vigencia cuando ella ya no esté.

En un escenario confuso como el descrito, la derecha chilena debiera ser la mayor interesada en manifestar su voluntad para abordar las principales transformaciones y existen algunos líderes del sector que sobrevivieron a la debacle que así parecen entenderlo: la ascendente radicalización de la sociedad chilena no les favorece y están claros que la abstención finalmente los terminó golpeando principalmente a ellos. Nuevas reglas del juego y un reimpulso a nuestra alicaída democracia podría resultar un buen negocio para todos.

Y ese desafío supera con creces la designación del próximo gabinete, aunque sus intérpretes pueden contribuir, u obstruir, al logro de ese propósito. La Presidenta electa sabe mejor que nadie lo que hoy está en juego en la sociedad chilena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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