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Estigmas sociales, diversidad y “normalidad”

Angélica Cárdenas
Por : Angélica Cárdenas U. Diego Portales
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“Hablen de temas relevantes para todos”; “hablen de trabajo y delincuencia, las minorías solo son minorías”; “si nació mujer u hombre lo será hasta que se muera”; “los homosexuales son intolerantes porque no aceptan que otras personas piensen que ser homosexual es errado”; “ser trans es una enfermedad mental”… con frases de este tipo convivimos diariamente en la sociedad chilena.

En vísperas de elecciones primarias, resulta lamentable para un país, que en debates, temas como una ley de identidad de género, matrimonio homosexual y adopción homoparental resulten poco atractivos al general de los ciudadanos.

¿Existe lo “normal”?

Quienes poseen poder utilizan los estigmas a su capricho, desvalorizando a ciertos sectores al contraponerlos a una idea preconcebida de normalidad. En palabras simples, terminamos creyendo que somos “normales” y que quienes no se ajustan a la norma social son inferiores, o distintos.

[cita tipo=»destaque»]El hecho de que no nos preocupemos por garantías que velen por la integridad de minorías, y creamos que sólo debemos preocuparnos cuando algo nos afecte directamente, demuestra que como país estamos muy alejados de una verdadera cultura de derechos humanos y por tanto muy alejados de ser una sociedad desarrollada.[/cita]

Pero esta idea no es nuestra, ha sido impuesta por el medio en el que nos desenvolvemos, pues los estigmas y lo que es considerado normal muta en el tiempo.

Al no hacer el mínimo esfuerzo por informarnos sobre aquello que desconocemos (pregúntate en este momento si conoces la distinción entre orientación sexual, identidad de género y expresión de género); terminamos condicionados a un pensamiento que nunca fue nuestro, lo que se traduce en que nunca seremos capaces de exigir y por tanto lograr vivir en la sociedad que deseamos, sino en la que acomode a quienes detenten poder -en todos los ámbitos: religioso, político, etc-.

Así, verán como resulta mucho más fácil no tener que preocuparse por tener una legislación progresista que genere un ambiente general de respeto y aceptación. Si todos los ciudadanos se informaran sobre los derechos que les son inherentes por el solo hecho de ser humanos, los políticos y legisladores estarían en un gran aprieto, pues solo cumplen con los requerimientos mínimos en ésta materia.

El hecho de que no nos preocupemos por garantías que velen por la integridad de minorías, y creamos que sólo debemos preocuparnos cuando algo nos afecte directamente, demuestra que como país estamos muy alejados de una verdadera cultura de derechos humanos y por tanto muy alejados de ser una sociedad desarrollada. Al acceder a la idea impuesta de que los derechos de aquellos “distintos” no es parte de nuestra lucha, nunca habrá una situación de igualdad de derechos para todos, sino que siempre van a variar los grupos afectados.

Como sociedad tenemos un largo camino por recorrer y esto se evidencia, por ejemplo, en los intentos recientes por parte de la Corporación Comunidad y Justicia de amedrentar a quienes constituyen nuestro sistema judicial, a través de la interposición de una querella por prevaricación sin siquiera haber presentado recursos, contra la sentencia que autorizó el cambio de nombre y sexo registral de una menor.

Esto generó menos ruido del que debió, pues resulta muy grave el intento expreso de manipular el sistema, para mantener en pie un estigma que quieren creamos correcto.

Resulta completamente equivocada la aseveración del querellante de que la autorización de cambio de sexo registral constituye una orden de inscripción de un hecho falso y, por consiguiente, contrario a la ley; y que deberían siempre los jueces abstenerse de emitir juicio declarándose incompetentes. Esto, dado que, para fallar, deben tener los jueces presente la obligación y el compromiso del Estado de Chile de respetar los Tratados Internacionales conforme a lo establecido en la Constitución, lo que incluye garantizar sin ningún tipo de discriminación, los derechos y libertades contenidos en la Convención Americana de Derechos Humanos, la cual incluye la identidad de género de las personas como categoría protegida.

Algo relevante aquí es que lo ocurrido evidencia un vacío en nuestra legislación, en relación a la protección de los derechos de niños y niñas respecto a su identidad de género.

No existen en nuestro país, discusiones políticas ni leyes que regulen la situación de menores cuya identidad de género autopercibida difiera de la determinada en los documentos que le identifican, como por ejemplo, mediante la implementación de la posibilidad de dejar como sexo indeterminado aquel que defina al infante, hasta que éste, con plena capacidad de discernimiento, determine el sexo que le identifique.

Esto es de suma importancia dado que la identidad de género es parte indispensable de su personalidad y, por tanto, de cómo se relaciona con el mundo.

Asi las cosas, si no comenzamos a reflexionar acerca de qué o quienes moldean nuestro pensamiento, no seremos capaces de generar un poder ciudadano suficiente que se superponga a los estigmas sociales impuestos; y así encaminarnos a una sociedad desarrollada, donde quienes en ella conviven gozarían del pleno ejercicio de sus derechos por el solo hecho de ser personas, sin ningún tipo de discriminación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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