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La Nueva Mayoría y por qué fracasan los países

Pablo González z
Por : Pablo González z Pyme INNOVACIÓN. Salazones y Ahumados Patagonia S.A.
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Para los autores del libro ¿Por qué fracasan los países?, es una certeza que: “Aunque las instituciones extractivas puedan generar algo de crecimiento, normalmente no generan un desarrollo económico sostenido y, sin duda, no el tipo del que llega acompañado por una destrucción creativa» (pág. 119). La innovación a manos de nuevos actores es el sinónimo de destrucción creativa en una sociedad inclusiva, por ello «… la élite, sobre todo cuando ve amenazado su poder político, forma una barrera enorme frente a la innovación. El hecho de que tengan mucho que perder con la destrucción creativa significa no solamente que no serán los que introduzcan innovaciones, sino que también a menudo se resistirán a ellas e intentarán detenerlas” (pág. 221).


Dos investigadores norteamericanos, uno de Harvard y el otro del MIT, son autores del libro Por qué fracasan los países, al que el premio Nobel de Economía 2001, George Akerlof, le augura que tendrá igual trascendencia que el libro La riqueza de las naciones, de Adam Smith. Sus autores reconocen que “el objetivo del mismo es explicar la desigualdad mundial y también algunos de los amplios modelos fácilmente visibles que anidan en su interior”. Como Chile es uno de los casos más extremos de desigualdad en el mundo, este libro resulta crucial para que los movimientos sociales de nuestro país se hagan de un formidable análisis para entender el trasfondo del conflicto que tiene sumido a Chile en esta catástrofe social, en la que una minoría vive en medio de la opulencia e intenta engañar al resto de que estamos a las puertas del desarrollo, mientras la gran mayoría de las familias de nuestro país hace esfuerzos sobrehumanos para subsistir en medio de la precariedad, ya que su calidad de vida está lejos de parecerse en algo a la de los ciudadanos de los países del primer mundo.

“Es la política, ¡tontos!”, así explican Acemoglu y Robinson, de forma sencilla pero convincente, la razón por la que tantos países no consiguen desarrollarse. “Este trabajo magistral muestra cómo las élites poderosas manipulan las reglas para beneficiarse en detrimento de la mayoría», es el comentario introductorio al libro de parte de Dani Rodrik, de la Escuela de Gobierno Kennedy, Universidad de Harvard. Simon Johnson, profesor en la MIT Sloan, agrega a lo anterior: “… En todo momento y lugar, las personas poderosas siempre procuran hacerse con el control total del gobierno, menoscabando el progreso social en favor de su propia codicia. Ejerza un férreo control sobre estas personas mediante una democracia efectiva o vea cómo fracasa su país».

Qué duda cabe de que los chilenos hemos padecido lo anterior desde hace décadas. Jaime Guzmán reconoció que la Constitución de 1980 debía ser tal, que el paso de la dictadura al sistema que se nos impuso no alterara el control político ni el modo de proteger los privilegios económicos de la élite económica: “Si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque –valga la metáfora– el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”. Guzmán en forma descarada pero notable define los nefastos vicios que resguardarán la sociedad extractiva que ideó para nuestro país.

[cita]Para los autores del libro ¿Por qué fracasan los países?, es una certeza que: “Aunque las instituciones extractivas puedan generar algo de crecimiento, normalmente no generan un desarrollo económico sostenido y, sin duda, no el tipo del que llega acompañado por una destrucción creativa» (pág. 119). La innovación a manos de nuevos actores es el sinónimo de destrucción creativa en una sociedad inclusiva, por ello «… la élite, sobre todo cuando ve amenazado su poder político, forma una barrera enorme frente a la innovación. El hecho de que tengan mucho que perder con la destrucción creativa significa no solamente que no serán los que introduzcan innovaciones, sino que también a menudo se resistirán a ellas e intentarán detenerlas” (pág. 221).[/cita]

La inmensa mayoría de los ciudadanos que organizados tras el No lograron vencer a la dictadura se ilusionaron con que no tan sólo se había derrotado a Pinochet, sino que el proyecto de sociedad inclusiva había ganado –representado en el arcoíris y la alegría ya viene–, pero no fue así y casi de inmediato la élite de la Concertación pasó a estar más preocupada en repartirse la cuota de poder que le había reservado dentro de la sociedad extractiva Jaime Guzmán, que intentar sacarse el lastre de las restricciones al adversario que le había establecido el anterior y con ello hacer posible el giro hacia la sociedad inclusiva por la que habían luchado los que los habían instalado en el poder. Sin darnos cuenta, empezaron a justificar que era posible avanzar y generar igualdad dentro de la sociedad extractiva que habíamos heredado de Pinochet sin destronar a la élite económica de su control político. Como lo reconoce Insulza, reflexionando sobre esos tiempos: “Habría sido una buena idea llevar a plebiscito la reforma constitucional, ahora mirando en retrospectiva, nunca se me pasó por la mente, ni siquiera lo propuse…».

