Publicidad

Singapur: a propósito del movimiento Alto al SIMCE en Chile

Sara Joiko
Por : Sara Joiko Investigadora, CIDE
Ver Más

La definición de los padres y los estudiantes sobre qué es calidad tiene relación con ámbitos que van más allá de los cuantificados a través de una prueba. Los padres y estudiantes están preocupados de la relación con los profesores, la seguridad, el ambiente escolar. Hoy el Simce nos está mostrando una pequeña fracción, dejando a un lado otras prácticas e interacciones relevantes para comprender lo que sucede dentro de la escuela, así pareciera ser que “lo esencial es invisible al Simce”.


A principios de la década de los 90, Singapur comenzó un proceso de ranking escolar público, con el fin de mejorar la calidad de la educación a través de una mayor competencia escolar. Durante sus inicios, este ranking fue práctica común y aceptada entre los padres y las autoridades, hasta que en el año 2012 se decidió poner fin a su uso, dado que los resultados generados comenzaron a contradecir el propósito educativo de Singapur.

Dos políticas fueron implementadas a mediados de la década de los 80, que fueron asociadas a una “mercantilización de la educación” en Singapur: la entrega de mayor autonomía y el aumento de la competencia escolar. Al igual como hemos escuchado en Chile, los defensores de la competencia entre escuelas indicaban que estas prácticas permitirían una mejora en la calidad de la educación, dado que los padres y estudiantes tendrían una diversidad de opciones para elegir y, por ende, las escuelas se verían forzadas a mejorar sus programas como un modo de accountability.

En Singapur, al igual que en Chile, la competencia se vio fomentada a través de diversas medidas. Entre ellas se determinó en 1992 que todas las escuelas de educación secundaria y junior college (escuela postsecundaria de dos años) serían anualmente ranqueadas y los resultados, publicados en los medios locales. Como declaró el Viceprimer Ministro de Singapur de ese entonces, Goh Chok Tong, esta nueva medida se justificaba como una manera para que los padres y estudiantes estuviesen provistos con mejor información para realizar una elección más informada. De este modo, se establecieron tres mecanismos para ranquear a las escuelas secundarias: 1) los resultados generales de los estudiantes en los exámenes nacionales, 2) el valor agregado de la escuela, medido a través de una comparación del desempeño del estudiante entre el inicio y el término de sus estudios, y 3) un índice ponderado que mide el desempeño de la escuela en la Prueba Nacional de Estado Físico.

[cita]La definición de los padres y los estudiantes sobre qué es calidad tiene relación con ámbitos que van más allá de los cuantificados a través de una prueba. Los padres y estudiantes están preocupados de la relación con los profesores, la seguridad, el ambiente escolar. Hoy el Simce nos está mostrando una pequeña fracción, dejando a un lado otras prácticas e interacciones relevantes para comprender lo que sucede dentro de la escuela, así pareciera ser que “lo esencial es invisible al Simce”.[/cita]

Estos mecanismos dan cuenta de un sistema más complejo al de nuestra unidimensional prueba Simce. Pero al igual que en Chile, este sistema de alta competencia entre escuelas trajo sus críticas, ya que muchas de las escuelas comenzaron a centrarse casi exclusivamente en los resultados de la prueba y en métodos para mejorarlos. Esta consecuencia se vio reflejada en dos aspectos: 1) aquellas materias que eran relevantes para el ranking y que ayudaban a los colegios a atraer a padres y potenciales alumnos fueron reforzadas, dejando a un lado otras materias que no eran examinadas, en detrimento de una educación más holística, y 2) comenzó un proceso más riguroso de selección de los estudiantes, donde se puso mayor énfasis en maximizar en las escuelas el número de estudiantes con un alto rendimiento en la prueba («activos») y minimizar el número de estudiantes con bajo rendimiento (“pasivos”), manifestándose así una abrumadora presión para los estudiantes.

De este modo, en vez de promover elección de los padres y diversidad, el efecto fue el inverso: menos innovación y más conservadurismo en la toma de decisiones en las escuelas, rechazando cualquier medida riesgosa que pudiera afectar los indicadores de desempeño de la escuela. A pesar de las repetidas críticas a esta práctica de ranquear a las escuelas, el Ministro de Educación de ese entonces, Teo Chee Hean, se negaba rotundamente a abandonarla, declarando que “(…) el ranking académico es todavía importante, porque es una cuestión de ‘accountability’ (…). Los padres, los contribuyentes y los miembros del Parlamento quieren saber cómo les está yendo a sus escuelas, en relación con otras escuelas del mundo”.

