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La operación de la elite: Lagos y Piñera

Matías Valenzuela
Por : Matías Valenzuela @mnetcl Comisión Política Izquierda Ciudadana
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Los resultados de la última encuesta CERC-MORI frente a la pregunta abierta ¿quién será el próximo presidente de Chile?, indican que el 14% cree que será Ricardo Lagos, y el 24%, Sebastián Piñera. Sin embargo, ante la pregunta ¿por quién votaría?, Ricardo Lagos obtiene un 28% y Sebastián Piñera 26%. Resulta interesante cruzar estos números con los datos obtenidos por el estudio Big Data de Prensa de la USACH, que señala que los dos presidenciables con más cobertura en prensa son Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, teniendo el primero el doble de fuerza que el segundo en el indicador mencionado. Es decir, los dos candidatos mayormente cubiertos por la prensa son los que obtienen más apoyo, no obstante, un 63% no tiene ningún nombre que dar e incluso más del 40% en el escenario Lagos/Piñera derechamente no votaría.

Ahora bien, más allá de las cifras, los escenarios políticos son en sí mismos líquidos y porosos, donde la irrupción de lo ignoto y la incertidumbre son latencias presentes. La abigarrada complejidad de la política no cabe en una planilla excel, donde los cálculos y los datos dan resultados invariables. Dicho lo anterior, si bien lo líquido es una característica perenne y definitoria de todo escenario, resulta indesmentible que en el Chile actual esta condición líquida se ha maximizado. Los indefendibles casos de corrupción, la pérdida de legitimidad de las instituciones y sus actores y, por último, la horadación de los viejos consensos que cartografiaban y daban sentido a la transición han hecho, de esta, una condición vaporosa donde la incertidumbre llega al paroxismo y el futuro se ha hecho impredecible.

[cita tipo=»destaque»]La élite busca disminuir al mínimo la incertidumbre. Lo anterior se hace manifiesto en la apuesta de los medios de comunicación hegemónicos y conservadores por buscar instalar, primeramente, la dicotomía orden/desorden como narrativa de la disputa política (en contraposición con “las reformas mal diseñadas”) y, luego, proponer viejos y conocidos liderazgos que poco tienen que ver con la emergencia del nuevo Chile. En rigor, se está diseñando una segunda vuelta con “ganador conocido” entre Lagos y Piñera.[/cita]

En ese contexto y puestas sus cartas sobre la mesa, la élite busca disminuir al mínimo la incertidumbre. Lo anterior se hace manifiesto en la apuesta de los medios de comunicación hegemónicos y conservadores por buscar instalar, primeramente, la dicotomía orden/desorden como narrativa de la disputa política (en contraposición con “las reformas mal diseñadas”) y, luego, proponer viejos y conocidos liderazgos que poco tienen que ver con la emergencia del nuevo Chile. En rigor, se está diseñando una segunda vuelta con “ganador conocido” entre Lagos y Piñera, bloqueando por más tiempo las nuevas preguntas, la necesidad de nuevas respuestas y el encuentro entre política y ciudadanía.

Resulta preocupante que el campo crítico, tanto dentro como fuera de la Nueva Mayoría, esté donde las elites quieren tenerlo: en la más total e inapelable impotencia.

Por un lado, están quienes ven a Lagos como el “candidato inevitable”, una especie de destino inexpugnable; y, por otro, quienes ven en una segunda vuelta Lagos versus Piñera la reafirmación material, concreta, de todas sus sospechas sobre los límites y posibilidades de la disputas institucionales, debido a que la instalación de dos liderazgos que no albergan ninguna esperanza sobre reformas significativas les daría la razón en que los “de abajo” no podrían concentrar fuerza pública (en/sobre las instituciones) para controlar y limitar los abusos del poder privado.

Bajo la supuesta omnipotencia del “candidato inevitable”, creemos necesario reivindicar la política en su mejor sentido. Compartimos que una de las cuestiones fundamentales de esta actividad es la de nombrar, la de generar sentidos compartidos, pero la política no solo es un campo en sí mismo (sobre todo con sus actuales fronteras de inclusión/exclusión) sino un cierto grado de intensidad en la asociación y disociación de las personas. Reivindicar la agenda de cambios y reformas, posicionando la dicotomía de lo nuevo/viejo ensancha el margen de maniobra para desarticular la operación de la élite que sigue sin convencer a un número significativo de ciudadanos.

Un país que dimensiona la distancia entre sus necesidades y las instituciones heredadas de la dictadura, con un alto protagonismo ciudadano como herramienta político-pedagógica, estrecha las posibilidades de la agencia mediática, al mismo tiempo muchos creemos en la importancia de tomar la iniciativa caminando más allá de la tradicional lógica de articular sectores sociales “afines” y sumar, en cambio, un horizonte histórico nuevo que haga sentido a las y los chilenos, razonable, si se quiere decir de algún modo, y que su radicalidad no le otorgue un lugar de marginalidad.

Por tanto, de lo que se trata es de superar el actual escenario con más y mejor política, es decir, de anteponer a los viejos liderazgos y a las añejas respuestas una renovada acción programática acompañada de una pluralidad de nuevos y descentralizados liderazgos que abran y desborden los pretéritos diseños institucionales del autoritarismo. Y esta es una tarea generacional, tanto para quienes estamos dentro de la Nueva Mayoría como para quienes están fuera. Ojalá podamos caminar juntos en esto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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