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Derecho a voto a jóvenes de 16 años, una utopía sin bases

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Gabriel Graus
Por : Gabriel Graus Director asociado de Humano Comunicaciones
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«Los jóvenes comprometidos son pocos y la mayoría conoce la importancia de ser ciudadano luego de ingresar a la universidad, por lo que es evidente que aquellos que no acceden a una educación superior no tienen conciencia ni mayor interés en participar en política».


A veces pareciera que para nuestros políticos vivimos en un mundo paralelo, ya que se esmeran por hacernos creer que sus ideas innovadoras harán de nuestra idiosincrasia una sociedad mejor. Al menos eso es lo que parece al pretender reformar el artículo 13 de la Constitución Política de nuestro país para que nuestros niños puedan acceder a ejercer derecho a sufragio, como todo ciudadano comprometido y responsable.

Parece coincidencia que esta iniciativa se cruce con la pobre concurrencia a las primarias  municipales pasadas, que llegó a un magro 5,5% de participación a nivel nacional. Me imagino que piensan que nuestros niños de 16 a 18 años habrían incrementado ese porcentaje, producto de la Educación Cívica que se les inculca en sus aulas. En todo caso, es bueno recordar que recién desde el próximo año se reintegra al Currículum Nacional, y como materia obligatoria, “Educación Cívica”.

La Educación Cívica fue desplazada como materia en 1998 durante el gobierno de Eduardo Frei tras la reforma educacional, lo que constituyó un craso error y un acierto para quienes quieren mantener ignorante a la ciudadanía, algo que pensamos ocurrió en buena medida con varias generaciones. Es así que creemos que no sirve darle el derecho a sufragio a un menor de 16 años, quien aún cursa enseñanza media y no sabe que estudiar, más aún, no tiene una mínima formación como ciudadano, por lo que no sabe expresar sus ideas ni ejercer deberes y derechos. Además, pueden resultar fácilmente persuadidos por argumentos melosos, falaces y retóricos.

Un proyecto similar fue presentado en 2007 donde la edad propuesta para sufragar fue de 14 años, pero la iniciativa resultó un fracaso, por lo que de aprobarse este nuevo proyecto con la utópica idea de tener un ciudadano de 16 años, no tendrá el impacto esperado en la  participación ciudadana. En razón de los argumentos anteriormente expuestos, es sabido que los jóvenes que se expresan son aquellos que tienen una base, en donde el núcleo familiar tiene un importante papel a través del ejemplo dado por esos mayores que ejercen el derecho a voto, como también en la importancia que le dan a la acción política o al desarrollo de nuestro país.

Los jóvenes comprometidos son pocos y la mayoría conoce la importancia de ser ciudadano luego de ingresar a la universidad, por lo que es evidente que aquellos que no acceden a una educación superior no tienen conciencia ni mayor interés en participar en política, pues no comprenden las normas sociales al no tener la formación ni los valores en esta importante área cívica, lo que determina una baja participación ciudadana. Esto se refleja en nuestros jóvenes con el típico “no estoy ni ahí”, “no me afecta”, “no me interesa”.

Un pueblo ignorante es el instrumento ciego de su propia destrucción y ciertamente es lo que nos inunda cada día en nuestras pantallas y diarios. El caos en las calles ya no sorprende y solo nos preguntamos ¿cómo es esto posible?,  cuando la pregunta debería ser ¿cómo es posible que demoremos tanto en implementar una solución?,  solución que llegará solamente de la mano de una mejor y mayor educación.

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