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El difícil camino para intentar hacer ciencia en Chile

Matías Diaz
Por : Matías Diaz Ingeniero Civil en Electricidad, U.de Santiago, Magister en Ciencias de la Ingeniería, U.de Santiago, Doctor(c) en Ingeniería Eléctrica, U. de Chile, PhD(c) Electrical and Electronic Engineering, The University of Nottingham
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Cada vez que ingreso en internet, leo un diario o veo televisión, noticias de fraudes, colusiones, leyes truchas, boletas ideológicamente falsas y asesorías “verbales” hacen que piense que vivimos en un país donde algo funciona realmente mal. No creo que sea cosa de este Gobierno ni de partidos políticos… creo simplemente que las cosas se conducían “a lo amigo” porque la fiscalización y el empoderamiento de la ciudadanía lo permitían hasta hace unos años. El punto positivo es que en el futuro (ojalá cercano) esto debería mejorar.

Entonces cuando me deprimo por el funcionar de nuestro país trato de concentrarme en mi trabajo, en el que siento que puedo ser un aporte para el desarrollo de Chile. No soy un investigador ni un científico, pero estoy trabajando arduamente para convertirme en uno y desde mi posición –en la academia probablemente, en Chile no hay muchas otras alternativas– aportar a construir a un país más justo, equitativo y desarrollado.

El camino para convertirse en un investigador no es sencillo. Escribo desde mi experiencia y de lo que veo en el círculo en que me muevo, pero, por lo menos en ingeniería, se requiere de una serie de postgrados y algo de mérito académico. En mi caso, estudié ingeniería civil en electricidad y luego hice un magíster en ciencias de la ingeniería, pero para lograr un nivel de independencia en un área del conocimiento que permita realizar algún aporte novedoso y práctico para nuestra sociedad, se requiere seguir estudiando y realizar un doctorado, que habitualmente toma entre 4 o 5 años (a no ser que seas candidato a Fiscal Nacional, caso en el que te puedes demorar 11).

Si saco la cuenta, 6 años de ingeniería civil, 2 años de magíster, buenos antecedentes académicos, experiencia en docencia universitaria, participación en proyectos de investigación y una que otra publicación internacional aseguran una buena postulación a alguna beca que permita permanecer en esta senda por 4 años más para realizar el doctorado. En este punto, hay dos alternativas: realizarlo en Chile o en el Extranjero. En ambos casos, la beca cubre el arancel y te otorga una manutención de $650.000 (Chile) o $1.200.000 (extranjero). Por lo tanto si quieres ser científico en Chile, deberías considerar 12 años de formación y al menos 4 años con un sueldo de $650.000.

¿Qué pasa después de terminar el doctorado? No tengo ni idea, porque aún me quedan dos años para ese punto, pero entiendo y lo he visto en colegas algo mayores que yo, que al haber financiamiento estatal de por medio tienes que volver a Chile (si lo hiciste en el extranjero) o permanecer en Chile. Becas de inserción de capital humano, concursos de postdoctorado, alguna plaza en una universidad (si tienes suerte) son las posibilidades laborales que te esperan. En la mayoría de los casos, los sueldos son cercanos a $1.6000.000 y hay pocas probabilidades de obtener un contrato indefinido.

Por lo tanto, si eres uno de los mejores estudiantes de tu generación, mostraste excelencia académica y decidiste perfeccionarte por 2, 4 o 6 años luego de terminar tu carrera, lo que nuestro país ofrece es un sueldo bajo e inestabilidad laboral. A las mejores mentes del país, las más brillantes, las que probablemente destacan en las mejores universidades y centros de investigación del mundo, Chile les ofrece un sueldo sumamente no acorde e inestabilidad laboral.

[cita tipo=»destaque»] Las asesorías “verbales” de Jorge Pizarro Cristi, hijo del connotado amante del rugby Jorge Pizarro, alcanzan para pagar 1 año de trabajo de dos científicos con el grado de doctor. Las ganancias por la venta de terrenos en Machalí por parte de Natalia Compagnon, alcanzarían para integrar a 1667 investigadores al desarrollo de ciencia y tecnología.[/cita]

Si contrastamos el bajo presupuesto con el que se enfrentan los investigadores en Chile, con el dinero que se ha malversado, redireccionado o derechamente robado en alguno de los casos de corrupción más recientes, aparecen interesantes indicadores.

Por ejemplo, las asesorías “verbales” de Jorge Pizarro Cristi, hijo del connotado amante del rugby Jorge Pizarro, alcanzan para pagar 1 año de trabajo de dos científicos con el grado de doctor. Las ganancias por la venta de terrenos en Machalí por parte de Natalia Compagnon, alcanzarían para integrar a 1667 investigadores al desarrollo de ciencia y tecnología. El dinero aportado por el Gobierno para cofinanciar el funcionamiento del Transantiago emplearía a otros tantos miles de investigadores y las ganancias alcanzadas por la colusión en el conocido cartel del confort nos permitirían invertir en un proyecto estratégico nacional que nos haga explotar y manufacturar el litio, para convertirnos en potencia mundial de este tipo de tecnología.

Pero, en fin, así es mi país y hay que tratar de mejorarlo. Con todo lo antes expuesto y hasta este punto mi molestia no es tan grande. Mal que mal, nadie me obligó a seguir estudiando y los que decidimos ir por esta senda lo hacemos por voluntad propia y vocación, pues no todo es dinero y hacer ciencia tiene muchas cosas positivas también.

Mi molestia comienza cuando quienes nos gobiernan, que claramente no son las mentes más brillantes que nuestro país ha producido, y que ganan hasta 10 veces más que las verdaderamente brillantes, se llenan la boca hablando del desarrollo de la ciencia, tecnología e investigación en el país, hacen promesas de campaña hablando de un ministerio de, reclutan a una de las personas más capaces del país para dirigir Conicyt, se dan el lujo de no pagarle el sueldo durante 6 meses y nadie se hace responsable. La agenda del Gobierno gira en torno al paro del Registro Civil, a los escándalos de corrupción, a la gratuidad amorfa que se propone para educación el 2016, pero ni un comentario –o disculpa al menos– por la renuncia de Francisco Brieva y ni luces de un posible Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Lamentablemente este país funciona ante contingencias: esperamos un tsunami para dirimir sobre planes reguladores en los bordes costeros; esperamos que se queman cerros en Valparaíso para regularizar las viviendas; esperamos que aluviones hagan desaparecer varias ciudades en el norte para pensar en sistemas de contención; esperamos que los estudiantes salgan a las calles y paralicen el país para regular el sistema de educación más caro del mundo.

Por favor, no esperemos a estar más sumidos en medidas cortoplacistas, no esperemos a tener más políticos involucrados en casos de corrupción que investigadores, no esperemos a que se nos acabe el cobre, antes de verdaderamente fomentar el desarrollo del pensamiento, la ciencia y tecnología. Por favor, que nuestros gobiernos no sigan escogiendo la ignorancia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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