Se tratará de hablar de fantasmas, de espectros, de lo que queda del muerto, como escribía Jacques Derrida. Pero se tratará también de un hombre de carne y hueso que es, a la vez, tan humano como fantasmagórico.
Titulamos esta columna, por cierto, citando la primera frase del Manifiesto Comunista de Marx: “Un fantasma recorre Europa”. Para Marx se trataba del comunismo; para nosotros, del pinochetismo en su versión técnica-civil, la misma que, erróneamente, hemos creído muchas veces en retirada de la sociedad chilena.
Y es que este hombre trae consigo, sobre sus hombros y en su discurso, no solamente la actualización de una retórica pro AFP, sino que, a través de él, vuelven a revelársenos –desde una dimensión desconocida y fantasmal– esas fatídicas y promiscuas orgías que originaron el Chile que hoy conocemos.
Me refiero a la cópula entre el fascismo y el neoliberalismo, entre los milicos y los chicos de Chicago, entre la metralleta y la calculadora. En esta línea es extraño, digo también bizarro y exuberante, escuchar a José Piñera. En cada una de sus palabras, frases, argumentos, etc., se desliza sin el menor pudor todo un conjunto de prescripciones ideológicas asociadas a otro tiempo. Hace emerger desde la tumba y resucita sin titubeos un momento de la historia de Chile tan trágico como definitivo. A través de su, diremos, ideario, trae de vuelta a Jaime Guzmán, Miguel Kast, Álvaro Bardón, entre tantos otros fantasmas que considerábamos no solo bajo tierra en términos literales, sino que enterrados y desterrados del Chile actual.
Hay alrededor de este hombre una cierto éter, algo así como una envoltorio metafísico que lo vincula tanto a los muertos como a los vivos. Con la fuerza espectral del pasado irrumpe en el presente de nuestro país con toda la violencia que esos mismos fantasmas le imprimen y facilitan. Piñera José no necesita de ningún tipo de legitimidad social o de partidos políticos que lo soporten, tampoco de una descomunal riqueza económica, su fuerza (y peligrosidad) viene de una extraña y difusa región desde la cual se sirve para autovalidarse y entrar en escena. Está solo, lo sabe, pero esta solo en relación con los vivos. Toda su compañía son los fantasmas que evoca e invoca para darles estructura a sus posiciones.
[cita tipo=»destaque»]Hace emerger desde la tumba y resucita sin titubeos un momento de la historia de Chile tan trágico como definitivo. A través de su, diremos, ideario, trae de vuelta a Jaime Guzmán, Miguel Kast, Álvaro Bardón, entre tantos otros fantasmas que considerábamos no solo bajo tierra en términos literales, sino que enterrados y desterrados del Chile actual.[/cita]
Es por esta razón , quizás, que su escandaloso apoyo al sistema de previsión chileno no encuentra nunca un espacio para la autocrítica. Sobre la base de estadísticas utilitarias legitima el “éxito” de nuestro sistema ratificándolo como su propia obra, la cual, por cierto, no encuentra en su análisis ningún tipo de filtración y es absolutamente perfecta. Piñera se autorrecompensa psíquicamente al ritmo de un pasado glorioso que fundó esta sociedad tan competitiva y que es, según él, un ejemplo para el mundo. Al mismo tiempo habla del “Presidente” Augusto Pinochet y pide respeto por la figura de un asesino, el que se revela, a esta altura, como el fantasma jefe al cual, parece ser, nunca dejó de rendirle tributo o de invocarlo en la soledad de su despacho.
No hablaremos del flaco favor que le hace a su hermano Sebastián. Este último sabe que no hay posibilidad de ganar nuevamente la Presidencia si no se promete un cambio sustantivo al sistema de previsión social (y esto para todos los candidatos). Si hay algo que hoy es transversal en la sociedad chilena es el repudio a las AFP y al tipo de vejez y de individuos que construyen. Hay más acuerdo en la sociedad chilena sobre este punto que sobre la reforma a la educación, a la Constitución, etc. El tema es total y completamente ineludible para cualquiera que quiera sentarse en La Moneda.
Pero esto no le importa a José. El viene armado de pasado y con una hueste considerable de fantasmas que lo defenderán y blindarán. También está armado con datos y estadísticas frondosas sobre las glorias de un país que debe agradecérselo todo al momento exacto en que el fascismo y los técnicos intimaron. Él es excéntrico, marginal en sentido extramoral, y no teme que un país entero, un país de vivos, se le venga encima. Sus fantasmas y espectros matones estarán ahí siempre para prestarle ropa.
José Piñera ahorró, tuvo su propia previsión y hoy viene a cobrarla. Pero no ahorró dinero, sino fantasmas que hoy le rentarán altamente. A tener cuidado con los que vienen del más allá dictatorial.