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Integración americana: el reconocimiento del pluralismo étnico

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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Es necesario que las nuevas generaciones se movilicen por una nueva manera de ver y de vivir la realidad, por un modo renovado en la política, en los vínculos sociales, en la vida cultural y en las oportunidades económicas.


En la adolescencia me correspondió ir a trabajar durante las Navidades a la panadería de mi abuelo materno. Por aquella época la totalidad de los maestros panaderos eran mapuche, muchos hablaban muy bien su lengua (el mapudungun, la que yo no entendía) y les costaba comprender el español. En esas semanas de trabajo pude conocerlos, entender experiencialmente algo de su cultura, aprender algunas palabras de su idioma y «matar» un cúmulo de «mitos» que en el lugar donde estudiaba y en mi ambiente social se tejían en torno al pueblo mapuche (por ejemplo, que eran alcohólicos, flojos, no confiables, sucios, ignorantes… etc.). Además, me enseñaron a saborear la maravillosa marraqueta que hacían, a disfrutar con el trabajo y con sus eximias habilidades amasando, a reconocer su humor y simpatía,  y a comer ají «cacho de cabra». Al conocerlos pude entenderlos, respetarlos y quererlos.

Las personas –dice Zygmunt Bauman– tendemos a tejer nuestras “imágenes del mundo con el hilo de la experiencia de cada uno”, de lo que se concluye que, si no hemos experimentado la cercanía de personas de otras etnias, de otros estratos socioeconómicos, de otras nacionalidades, de creencias y culturas diversas a las nuestras, etc., será más difícil aceptarlos, reconocerlos y tratarlos dignamente. A la distancia, y desde el desconocimiento y la ignorancia, se suelen construir prejuicios y se edifican los muros más altos de la discriminación y el maltrato humano, se perpetúa una mirada peyorativa hacia los otros (se los hace sentir como inferiores) y en muchas ocasiones se generan, a partir de ello, relaciones prepotentes y avasalladoras, teniendo finalmente como resultado inevitable las prácticas políticas, económicas, sociales y culturales que nos conducen a segregar y a desconocer en el quehacer de cada día la dignidad y la igualdad de derechos.

[cita] Es necesario que las nuevas generaciones se movilicen por una nueva manera de ver y de vivir la realidad, por un modo renovado en la política, en los vínculos sociales, en la vida cultural y en las oportunidades económicas. [/cita]

Es necesario que las nuevas generaciones se movilicen por una nueva manera de ver y de vivir la realidad, por un modo renovado en la política, en los vínculos sociales, en la vida cultural y en las oportunidades económicas, sólo así podremos efectivamente ir reconociendo la riqueza de la pluralidad étnica y cultural, de la diversidad social y económica. Para ello se requiere desarrollar una alta empatía, la cual implica inicialmente «abajarse», como diría Joaquín García Roca, es decir, ser capaces de desprenderse de ese traje «económico, social y cultural» que nos impide reconocer la dignidad en las otras personas y la natural igualdad.

Esto es lo que nos impulsa a actuar desde América Solidaria, esto es lo que nos hace convocar cada año a jóvenes profesionales de todo el continente americano para que se integren, a partir del servicio a los demás, en territorios de pobreza y exclusión, desde sus propias profesiones y asumiendo la riqueza de las personas y comunidades donde se instalan. Nos gustaría cumplir en todo américa con ese sueño que movilizó interiormente a Martin Luther King, desde su fe y compromiso, cuando señalaba que: «He soñado que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los ex esclavos y los hijos de los que fueron amos de esclavos se podrán sentar juntos a la mesa de la fraternidad». A pesar de las dificultades, consideramos que con los jóvenes de hoy estamos mucho más cerca de lograrlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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