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El gobierno, la clase media y la reforma educacional

Cristobal Valenzuela
Por : Cristobal Valenzuela Consejero Facultad de Derecho Universidad de Chile. Investigador Jurídico, Instituto Igualdad.
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Para aquellos que demandamos un nuevo sistema educacional que permita desmercantilizar la educación, el escenario es complejo. Para el gobierno, también. La complejidad para el Ejecutivo pasa por la incapacidad de tomar una decisión política que resuelva la tensión interna de la Nueva Mayoría. En ese sentido, hoy se abren dos alternativas. La primera es ceder ante los verdaderos grupos fácticos (las minorías que concentran el poder en Chile) y desnaturalizar las reformas, contrariando el discurso con el que Bachelet regresa a Chile y vuelve al sillón presidencial.


Sobre el programa de Gobierno y las reformas angulares que lo estructuran, la derecha y un sector de la Nueva Mayoría han instalado el siguiente relato: “Las reformas del gobierno afectan a la clase media”. Esta invención tiene un objetivo evidente, el cual constituye hacer perder apoyo de las capas medias a las medidas que podrían marcar un punto de quiebre con el modelo impuesto. Es una disputa cultural. Una disputa por el sentido común. Si el 2011 las fuerzas de izquierda avanzamos, hoy nos quieren hacer retroceder.

Ya lo vimos en la Reforma Tributaria. Y hoy, respecto a la Reforma Educacional, esta apuesta resulta aun más evidente y preocupante. La ofensiva conservadora es total y se realiza desde distintos frentes.  Los medios de comunicación se han encargado de dar tribuna a “expertos” concertacionistas que critican las reformas, generando incertidumbre en la opinión pública. Por otra parte, la derecha política y un sector de la Democracia Cristiana, liderado por el senador Walker, se han dedicado a defender desde el Congreso la educación particular subvencionada y la “libertad de elegir”. Y a esto hay que agregar un nuevo elemento: este discurso es capaz de permear a organizaciones sociales y la derecha logra movilizar, aún con dudoso éxito, a sectores medios contra la reforma.

Para aquellos que demandamos un nuevo sistema educacional que permita desmercantilizar la educación, el escenario es complejo. Para el gobierno, también. La complejidad para el Ejecutivo pasa por la incapacidad de tomar una decisión política que resuelva la tensión interna de la Nueva Mayoría. En ese sentido, hoy se abren dos alternativas.

[cita]Para aquellos que demandamos un nuevo sistema educacional que permita desmercantilizar la educación, el escenario es complejo. Para el gobierno, también. La complejidad para el Ejecutivo pasa por la incapacidad de tomar una decisión política que resuelva la tensión interna de la Nueva Mayoría. En ese sentido, hoy se abren dos alternativas. La primera es ceder ante los verdaderos grupos fácticos (las minorías que concentran el poder en Chile) y desnaturalizar las reformas, contrariando el discurso con el que Bachelet regresa a Chile y vuelve al sillón presidencial.[/cita]

La primera es ceder ante los verdaderos grupos fácticos (las minorías que concentran el poder en Chile) y desnaturalizar las reformas, contrariando el discurso con el que Bachelet regresa a Chile y vuelve al sillón presidencial. En la tramitación de la Reforma Tributaria y la generación del “acuerdo transversal” en el Senado, el Gobierno se inclinó por esta alternativa. Teniendo los votos para aprobarla en ambas Cámaras, prefirió la negociación con el empresariado y la derecha política. Optó por la democracia de los acuerdos. Eligió a la Concertación y no a la Nueva Mayoría.

La segunda alternativa es construir los apoyos que permitan legitimar las reformas y responder a la ofensiva derechista con una política que permita recuperar la adhesión de las capas medias. La pregunta es ¿cómo hacerlo?

Uno de los pocos diagnósticos compartidos transversalmente es que si hoy en nuestro país discutimos en lógicas distintas a las que predominaron en la transición se debe principalmente al estallido de las movilizaciones estudiantiles el 2011. Fuimos los estudiantes los que pusimos sobre la mesa el tema educacional y cuestionamos un modelo que mercantiliza todos los ámbitos de nuestras vidas y donde los derechos son oportunidades de negocios. Y no sólo eso. Los sectores medios de nuestra sociedad, ausentes del debate público durante los 90 y 2000 y alejados de los partidos políticos tradicionales, encuentran en el movimiento social una alternativa de participación y se sienten identificados con las movilizaciones estudiantiles y sus demandas.

La respuesta para el gobierno, entonces, aparece de manifiesto. Recuperar la adhesión de los sectores medios y doblegar a la derecha requiere legitimar al actor que genuinamente ha interpretado a aquellos estratos. Se requieren señales que permitan generar confianzas con el movimiento estudiantil. Se necesitan señales que muestren un compromiso de construir un Chile distinto. Se necesitan menos “acuerdos transversales” en el Congreso. Se necesita que el nuevo ciclo anunciado se perfile de manera real y no sólo discursiva.

Si eso sucede, el Gobierno no sólo ganará aliados, sino que los ganará para el que debiese ser el objetivo fundamental en materia educacional y que se prometía en el programa de gobierno: transformar la educación, pasando de ser un “bien de consumo” a un “derecho social”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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