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UKIP: El Tea Party inglés que amenaza con provocar un sismo político en el Reino Unido

Ignacio Schiapacasse
Por : Ignacio Schiapacasse Master en Economía. Estudiante London School of Economics
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UKIP, el partido populista de derecha fundado en el año 1993 por el profesor de la London School of Economics Alan Sked, que en las elecciones parlamentarias del 2010 apenas obtuvo un 4% de los votos, hoy amenaza con redibujar el mapa electoral del Reino Unido. En un escenario dominado desde comienzos del siglo XX solo por dos partidos –el Laborista y el Conservador–, UKIP aspira a ganar las elecciones europeas del próximo 22 de mayo, y así convertirse en el primer nuevo partido en ganar una elección desde el año 1920.


Durante las últimas dos décadas ha crecido la preocupación en Europa por el surgimiento de partidos políticos populistas de derecha. Estos proyectos, con discursos abiertamente xenófobos y racistas, han venido logrando cierta preeminencia en sus respectivos países. El Partido Independista del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), podría ser una de las últimas expresiones de ello. Y, por cierto, una muy exitosa electoralmente: con sólo dos décadas de vida, el partido amenaza con quedarse en el primer lugar de las elecciones europeas que se celebrarán esta semana en el Reino Unido.

A la luz de este fenómeno electoral, se hace necesario analizar el surgimiento de estas fuerzas políticas. Sobre todo considerando que este no es un fénomeno que se circunscriba a Europa ni menos al Reino Unido. En lo absoluto. Desde ya, hemos sido testigos del protagonismo que ha alcanzado el Tea Party en la política de los Estados Unidos. Junto a esto, durante la semana recién pasada vimos cómo en la India, en la elección democrática más grande de la historia humana (durante tres semanas participaron más de 550 millones de votantes), el nacionalista “Partido Popular Indio” derrotó abrumadoramente al gobernante “Partido del Congreso” –ligado a la centro-izquierda y liderado por la dinastía Gandhi– quedándose con la primera magistratura de ese país. En resumen, no sólo Europa sino que también Asia y Norteamérica han visto el surgimiento de proyectos políticos de extrema derecha, caracterizados por su discurso intolerante, xenófobo y nacionalista. Desde ahí que, guardando todas las proporciones y diferencias, se hace difícil no intentar trazar paralelos con el escenario político de nuestro país y preguntarse si en un futuro cercano presenciaremos el resurgimiento de proyectos políticos de extrema de derecha.

UKIP: El Tea Party del Reino Unido

En un principio el partido se caracterizó por un discuso predominantemente antieuropeo: su única obsesión era la Unión Europea (UE) e inducir la salida del Reino Unido de la misma. En efecto, el partido fue creado justamente luego de la firma del Tratado de Maastricht, el cual proporciona el principal sustrato político para la existencia de la UE. Luego, hace algunos años sumó un nuevo caballo de batalla: la inmigración. Una y otra vez los miembros del partido han estimulado la cantinela de que la inmigración está destruyendo la cultura inglesa y de que los inmigrantes les están quitando los puestos de trabajo a los propios ingleses. Este es el mejor ejemplo de cómo el partido se empeña en evadir la realidad y en desdeñar la fuerza de los hechos y la evidencia empírica. En efecto, diversos estudios han concordado en que los inmigrantes contribuyen efectivamente a la economía, pagan más impuestos que el inglés promedio, y por cierto no les “quitan” sus trabajos. Más aún, para el período 2000-2011 se encontró que la probabilidad de que los inmigrantes requirieran ayuda del Estado fue un 45% menor que la de los ingleses nativos. Esto es el mejor ejemplo de que el discurso del partido se funda en creencias, mitos y desinformación. El proyecto político de UKIP se podría resumir en la idea de recuperar el paraíso perdido de una Gran Bretaña independiente y más homogénea, libre de las políticas modernizadoras introducidas por los “políticos” en los últimos años. ¿Su solución? Dejar la UE, reducir al máximo la inmigración, detener el multiculturalismo que caracteriza al Reino Unido, restaurar el orgullo nacional y jubilar a los “políticos”.