Pero ¿cómo entonces Singapur eliminó esta práctica? El proceso fue gradual y pensado como una política a largo plazo, algo que nos falta aprender en Chile y donde Singapur es un experto. Una primera revisión externa encargada por el Ministerio de Educación se realizó en 1997. Este informe señaló los aspectos negativos de ranquear a las escuelas y creó el primer impulso para examinar el ejercicio de la clasificación escolar. Aunque el ranking continuó después del informe, fue modificado posteriormente en 2004 por un ‘sistema de bandas’, el cual agrupó a las escuelas secundarias en diferentes rangos en función de sus resultados en la examinación nacional, GCE ‘O’ level. De este modo, la publicación de esta nueva clasificación por parte del Ministerio se basó en una escala en que ubica a cada escuela secundaria en alguna de las nueve bandas. Así se pasó de una clasificación de los resultados académicos exactos, a bandas o grupos de escuelas con rendimientos académicos similares. Luego de casi una década desde la implementación de este segundo mecanismo más “flexible” se decide poner fin a la historia del ranking de escuelas por parte del Ministerio. Como declaró el propio Ministro de Educación, Mr. Heng Swee Keat, la utilización del sistema de bandas “se interpone en el camino de ‘cada escuela, una buena escuela’, ya que crea una percepción de que el MOE mide sus escuelas estrictamente por las calificaciones académicas».

Ahora bien, ¿por qué el Ministerio de Educación decide eliminar finalmente el sistema de ranking? Singapur ha logrado obtener buenos resultados especialmente en las áreas de las matemáticas y ciencias en las evaluaciones TIMSS 2011, pero existía una preocupación por el tipo de estudiante que estaban formando. El investigador singapurense Ng Pak Tee señalaba:“Los estudiantes son alumnos pasivos, orientados a los resultados pero no necesariamente comprometidos o inspirados. Es más, los estudiantes no son innovadores o emprendedores para esta nueva era de la economía basada en el conocimiento”. De este modo, según Ng Pak Tee, el Ministerio de Educación decidió adoptar una definición más amplia del éxito, para cultivar diferentes tipos de talentos y cambió el foco de la educación poniendo mayor énfasis en la calidad más que en la cantidad. Para lograr lo anterior, se generaron diversas reformas al sistema de educación, dirigidas a conseguir que las escuelas y los padres comenzaran a mirar más allá de las calificaciones. Una de las principales políticas que articuló este cambio fue la denominada ‘Teach Less Learn More’ (‘Enseña Menos Aprende Más’), la cual consistió en desarrollar estudiantes comprometidos. Para ello se realizó una reforma curricular y pedagógica, la cual buscó pasar de una “transmisión del conocimiento a una construcción del conocimiento, de una enseñanza didáctica a un constructivismo social; y de calificaciones acumulativas a provisión de retroalimentación formativa”. Hoy en día se busca que las escuelas sean reconocidas por su desempeño en áreas como el fomento del aprendizaje integral y la promoción de los valores ciudadanos. Por otro lado, las escuelas reciben aportes del Estado para desarrollar sus propios programas en áreas no académicas, que pueden ser desde las artes marciales a los bailes de salón. Esto permite que los estudiantes desarrollen otros intereses y que aprendan desde una perspectiva más holística. Al hacer estos cambios, se busca que las escuelas y los padres comprendan que no existe un único criterio para evaluar cuán buenas son las escuelas y que cada una de las escuelas es buena a su manera, tomando en cuenta siempre las necesidades y capacidades únicas de los estudiantes.

Entonces ¿con qué nos quedamos sobre lo expuesto a propósito del movimiento Alto al Simce en Chile? Un sistema de ranking escolar puede generar prácticas que se contradicen con la finalidad que todo sistema educativo debiese fomentar (diversidad, inclusión, curiosidad, etc.), especialmente cuando su utilización se centra en generar competencia entre las escuelas y la selección de los alumnos. De este modo, los sistemas de rankings se convierten en instrumentos de mera medición dejando a un lado el aporte que pueden entregar como herramientas de diagnóstico y mejora. Por otro lado, se debe tomar en cuenta que la eliminación de estos rankings requiere de un proceso inserto en una política mayor a nivel país, relacionado con definir y redefinir los propósitos de la educación. Esta nueva visión sobre el rol de la educación se sustenta también en los desafíos que enfrenta la educación en el siglo XXI con respecto a la era de la globalización del conocimiento. Como señala el investigador Cristian Bellei, esta era está exigiendo a los sistemas educativos mayor énfasis en el desarrollo de la creatividad e innovación, a través del “(…) desarrollo de habilidades para el aprendizaje autónomo y la resolución de problemas, críticas para participar en la sociedad del conocimiento y ejercer la ciudadanía en ambientes cada día más plurales y globalizados”. Por lo tanto, hoy estamos en el momento adecuado para repensar nuestro sistema de medición. El sistema educativo chileno requiere de un sistema menos unidimensional que considere otras aristas que son relevantes para aquellos actores educativos más allá de las autoridades: los padres y los estudiantes. La elección escolar en el Chile de hoy poco tiene que ver con la calidad en términos del Simce. La definición de los padres y los estudiantes sobre qué es calidad tiene relación con ámbitos que van más allá de los cuantificados a través de una prueba. Los padres y estudiantes están preocupados de la relación con los profesores, la seguridad, el ambiente escolar. Hoy el Simce nos está mostrando una pequeña fracción, dejando a un lado otras prácticas e interacciones relevantes para comprender lo que sucede dentro de la escuela, así pareciera ser que “lo esencial es invisible al Simce”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias