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Por mí y por todos mis compañeros

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Claudia Osorio
Por : Claudia Osorio Estudiante de Derecho de la Universidad de Chile.
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Definitivamente el ranking tiene un efecto sumamente reducido y aunque beneficia a ciertos estudiantes que en general siempre han sido los excluidos del sistema, también perjudica a otros tantos, siendo su incapacidad de solucionar el problema discriminatorio motivo suficiente para solicitar su eliminación, pues no hace más que cambiar acotadamente el origen de establecimiento de una reducida cantidad de privilegiados que entran a la universidad.


El sistema educacional no deja de estar al centro del debate en Chile. En esta oportunidad hemos sido testigos de cómo el ranking vuelve a ocupar la discusión pública debido a las sucesivas movilizaciones impulsadas por parte de los estudiantes de los colegios “emblemáticos” en contra de su aplicación en el proceso de admisión a las universidades del Consejo de Rectores.

El ranking es una variable introducida el 2012 que, pretendiendo medir el esfuerzo de los estudiantes en la Enseñanza Media, se introdujo en el Sistema de Admisión a la Educación Superior con el objetivo de, en palabras del vicepresidente del CRUCh, Juan Manuel Zolezzi, beneficiar a los sectores más vulnerables, permitiendo la inclusión y no discriminación de estudiantes a partir del establecimiento educacional del que provienen. Sin embargo, a la luz de los resultados, parece claro que su capacidad de acción es mucho más restringida y compleja de lo que pretendía debido al reducido número de estudiantes que, para bien o para mal, se ven afectados por esta variable. Es decir, aproximadamente solo el 10% del total de seleccionados en la universidad, según datos del proceso de admisión 2013.

Así, para un pequeño grupo, la existencia del cálculo en el Sistema de Admisión representa la única oportunidad de ingresar a la carrera y universidad pretendidas, subiendo los puntajes en la rendición de sus pruebas. No obstante, nos encontramos desde la vereda de enfrente con otro grupo reducido que no se ve favorecido, perteneciente en su mayoría a los llamados liceos emblemáticos, quienes alegan que el cálculo introducido los pone en desventaja, reduciendo sus opciones de ingresar a las carreras y universidades que desean, debido a la gran exigencia académica que requiere obtener altas notas en sus instituciones en comparación con otros establecimientos.

[cita]Definitivamente el ranking tiene un efecto sumamente reducido y aunque beneficia a ciertos estudiantes que en general siempre han sido los excluidos del sistema, también perjudica a otros tantos, siendo su incapacidad de solucionar el problema discriminatorio motivo suficiente para solicitar su eliminación, pues no hace más que cambiar acotadamente el origen de establecimiento de una reducida cantidad de privilegiados que entran a la universidad.[/cita]

El reducido número de estudiantes favorecidos, y el problema que plantean los perjudicados, hacen evidente que la variante del ranking es insuficiente y acarrea problemas en su aplicación. Por ello, al constatar que la medida los perjudica en la carrera de acceso a la Educación Superior, los estudiantes de emblemáticos han impulsado una serie de movilizaciones que parecieran tener como punto central únicamente la eliminación del ranking. Esto con el motivo de seguir asegurando los cupos que tradicionalmente tienen para entrar a la universidad y que legítimamente han ganado dentro de las reglas del juego que plantea un sistema educativo neoliberal basado en las lógicas de competencia, en la que solo algunos tienen el derecho de seguir una carrera en la educación terciaria y donde tales posibilidades aumentan si la Enseñanza Media se cursa en uno de los pocos liceos de excelencia existentes y no en los numerosos colegios para los muchachos del montón, donde estudian, coincidentemente, los más pobres del país.

Es absolutamente comprensible, entonces, que dentro de la incertidumbre del futuro académico, los estudiantes de emblemáticos reclamen el fin al ranking. Sin embargo, lo que no se logra entender es que haciendo gala de su gran capacidad movilizante, organicen marchas y actividades limitándose solo a exigir el fin a la medida específica, sabiendo que esta no es más que una arista de un Sistema de Admisión poco menos que cuestionable, en el que el rendimiento del estudiante en la Prueba de Selección Universitaria, según los datos que el Demre entrega año a año y que han sido respaldados por diversas investigaciones efectuadas por el Mineduc, como la evaluación internacional de 2011 reflejada en el Informe Pearson, depende casi totalmente del nivel socioeconómico que detente y que, incluso, la prueba presenta un sesgo de género en el contenido de algunas de sus preguntas.

Ante la patente falencia de un sistema de admisión que, debido a su pretensión seleccionadora, deja afuera de la educación superior a miles de jóvenes, incluidos en los cálculos de investigadores dedicados al fenómeno, como Francisco Javier Gil, aproximadamente 12 mil de excelencia académica pertenecientes a colegios municipales, cabe entonces preguntarse por qué los estudiantes de los colegios emblemáticos no enfocan sus exigencias de cambios al Sistema de Selección y las centran únicamente en la medida que les afecta principalmente a ellos, casi olvidando que en el resto de los colegios hay miles de jóvenes que también esperan entrar a la universidad y cuya pretensión es lapidada por la acción de un sistema educacional que los perpetúa sin derecho a réplica en el escalafón educativo de más baja calidad.

Si la bandera históricamente propulsada por el movimiento social ha sido el término a la PSU, ¿por qué entonces, justo en el momento en que el sistema educacional es reformulado, abandonarla en pos de una exigencia mucho más incompleta como lo es el fin al ranking, que no hace más que generar división entre los integrantes de los diversos establecimientos?

Estamos de acuerdo. Definitivamente el ranking tiene un efecto sumamente reducido y aunque beneficia a ciertos estudiantes que en general siempre han sido los excluidos del sistema, también perjudica a otros tantos, siendo su incapacidad de solucionar el problema discriminatorio motivo suficiente para solicitar su eliminación, pues no hace más que cambiar acotadamente el origen de establecimiento de una reducida cantidad de privilegiados que entran a la universidad. Sin embargo, el punto sobre el que realmente es necesario reflexionar es por qué no logra su cometido, y ahí es donde se asoma el verdadero problema. Porque, precisamente, para entrar a la educación superior no debiese haber privilegiados. Y esto es lo que como estudiantes en todo nuestro conjunto debiésemos instalar, para que por fin el Consejo de Rectores y el Estado chileno entiendan que o es todos, o no es ninguno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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