[cita]UKIP, el partido populista de derecha fundado en el año 1993 por el profesor de la London School of Economics Alan Sked, que en las elecciones parlamentarias del 2010 apenas obtuvo un 4% de los votos, hoy amenaza con redibujar el mapa electoral del Reino Unido. En un escenario dominado desde comienzos del siglo XX sólo por dos partidos –el Laborista y el Conservador–, UKIP aspira a ganar las elecciones europeas del próximo 22 de mayo, y así convertirse en el primer nuevo partido en ganar una elección desde el año 1920.[/cita]

En este contexto, el partido se ha caracterizado, primero, por ser el epítome del populismo: de acuerdo al análisis del diario Times, el plan fiscal presentado por el partido significaría un déficit de US$ 185 billones para el Estado. A lo que se suma su continuo descrédito de la clase política, señalando que ellos sí que conocen y resolverán los “problemas reales de la gente”, que son “distintos” a los políticos “tradicionales” y que representan el cambio. En segundo lugar, el partido se ha caracterizado también por sus posturas antediluvianas: en los meses pasados los miembros de UKIP en el Parlamento Europeo votaron en contra, por ejemplo, de leyes que apuntaban a mejorar y actualizar el diseño y seguridad de taxis colectivos. Votaron en contra también de un requerimiento para transparentar el proceso legislativo, el que mandataba a los miembros del Parlamento Europeo a que hicieran público el listado de lobbistas con los que se reunían durante el proceso de discusión de la ley. Incluso más, no apoyaron un proyecto de ley que endurecería las políticas contra el lavado de dinero.

En tanto, su actual líder, Nigel Farage, se ha caracterizado, entre otras particularidades, por sus estrechos vínculos con Umberto Bossi, otrora líder de la Liga del Norte (partido de la ultraderecha italiana), quien hace algún tiempo hizo un abierto llamado a asesinar a los inmigrantes ilegales que permanecían en Italia. También tiene estrechas relaciones con otra joya, The True Finns, partido populista y nacionalista Finlandés. Como para no creerlo en estos tiempos, uno de los parlamentarios de este partido declaró que sería buena idea obligar a los inmigrantes a llevar brazaletes para que se haga más fácil su identificación.

La última salida de madre de un miembro de UKIP, fueron las declaraciones hechas en febrero por un alto directivo, quien manifestó que las tormentas e inundaciones sufridas por Gran Bretaña en el invierno pasado eran un castigo por la aprobación del matrimonio gay. David Silvester señaló textualmente: “Le advertí a David Cameron que un desastre vendría en respuesta a la aprobación del matrimonio gay. Las Escrituras dicen claramente que una nación cristiana que abandona su fe y no respeta el Evangelio será castigada con tormentas, enfermedades, pestilencia y guerra”. Suma y sigue: hace pocos días uno de sus candidatos al Parlamento Europeo, Roger Helmer, declaró que las víctimas de violación podrían tener una cuota de responsabilidad en la perpetración de estos delitos, y comparó la instauración del matrimonio gay con legalización del incesto.

Por todos estos hechos, dichos y escándalos pareciera que nadie toma muy en serio al partido. Sobre todo la prensa. Es difícil que así no suceda, ya que finalmente UKIP se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Pero ahí justamente radica uno de sus aspectos más peligrosos: parecen inofensivos y no obstante han logrado con eficiacia deteriorar el sistema político inglés. Ha empobrecido el nivel de la discusión, logrando cambiar el marco sobre el que hoy se discuten en el Reino Unido complejas materias, como lo es, por ejemplo, la misma inmigración. Ha simplicado y cariturizado hasta el hartazgo cada tema en el que han intervenido, lo que ha provocado que el resto de los políticos caiga en la trampa, abusando de los eslóganes y evitando caer en análisis sesudos. En efecto, en la antesala de las elecciones europeas, prácticamente sería un suicidio político el hecho de que algún candidato salga a defender la UE.

Las consecuencias de esta influencia negativa sobre el debate político podrían llegar a ser complejas. Más aún si UKIP gana la elección. Esto podría llevar a los partidos más tradicionales a tomar en cierta forma las banderas de UKIP, lo que en el largo plazo también podría dificultar el proceso de estabilización postcrisis financiera. Así, los partidos estarían menos tendientes, por ejemplo, a implementar medidas modernizadoras, lo que dificultaría sacar adelante las reformas estructurales necesarias con urgencia para impulsar la competitividad y el crecimiento. De esta forma se podría configurar un círculo vicioso por la combinación de una economía con bajo crecimiento con un creciente número de votantes desilusionados y alejados de la clase política, todo lo que en último termino podría llevar a más gente a abrazar ideas cercanas a UKIP.

¿Cómo se explica el fenómeno UKIP?

