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El “nuevo” INE y la renuncia del presidente de Conicyt

José Edwards
Por : José Edwards Profesor Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez
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La reciente renuncia del presidente de Conicyt, junto al también reciente envío del proyecto de ley que dota al Instituto Nacional de Estadísticas de una nueva institucionalidad (nuevo INE), abren la oportunidad de discutir brevemente el tema de la producción de datos de encuesta en Chile. Tal y como lo ha anunciado la Presidenta, el nuevo INE trae consigo el objetivo de generar información de calidad con el fin de restablecer la confianza en el funcionamiento de la democracia chilena (deteriorada entre otras cosas por el desafortunado anuncio del dato de pobreza de la encuesta Casen 2011, y la confusión generada en torno a la calidad del Censo 2012).

El nuevo proyecto de ley apunta a mejorar parte del problema de la producción de datos en Chile. Busca crear un sistema estadístico nacional basado en principios compartidos por organismos internacionales como la ONU y la OCDE, y da al nuevo INE un carácter técnico, y funcionamiento independiente al Poder Ejecutivo. Crea un Consejo Estadístico Nacional encargado de asesorar a los distintos servicios del gobierno (una finalidad política), y de asegurar la colaboración del INE con universidades e investigadores (una finalidad académica). Es sobre este último punto que trata este comentario.

[cita tipo=»destaque»] Si bien el “nuevo INE” representa un paso en la buena dirección, en Chile es más bien necesario un salto que nos permita considerar las encuestas (hoy tan de moda) como el objetivo legítimo de un plan nacional para el desarrollo y progreso científicos.[/cita]

En un proyecto recientemente financiado por Fondecyt (N°11130072), se ha realizado un análisis comparado de la historia, metodología y técnicas de producción de datos de encuesta. A la diferencia del caso chileno, interrumpido entre otras cosas por la dictadura y la falta de un programa riguroso y sistemático de producción de datos con finalidad académica, la mayoría de los países desarrollados cuentan con “encuestas longitudinales” o “paneles” de hogares que siguen una muestra representativa de sus habitantes a lo largo del tiempo.

En Estados Unidos, esto se hace desde 1968 a través de la encuesta “Panel Study of Income Dynamics (PSID)”. La PSID, producida desde sus inicios por la Universidad de Michigan, fue inicialmente encargada por la Administración del Presidente Johnson para enfrentar la guerra de su gobierno contra la pobreza (una finalidad política). Con el paso del tiempo esa encuesta se fue perfeccionando, hasta llegar a manos de la  National Science Foundation (NSF) –el “equivalente” a Conicyt en Estados Unidos– que forzó su transformación desde una “herramienta política” (como lo es la Encuesta Casen) hacia una “herramienta académica” (inexistente en Chile).

Hoy en día es posible encontrar y estudiar miles de publicaciones académicas de primer nivel basadas en datos de encuestas longitudinales de hogares para países desarrollados, entre los cuales Chile no está. Investigadores de todas partes del mundo realizan estudios científicos de una gran diversidad de temas, incluyendo pobreza, calidad del empleo, educación, confianza y felicidad. Las instituciones académicas encargadas de producir los datos presentan sus encuestas como “telescopios sociales”, en analogía a los telescopios u observatorios astronómicos (varios de ellos en Chile) cuyo producto es compartido por astrónomos del mundo entero.

Si bien el “nuevo INE” representa un paso en la buena dirección, en Chile es más bien necesario un salto que nos permita considerar las encuestas (hoy tan de moda) como el objetivo legítimo de un plan nacional para el desarrollo y progreso científicos. Para dar ese gran salto se hace cada vez más urgente la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, fundamental para apurar el desarrollo general de Chile tal y como advierte el ahora ex presidente de Conicyt.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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