Hace un par de años atrás quedé, producto de desórdenes en la vía pública, confinado a un departamento ubicado justo en la esquina de Ricardo Cumming con Alameda con vista privilegiada hacia esta última, desde donde pude observar como unos sujetos encapuchados comenzaban a prender fuego al pórtico de la iglesia de la Gratitud Nacional, en tanto hacia el oriente en el cruce de calle Brasil, un gran contingente policial se encontraba estacionado. Llamamos reiteradas veces al fono de emergencias policiales y, pese a que era evidente que estos efectivos también podían observar lo que acontecía, sólo se movilizaron unos veinte minutos después, tiempo en que la prensa ya había tenido oportunidad de filmar estos desmanes.
Con motivo de las marchas del jueves 28 de mayo constato que Carabineros (carros lanza agua, motos, etc.) se ubican esta vez en la esquina de Erasmo Escala con Cumming a dos cuadras de la Alameda, pese a estar el tránsito vehicular cortado. ¿Por qué no estaban apostados en la esquina conflictiva? A esa altura aun no pasaba nada irregular. Salvo que, justamente por la falta de tránsito, se podía identificar claramente quiénes estaban allí con otros propósitos que sus normales actividades. Más encima como un flash back se repite posteriormente la escena de sujetos quemando la puerta de La Gratitud Nacional.
[cita] Ojala nuestras autoridades políticas obliguen a Carabineros a trasparentar la información que poseen, identifiquen claramente cuáles son sus tácticas para enfrentar contingencias, principalmente las disuasivas, y – por cierto – perdamos la ingenuidad frente a los altos mandos de Carabineros, quiénes no son neutros. Carabineros de Chile como institución nos pertenece a todos, como país, y debe alinearse con los objetivos de una democracia que, buena o mala, es nuestra y debemos cuidarla. Creo firmemente que no hay nada más dañino y que socave más a la democracia que el incorrecto uso de la fuerza represiva del Estado; enardece a unos por la falta y a otros por el exceso. Y, por cierto, Carabineros no puede tener agenda propia, sino la que dictan las autoridades democráticamente electas a las cuales, pese a quien pese, deben someterse. [/cita]
Otra evidencia: viendo noticieros con videos de los desmanes del 21 de Mayo en Valparaíso sale en distintos lugares un mismo sujeto, pateando cortinas, tratando de sacar señalética, ¿tal sujeto no es investigado para saber quién es? Carabineros incluso ahora montó cámaras en muchos de sus cascos ¿para qué?, ¿Para grabar programas de televisión?
El punto es que la disuasión y la prevención no tienen prensa, y quienes quieren obtener buena aprobación en las encuestas la necesitan. Tal parece que no solo los políticos trabajan para las encuestas.
La impresión que hoy da es que siempre son los mismos sujetos y en los mismos lugares quienes se desmadran y causan daños diversos, sin embargo Carabineros, dotado cada vez más de múltiples recursos humanos y materiales, no pueden identificar, controlar ni contener a unos pocos rapaces. Por el contrario reprimen con fuerza al unísono a quienes pacíficamente se manifiestan como hemos visto reflejado al menos en dos casos emblemáticos y recientes, como los de Rodrigo Avilés y Paulina Estay. Y este esquema se reitera una y otra vez. ¿Casualidad?, ¿ineptitud?, ¿inteligencia policial?
Descartada la casualidad, si es ineptitud, desmitifiquemos entonces: Carabineros también es parte de los derrotados en la lucha contra la delincuencia, porque quienes hacen destrozos y causan daño son delincuentes y deben ser tratados como tales.
Si es inteligencia policial, entonces quienes la estudian en esta institución, parecen haber adoptado lo que se conoce como la doctrina del shock: no prevenir. Es mejor que se causen estragos y luego llegar -al igual que en las viejas películas del oeste – como la caballería, y quedar cual héroes ante la población que aterida de miedo no atina a reflexionar. Así, con el miedo como su gran aliado, concatenan múltiples objetivos: se deslegitiman las manifestaciones sociales. Se justifica “la mano dura”. Se desvía el foco de atención de los excesos policiales. Se justifican ingentes y sucesivas inyecciones de recursos pagados con nuestros impuestos. La indignación ciudadana es el fruto que cosechan, mientras las autoridades políticas tienen que estar dando explicaciones por doquier. Y, por si todavía no quedasen suficientes indignados, siguen tirando bombas lacrimógenas (en una ciudad con preemergencia ambiental), de modo que al día siguiente todo aquel que trabaje en un amplio radio no pueda sustraerse de lo supuestamente ocurrido por el fuerte olor y reniegue de cualquier ejercicio democrático y legítimo.
Ojala nuestras autoridades políticas obliguen a Carabineros a trasparentar la información que poseen, identifiquen claramente cuáles son sus tácticas para enfrentar contingencias, principalmente las disuasivas, y – por cierto – perdamos la ingenuidad frente a los altos mandos de Carabineros, quiénes no son neutros. Carabineros de Chile como institución nos pertenece a todos, como país, y debe alinearse con los objetivos de una democracia que, buena o mala, es nuestra y debemos cuidarla. Creo firmemente que no hay nada más dañino y que socave más a la democracia que el incorrecto uso de la fuerza represiva del Estado; enardece a unos por la falta y a otros por el exceso. Y, por cierto, Carabineros no puede tener agenda propia, sino la que dictan las autoridades democráticamente electas a las cuales, pese a quien pese, deben someterse.