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Repetición del debate del ranking como ocultamiento

La estrategia de generar “mercado educativo” en la educación superior ha sido un fraude. Hay oferta, sí, pero de muy mala calidad y muy cara. Los jóvenes con talento y capacidades quieren ir a las Universidades de calidad, y estas no tienen los cupos suficientes. Específicamente, en los últimos 40 años no se ha creado ninguna universidad pública en el país; los cupos disponibles en estas universidades han aumentado muy lentamente y representan menos del 15% de los cupos disponibles, el resto son “privados”. El Estado chileno no ha invertido en educación superior (la tasa más baja de la OCDE), y ha equivocado groseramente su orientación: financiamiento del mercado desregulado, sin control del lucro ni de la calidad, en lugar de inversión pública regulada y de calidad.


En las últimas semanas vuelven a correr ríos de tinta alrededor de la supuesta discriminación que provocará el aumento de ponderación que el ranking tendrá en el proceso de selección para el acceso en 2015 a las Universidades del CRUCh y Asociadas a la PSU, en los estudiantes de los liceos “emblemáticos de excelencia”.

Resulta curioso que se hable de discriminación cuando aparecen tímidas medidas de compensación (acción afirmativa), que pretenden favorecer a los estudiantes con mejor trayectoria de desempeño académico en la educación media (ranking en el NEM: promedio de las notas de los cuatro años de enseñanza media) de cada uno de los colegios y liceos del país, independientemente de sus características socioeconómicas, culturales o de vulnerabilidad.

Es sintomático que los que saltan al ruedo del debate sean los liceos públicos que más “discriminan” al seleccionar y expulsar a sus estudiantes sobre la base de los mismos resultados escolares, favoreciendo de esta forma, desde supuestamente “lo público y emblemático y excelente”, la segmentación, segregación y apartheid educativo que caracteriza nuestro sistema escolar en el concierto internacional.

Se abre un debate entre: defender la estrategia del ascenso meritocrático a través de aceptar, por decisión propia o de los padres, ser seleccionado y segmentado tempranamente para “competir y educarse con los mejores”, cueste lo que cueste; y la estrategia del ascenso meritocrático a través de permanecer en el liceo cercano, vulnerado, público, aprovechando óptimamente las oportunidades disponibles en el entorno. Una suerte de escenificación de la lucha entre “supuestos valores culturales” de las clases medias y los “supuestos valores culturales” de las clases populares.

[cita] La estrategia de generar “mercado educativo” en la educación superior ha sido un fraude. Hay oferta, sí, pero de muy mala calidad y muy cara. Los jóvenes con talento y capacidades quieren ir a las Universidades de calidad, y estas no tienen los cupos suficientes. Específicamente, en los últimos 40 años no se ha creado ninguna universidad pública en el país; los cupos disponibles en estas universidades han aumentado muy lentamente y representan menos del 15% de los cupos disponibles, el resto son “privados”. El Estado chileno no ha invertido en educación superior (la tasa más baja de la OCDE), y ha equivocado groseramente su orientación: financiamiento del mercado desregulado, sin control del lucro ni de la calidad, en lugar de inversión pública regulada y de calidad. [/cita]

El uso del ranking viene a equilibrar marginalmente a favor de los estudiantes más exitosos de los liceos más vulnerados (la mayoría de los públicos) por sobre el 50% de los estudiantes de menores resultados escolares de los liceos de “excelencia”. Lanzando una señal gruesa hacia el sistema escolar y hacia las decisiones familiares: no es la mejor estrategia dejarse seleccionar y segregar tempranamente para lograr el acceso a la educación superior.

El uso del ranking reconoce que la PSU no es el mejor predictor, por sí solo, de permanencia y éxito en la educación superior. No solo no reconoce talentos, sino que oculta la selección de clases socioculturales ocultándola bajo apariencia de “objetividad de prueba estandarizada”.

Se desata una competencia entre “los de abajo” (clases populares y “supuestas” clases medias emergentes), agudizada por los medios aunque en realidad se refiera a un 2% de los estudiantes de enseñanza media. Pero, ¿cuál es el problema oculto?

El problema oculto es muy simple: el número de cupos universitarios de calidad disponibles es menor que el número de jóvenes con talentos y capacidades suficientes para el éxito en la educación superior.

La estrategia de generar “mercado educativo” en la educación superior ha sido un fraude. Hay oferta, sí, pero de muy mala calidad y muy cara. Los jóvenes con talento y capacidades quieren ir a las Universidades de calidad, y estas no tienen los cupos suficientes. Específicamente, en los últimos 40 años no se ha creado ninguna universidad pública en el país; los cupos disponibles en estas universidades han aumentado muy lentamente y representan menos del 15% de los cupos disponibles, el resto son “privados”. El Estado chileno no ha invertido en educación superior (la tasa más baja de la OCDE), y ha equivocado groseramente su orientación: financiamiento del mercado desregulado, sin control del lucro ni de la calidad, en lugar de inversión pública regulada y de calidad.

No es de extrañar que el debate se oriente y azuce a la lucha entre “los de abajo”; porque si estos descubren sus intereses comunes, entonces en lugar de “competir” por los escasos cupos de calidad en las universidades públicas, exigirán un aumento significativo de estos cupos en estas universidades. Por ahí debe comenzar la gratuidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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