Todo sería distinto si los estudiantes de la educación técnica marcharan. Qué diferente sería si la fiesta del movimiento estudiantil del 2011 se hubiera vestido de demandas por la educación técnica. Qué distinto sería si nuestros legisladores y autoridades políticas hubiesen estudiado en la técnica. Con ese escenario, es muy probable que estos temas estarían hoy en los primeros lugares de la agenda. Esto, sin embargo, no ocurrió.
Aunque en los últimos años algo se discutió sobre educación técnica, sigue siendo una lluvia de ideas que no resuelve los problemas estructurales que están afectando a la mitad de estudiantes que egresan de la enseñanza media y a la mitad de quienes ingresan a la educación superior.
Con esta convicción, en Educación 2020 queremos que la educación técnica sea prioridad país de aquí al año 2030. Por eso es que en nuestro Plan Nacional (el diagnóstico y propuesta más ambicioso que hemos creado) proponemos medidas para salvar la deuda que le debemos a miles de jóvenes y trabajadores que se esperanzan en esta formación. Hoy, en el día de la Educación Técnico Profesional, presentamos los principios en que se basa nuestra propuesta.
[cita tipo=»destaque»]La educación técnica ya no resiste más abandono. Debiera removernos la conciencia que estamos castigando el presente y el futuro de jóvenes, trabajadores y trabajadoras que creen en la eterna promesa de la educación técnica. Debiera importarnos que con la educación técnica nos jugamos el desarrollo del país y de las regiones. El sector TP merece un estatus de alto valor social.[/cita]
La educación técnica es, ante todo, para ciudadanos y ciudadanas. La educación técnica debe dejar de ser vista como formación de mano de obra. Solo basta ir a un liceo técnico y hablar con sus estudiantes para darse cuenta de que tienen motivaciones de seguir estudios superiores, desarrollar las artes o explorar su creatividad. Por lo mismo, es vital fortalecer su formación general y flexibilizar sus trayectorias educativas desde la secundaria para que sean un reflejo de lo que ellos quieren ser, independientemente del tamaño de su bolsillo.
Más espacios para aprender a ser técnico-profesional. Aquí la calidad del aprendizaje se juega en las instituciones formadoras y en los espacios de trabajo. Proponemos desarrollar en la etapa escolar experiencias piloto de aprendizaje en el trabajo, con estándares de calidad y evaluables, para que jóvenes estudiantes desarrollen sus talentos y habilidades. No solo se trata de entender a las máquinas, sino a la sociedad. Además de facilitar estudios en la educación superior, creemos necesario crear magísteres técnicos en instituciones acreditadas para que jóvenes y trabajadores tengan más opciones de aprender y especializarse. Todos estos aprendizajes deben ser debidamente reconocidos.
Que la educación técnica sea una expresión de desarrollo territorial. En Chile hemos desaprovechado el impacto que tendría la formación técnica en el desarrollo de cada región y territorio. Resulta grotesco, por ejemplo, que en localidades con potencial turístico no haya instituciones educativas ofreciendo especialidades o carreras técnicas del rubro. Por eso proponemos crear una institucionalidad pública y descentralizada para asegurar equitativamente un sistema de calidad a nivel territorial. La participación y regulación estatal es clave.
Nivelar el financiamiento público hacia arriba. El Estado ha decidido por décadas nivelar hacia abajo a la educación técnica. Un ejemplo: las universidades del Consejo de Rectores (CRUCH) reciben un financiamiento público por estudiante 6,2 veces más de lo que reciben los IP y CFT. Debemos exigir igualdad de trato. Junto con un nuevo sistema de financiamiento, proponemos aumentar el monto de la subvención que reciben estudiantes de liceos técnicos y eliminar las barreras de acceso a recursos públicos para que las instituciones de educación superior técnica postulen a fondos basales, de investigación y posgrados, al igual que las universidades.
La educación técnica ya no resiste más abandono. Debiera removernos la conciencia que estamos castigando el presente y el futuro de jóvenes, trabajadores y trabajadoras que creen en la eterna promesa de la educación técnica. Debiera importarnos que con la educación técnica nos jugamos el desarrollo del país y de las regiones. El sector TP merece un estatus de alto valor social.