Hay cientos de becarios y ex becarios que están en riesgo de ser sancionados, embargados y precarizados en sus condiciones de vida. Muchos de ellos ni siquiera tienen conocimiento de esto, pues CONICYT se ha negado a informarles oportunamente. Es así como lo que originalmente era una beca para fortalecer la ciencia y la tecnología en nuestro país, ha sido transformado por CONICYT en un escándalo tipo La Polar de la academia, donde las empresas de cobranzas, los juicios por embargo y los intereses abusivos terminan convirtiendo en víctimas a quienes entregaron sus talentos y mejores años al desarrollo de nuestro país.
Este 2014 la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) celebra los 25 años de vida de su Programa de Formación de Capital Humano Avanzado. Para el festejo, probablemente, veremos discursos autocomplacientes y aplausos cerrados de la comunidad académica, mientras los invitados golpean sus copas de champaña. Sin embargo, muy lejos de lo que se esperaba cuando se fundó, esta celebración llega en uno de los momentos más críticos de la historia de dicha institución.
Para animar la fiesta, diversas autoridades de CONICYT han declarado que, desde las primeras treinta becas para estudiar un posgrado que se entregaron el año 1988, se ha avanzado a cerca de ocho mil beneficiados. Si bien las cifras resultan impresionantes a primera vista, tras éstas se esconden los cuestionamientos que durante los últimos años han levantado universidades, sociedades científicas, investigadores, agrupaciones sociales y trabajadores de CONICYT a la eficiencia e idoneidad de su Programa de Formación de Capital Humano Avanzado.
Públicas han sido las quejas que han despertado los cambios continuos de las bases concursales; la discriminación a estudiantes extranjeros; la excesiva rotación de sus funcionarios de distintas jerarquías; las fallas permanentes en el sistema de postulación, el centralismo en la adjudicación de becas; la falta de un sistema de seguimiento; la escasa protección en salud y previsión para investigadores (especialmente de becarias embarazadas e investigadores con hijos y familias) e incluso las constantes demoras en los pagos de beneficios como manutención y arancel.
[cita]Hay cientos de becarios y ex becarios que están en riesgo de ser sancionados, embargados y precarizados en sus condiciones de vida. Muchos de ellos ni siquiera tienen conocimiento de esto, pues CONICYT se ha negado a informarles oportunamente. Es así como lo que originalmente era una beca para fortalecer la ciencia y la tecnología en nuestro país, ha sido transformado por CONICYT en un escándalo tipo La Polar de la academia, donde las empresas de cobranzas, los juicios por embargo y los intereses abusivos terminan convirtiendo en víctimas a quienes entregaron sus talentos y mejores años al desarrollo de nuestro país.[/cita]
A estas críticas, durante el gobierno de Sebastián Piñera, se sumaron nuevos cuestionamientos a la orientación marcadamente neoliberal que se imprimió a la institución. Señal de este giro fue la transformación de su programa de becas en un velado sistema de créditos condonables. Según éste, los investigadores de posgrado en lugar de becarios se convirtieron en deudores del Estado. Lo anterior se tradujo tanto en la obligación de firmar pagarés a quienes obtenían sus becas –práctica inusual dentro del mundo desarrollado– como en la contratación de una empresa de cobranzas externa, ORSAN, para realizar un seguimiento de sus becarios. A esta empresa, conocida por su asesoría a firmas como CENCOSUD, Movistar, o Ripley, CONICYT le ha entregado una “cartera” de deudores-clientes compuesta de sus becarios y ex becarios. Con esta decisión, el programa encargado de “impulsar la formación de capital humano y promover, desarrollar y difundir la investigación científica y tecnológica” se ha transformado en el DICOM de los investigadores, aplicando los mismos criterios de un mall a la producción del conocimiento.
Este giro ha desencadenado situaciones tan absurdas como la del ex becario Francisco Reyes, que ha sido inhabilitado de beneficiarse con nuevos concursos de CONICYT (lo que significa sentenciar la muerte académica de cualquier investigador en Chile) y se le amenaza con la restitución total de los fondos de su “beca”. Dichas sanciones se aplican a pesar de que Francisco se graduó dentro de los plazos comprometidos del magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica. En éste no sólo obtuvo calificaciones sobresalientes sino que, además, publicó los resultados de su investigación en una de las mejores revistas científicas del mundo. Estas sanciones se han aplicado tan sólo porque Francisco se demoró en entregar a CONICYT los documentos que acreditaban la finalización de sus estudios.
Como él, hay cientos de becarios y ex becarios que están en riesgo de ser sancionados, embargados y precarizados en sus condiciones de vida. Muchos de ellos ni siquiera tienen conocimiento de esto, pues CONICYT se ha negado a informarles oportunamente. Es así como lo que originalmente era una beca para fortalecer la ciencia y la tecnología en nuestro país, ha sido transformado por CONICYT en un escándalo tipo La Polar de la academia, donde las empresas de cobranzas, los juicios por embargo y los intereses abusivos terminan convirtiendo en víctimas a quienes entregaron sus talentos y mejores años al desarrollo de nuestro país.
Todo lo anterior va en desmedro tanto de la carrera académica de investigadores jóvenes, como de la formación de nuevas generaciones de académicos en la que las universidades y el Estado han invertido. Diversos premios nacionales e instituciones universitarias, entre ellos el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), han intentado infructuosamente que CONICYT se pronuncie al respecto. Lamentablemente, estas acciones no tuvieron ninguna respuesta por parte de las autoridades del gobierno de Sebastián Pinera, las mismas que hoy celebran con bombos y platillos. En medio de los brindis, la única esperanza que queda es que el gobierno de Michelle Bachelet recupere el propósito que inspiró al fortalecimiento del Programa de Formación de Capital Humano Avanzado llevado a cabo durante su primera Presidencia. Hasta entonces, la celebración de CONICYT es a puertas cerradas y de espaldas a la academia y la ciudadanía.