«… Las instituciones políticas extractivas concentran el poder en manos de una élite reducida y fijan pocos límites al ejercicio de su poder. Las instituciones económicas a menudo están estructuradas por esta élite para extraer recursos del resto de la sociedad» (pág. 103). Respaldándonos en la hipótesis de estos autores, el problema de fondo de nuestro país sería que la sociedad extractiva que las élites económicas nos han impuesto desde hace décadas, lo han conseguido, entre otra razones, por la habilidad que han tenido en tejer lazos de dependencia durante todo ese tiempo con las élites políticas que controlan a los partidos de «centro izquierda», a cambio de recibir estos últimos una cuota de participación en los beneficios de la sociedad extractiva e igualar sus privilegiados estilos de vida. Por lo mismo, estos estarían lejos de pretender dar pasos en la construcción de una sociedad inclusiva, ya que temen, al igual que las élites económicas, perder poder político y con ello sus actuales privilegios, lo mismo que para sus redes familiares y sociales.

La anterior colusión de las élites explicaría la razón del poder de las maquinarias partidarias que controlan los partidos de la coalición de «centro izquierda «, ahora llamada Nueva Mayoría, ya que posibilita que sus protegidos que son designados en la alta dirección del sector público, al poco andar, también puedan terminar en los apetecidos y bien remunerados directorios y gerencias de las empresas de los grandes inversionistas nacionales y de inversión extranjera o viceversa, mientras en otros casos esos mismos se pueden convertir en empresarios con iguales modos y costumbres que las élites tradicionales (ex militantes que cumplieron altas funciones en los gobiernos de turno, ex diputados, ex ministros(as) son inversionistas que lucran con la  educación, con empresas de lobby y de asesorías millonarias al Estado, etc. ). Sin mencionar los muchos casos en que los militantes pertenecientes a la élite del conglomerado de «centro izquierda» han pasado a ser parte de las redes familiares de la élite económica.

Teniendo en cuenta lo anterior, para la élite económica que se beneficia de la sociedad extractiva –ya sea que gobierne la derecha o la centro izquierda–, el  Gobierno y el Estado han pasado a ser un botín asegurado y su control le posibilita incorporar nuevos privilegios y perpetuarlos a pesar de que los mismos afectan a la mayoría del país, al mismo tiempo que es el respaldo institucional que les permite colocar todo tipo de cortapisas a cualquier reforma política que apunte a la pretensión de las mayorías de imponer una sociedad inclusiva. Un columnista hace un tiempo reproducía la siguiente observación, que da cuenta de los alcances perversos de la sociedad extractiva que ha contado con el aporte del lobby de la élite de centro izquierda: «Hace poco, un profesor nos hablaba de que en Chile prácticamente no existe corrupción; esto porque la capacidad de influir en las decisiones que determinan el curso del país está institucionalizada, y por tanto se hace dentro de un marco legal, siendo a la larga una conducta aprobada y aceptada» (Renato Garín, Abogado, U. de Chile).

Para los autores del libro ¿Por qué fracasan los países?, es una certeza que: “Aunque las instituciones extractivas puedan generar algo de crecimiento, normalmente no generan un desarrollo económico sostenido y, sin duda, no el tipo del que llega acompañado por una destrucción creativa» (pág. 119). La innovación a manos de nuevos actores es el sinónimo de destrucción creativa en una sociedad inclusiva, por ello «… la élite, sobre todo cuando ve amenazado su poder político, forma una barrera enorme frente a la innovación. El hecho de que tengan mucho que perder con la destrucción creativa significa no solamente que no serán los que introduzcan innovaciones, sino que también a menudo se resistirán a ellas e intentarán detenerlas” (pág. 221). Por ello no es casualidad la decisión del gobierno de Piñera de entregar los millonarios recursos de Corfo destinados a la innovación a la gestión de la élite económica y que la misma terminara en un resultado desastroso: nuestro país bajó del pobre lugar 39 al 46 en el ranking de innovación a nivel global el año 2013, pese a que era el año de la innovación decidido por su Gobierno y del que ha vociferado como el año de los mayores indicadores exitosos.

Los movimientos sociales tienen una dura tarea por delante. Durante la presente etapa deberán sortear la trampa del espejismo contenido en las promesas de mayor bienestar para la ciudadanía que traen consigo las publicitadas reformas sociales del nuevo Gobierno, al mismo tiempo que vencer la enorme resistencia de la colusión de la élite económica con la élite política de centro izquierda, que se encuentra protegida en el enclave binominal, y conseguir agendar las reformas políticas que posibiliten el fin de la sociedad extractiva y los enormes privilegios que les proporciona a los anteriores. Del resultado de esto dependerá la nueva distribución del poder político en nuestra sociedad. No es el cambio del modelo neoliberal ni las reformas sociales del Gobierno de la Nueva Mayoría los que posibilitaran encaminar a nuestro país al desarrollo.

Son las sociedades inclusivas y no las extractivas las que consiguen las economías de libre competencia más exitosas del mundo desarrollado, las con mayores índices de innovación, con más reconocimiento de ser las sociedades de bienestar que más favorecen a la mayoría de sus ciudadanos, y que hacen realidad democracias efectivas, ejemplo de ello son: Finlandia, Nueva Zelanda, Suecia, Holanda, Francia, Canadá, entre otros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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