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Lecciones australianas para la gestión de ciudades

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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Los servicios tienen sus resultados con fama mundial: altos índices de áreas verdes por habitante, calidad del aire, reciclaje integral, compostaje, huertos, baños, piscinas públicas, funcionando desde mediados del siglo XIX, incluyendo incrustadas en el mar, red de ciclovías y bicicletas, integración social multicultural ejemplar. Las ciudades se enorgullecen de su pluralismo, que va desde los aborígenes australianos a la población oriental, judía, budista y musulmana. También la colonia chilena, que tiene en las empanadas «Paula» un epicentro de identidad imperdible en Sidney.


Australia tiene muchísimo que enseñarnos en la gestión de municipios y de áreas metropolitanas, lo que explica que Sidney y Melbourne sean las dos únicas ciudades que encabezan todo ranking mundial de mejores lugares para vivir.

Para los antifederalistas, hay que partir diciendo que Australia lo es a pesar de ser un país de sólo veinte millones de habitantes, por lo cual, municipios y las regiones gozan de mucho poder y autonomía económica y política. Así se dibujan los países que se ensanchan y de alargan.  De hecho, hasta la capital la pusieron hacia el interior, en Canberra, como los brasileños cuando crean Brasilia, algo así como trasladar el Ejecutivo y sus Ministerios a Talca.

La fuerte descentralización explica que Australia concentre «sólo» el 20% de su población en Sidney (cuatro millones), ya que hay un pool de otras ciudades relevantes: la histórica Melbourne, Brisbaine, Perth, Adelaida, Hobart. Obviamente no concentran toda la actividad en una ciudad o,  más bien dicho, la fuerza de la simbiosis municipal-regional permite el desarrollo policéntrico, donde las sociedades territoriales se vinculan unas con otras (universidades, movimientos sociales, gobiernos locales, empresas). Esta idea de «vinculación» ha sido desarrollada, entre otros, por la profesora de la Universidad de Tasmania, Robin Eversole, invitada por las universidades regionales a exponer a Chile. Así las fronteras «interiores de la desconfianza» se eliminan, al fusionarse en los aspectos político, intelectual, empresarial y social, con sus legítimas diferencias y espacios de conflictividad. Pero el resultado es una calidad de vida sorprendente e inapelable, que nos debe llevar a aprender con la actitud de valorar la cooperación sur-sur.

[cita]Los servicios tienen sus resultados con fama mundial: altos índices de áreas verdes por habitante, calidad del aire, reciclaje integral, compostaje, huertos, baños, piscinas públicas, funcionando desde mediados del siglo XIX, incluyendo incrustadas en el mar, red de ciclovías y bicicletas, integración social multicultural ejemplar. Las ciudades se enorgullecen de su pluralismo, que va desde los aborígenes australianos a la población oriental, judía, budista y musulmana. También la colonia chilena, que tiene en las empanadas «Paula» un epicentro de identidad imperdible en Sidney.[/cita]

Los servicios tienen sus resultados con fama mundial: altos índices de áreas verdes por habitante, calidad del aire, reciclaje integral, compostaje, huertos, baños, piscinas públicas, funcionando desde mediados del siglo XIX, incluyendo incrustadas en el mar, red de ciclovías y bicicletas, integración social multicultural ejemplar. Las ciudades se enorgullecen de su pluralismo, que va desde los aborígenes australianos a la población oriental, judía, budista y musulmana. También la colonia chilena, que tiene en las empanadas «Paula» un epicentro de identidad imperdible en Sidney. La mayoría se declara cristiana, de diversas confesiones, donde tiene liderazgo la Iglesia Anglicana, cuya catedral en Melbourne recuerda en sus muros los hitos en la valoración de la mujer y ordenación de mujeres desde los años 90. En el frontis de la misma se lee en un gran lienzo: «Bienvenidos, refugiados y emigrantes, ahora».

Los municipios dan servicios de excelencia en el mantenimiento de calzadas y veredas, parques (con sus fuentes y piletas de consumo  de agua operativas, no como en Chile, cada vez más abandonadas), limpieza, soporte comunitario, incluyendo viviendas para pobres en zonas consolidadas al interior de las ciudades. Se actúa en todos los indicadores de calidad de vida: tiempos de desplazamiento, silencio y morigeración de ruidos, asistencia domiciliaria a abuelos, discapacitados y enfermos, combinación sana de asistencialismo y capacitación para la empleabilidad.

Hay flexibilidad, solidaridad y pragmatismo en la gestión, lo que se refleja en que, junto a los fuertes municipios, toda megaciudad tiene su área metropolitana que no implica otro ente subnacional, sino que es tomado por el gobierno regional (estadual en su federalismo) que se coordina con los municipios, haciéndose cargo de temas claves de vialidad estructurante, transporte, (incluyendo buses, tranvías y trenes), hospitales, seguridad ciudadana, megaparques, centros de convenciones. Este es un punto importante, ya que en el modelo de gestión de gobiernos metroplitanos para las tres grandes urbes de Chile (Santiago, Valparaíso, Concepción) y de otras diez conurbanizaciones del país (Coquimbo-La Serena, Rancagua-Machalí, entre otras), diversos expertos desde la OCDE a la CEPAL (Ricardo Jordán), líderes políticos como Carolina Tohá, coinciden en que para Chile se necesita simplificar y concentrar al nivel territorial con claridad, por lo cual el traspaso de competencias debe venir de los Ministerios a los gobiernos regionales electos que pactan con los municipios sus planes urbanos, de transporte, vivienda, urbanidad integral. Es decir, simbiosis regional-municipal para gobernar la ciudad en vez de otro órgano burocrático que enrede decisiones.

En la misma dirección apuntan las visiones de Luis Eduardo Bresciani, Patricio Hales, Alfredo Rodríguez, y otros arquitectos-expertos, que piden un gobierno de las ciudades fuerte, democrático e integrador social y urbanamente.

Los australianos agregan lo verde como eje del modus vivendi y la solidaridad estructural que se llama «pagar los impuestos locales» o que el fisco nacional «devuelva» parte de las recaudaciones. Hay solidaridad y corresponsabilidad. Son severos con la evasión tributaria y la falta a la convivencia ciudadana, sin llegar a los extremos de «higiene prohibicionista» de ciudades como Singapur. De hecho, la gente puede beber en los parques. A su vez, las leyes antidiscriminación son activas, ya que incluyen la falta por «ofender a otro» en consideración a su color, credo, orientación sexual, origen social, modo de vestir.

Cruje Australia también  por sus déficits, que deben ajustar sin volver atrás en el Estado de bienestar, y en la convivencia cohesiva que para algunos es amenazada por los emigrantes, ya que siguen atrayendo a miles desde países asiáticos y proyectan un crecimiento de su población hacia el 2040 de treinta millones de habitantes, sin perder calidad de vida.

Una de las propuestas «polémicas» es que al 2035 la edad para jubilar sea de 70 años. Nadie se escandaliza más de la cuenta. La salud funciona y las calles atestan de «viejos» arriba de sus bicicletas. Es la tercera edad que se regocija en los parques botánicos, piscinas temperadas y oferta cultural por doquier. ¿La isla feliz? Lo parece y, a decir verdad, bastante más que los «ingleses de América», a veces ahogados entre cordillera y mar, con esa mezcla de centralismo y también mediocridad de muchas gestiones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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