Esta semana se llevan a cabo las elecciones europeas, en las que se eligen a los diputados que representarán a cada país miembro de la UE en el Parlamento Europeo que sesiona en Estrasburgo. En el Reino Unido, las encuestas en general le dan a UKIP el primer lugar con un 35% de las preferencias. Esto es, 11 puntos arriba del partido Laborista, que tiene un 24%, y también bastante arriba del mermado Partido Conservador, que marca apenas 20% en las preferencias. De confirmarse estas cifras en las elecciones del jueves, UKIP sería el primer nuevo partido desde el año 1920 en alcanzar el primer lugar en unas elecciones. Estas cifras remarcan el hecho de que, hasta ahora, UKIP ha logrado importantes triunfos electorales en las elecciones europeas y locales del Reino Unido. No obstante, hasta el momento no ha logrado dar el salto instalando a algunos de sus miembros en el Parlamento inglés. El hecho de que no haya logrado triunfos en las elecciones parlamentarias se explicaría porque la mayor parte de la votación de UKIP es un voto de protesta en contra el establishment político. Esa votación disminuiría considerablemente en las votaciones por el Parlamento inglés y el mando del país. Sin embargo, diversos analistas sostienen que el triunfo del jueves podría ser la antesala para el comienzo de la instalación de miembros del partido en el Parlamento.

Pero, ¿quiénes son los votantes de UKIP? O, de otra forma, ¿cómo es posible que surja en un país caracterizado por la estabilidad de su sistema político, y en una sociedad que por más de 100 años no votaba por proyectos políticos extremos? En primera instancia, uno podría suponer que la mayoría de sus votantes son ex seguidores del partido Conservador, desilusionados del manejo del ahora partido gobernante. Es así, aunque una buena cantidad de sus votantes provienen de la clase trabajadora. Electores que le daban antaño su voto al partido Laborista

Como lo señalan R. Ford y M. Goodwin en su libro Revolt on the right: explaining public support for the radical right in Britain, en las últimas décadas se ha producido un drámatico proceso de transformación social, liderado por la gran expansión de la educación universitaria y, consecuentemente, de la clase media profesional, más educada y segura de sí misma. En la búsqueda de estos nuevos votantes –ubicados principalmente en el centro político– los partidos (especialmente el Laborista) han olvidado la antigua clase trabajadora, ahora insegura antes los cambios sociales experimentados por el país y otrora decisiva en las batallas electorales. Estos últimos son los que en su gran número se han volcado a apoyar a UKIP en las urnas. De esta forma, el discurso del partido ha penetrado especialmente en pequeñas ciudades y pueblos del interior de Gran Bretaña, y centros industriales en decadencia. Todos lugares en que los beneficios de la recuperación económica no se han sentido hasta ahora, y en donde hay una gran desafección hacia los partidos políticos. Así, independientemente de su procedencia, todos estos electores tendrían en común tres motivos para votar por UKIP, a saber: 1) oposición a la inmigración, 2) oposición a la UE y 3) una marcada desafección hacia la clase política.

Similitudes con el Chile actual

En las últimas dos décadas, no sólo en el Reino sino que en toda Europa, se han desarrollado en forma alarmante proyectos políticos de extrema derecha. Principalmente estimulados por las crisis económicas, y por una población que se siente cada vez más insegura ante las rápidas transformaciones que están experimentando sus países. Los ingredientes de este fenómeno no son del todo desconocidos por nosotros: crisis de representación, desafección hacia las institutiones (especialmente los partidos políticos), crisis económica, aumento de la inmigración, procesos de transformación asociados al aumento en la cobertura de la educación universitaria, e incremento en el sentimiento de inseguridad vivenciado por la población, entre otros, son factores que explican este fenómeno y que también están presentes desde hace un tiempo en nuestro país. Así, por ejemplo, el informe del PNUD Las paradojas de la modernización (publicado el año 1998) ya encontraba en la población chilena un creciente sentimiento de inseguridad ante el crecimiento económico de nuestro país y sus rápidas dinámicas sociales.

Así, aunque pueda parecer un poco voluntarista, la pregunta surge en forma natural: ¿estarán las condiciones dadas para que veamos en Chile en el futuro más o menos cercano el nacimiento de un fenómeno de estas características? ¿Serán los mismos partidos que hoy copan la derecha del espectro político los que podrían tomar formas más populistas o veremos el surgimiento de nuevos grupos en la escena política de nuestro país? O, de otra forma, ¿cómo puede responder la clase política de nuestro país para evitar el surgimiento de proyectos políticos que tienden a ser nocivos para nuestra sociedad, estimulando la intolerancia y el conservantismo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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