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En el día del VIH Sida: el silencio al Chile positivo

Alberto Inzulza y Andrés Perry
Por : Alberto Inzulza y Andrés Perry Alberto Inzulza, Odontología UFT y Andrés Perry, medicina UC
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Ya han pasado 5 meses desde que nos enteramos que nuestro país presentó el mayor número de nuevos casos de contagio de América Latina, con un incremento de un 34% entre el año 2010 y el 2016 informado por el programa “Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA”(1) (UNAIDS, en inglés). Alejándonos de la tendencia continental y de las metas internacionales respecto a la epidemia.

Estamos enterados que la CENABAST, entidad encargada de la adquisición y distribución de la triterapia retroviral a los servicios de salud, hoy tiene dificultad para abastecer a los servicios, debiendo recurrirse a la “entrega fraccionada” de medicamentos a causa de la falta de abastecimiento(2). Contraviniendo no solo la seguridad del protocolo de entrega, sino que perjudicando la adherencia al tratamiento.

Y vimos recientemente una baja en la realización de exámenes para la detección de VIH(+) en el último año, pasando de un 28,8% de los encuestados (Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010) a un 17,2% (ENS 2016-2017)(3).

Lo que no hemos visto aún es una propuesta acorde a lo que enfrentamos como país. Los nuevos casos están en aumento, los costos de tratamiento se están elevando para el país y las medidas de prevención y diagnóstico no están siendo efectivas. Es urgente contar con políticas públicas que resguarden efectivamente la salud de la población, nos eduquen sobre el virus, y protejan la dignidad y respeto que merecen las personas VIH(+).
Con diagnóstico en mano, los días pasando y ad portas de un nuevo periodo político, es urgente crear una nueva política de VIH y SIDA en nuestro país. Ideas para esta nueva política son:

a) Fortalecer el sistema
Partir destacando la necesidad de ampliar el sistema de vigilancia de la enfermedad y el financiamiento con el que cuenta, robusteciendo el Programa Nacional de Prevención y Control de VIH/Sida en su toma de decisiones tanto políticas, como en materia de financiamiento. Y por otra parte, un fortalecimiento de CENABAST que le permita adquirir y distribuir medicamentos en base a la necesidad real de nuestra población VIH(+), de forma segura, confiable y accesible.
E inspirados en los ejemplos internacionales donde han reducido las tasas de contagio, es imperante el desarrollo de datos para la toma de decisiones, un monitoreo constante de las poblaciones y sus particularidades a lo largo del país, la evaluación de nuevas políticas públicas y la coordinación con organismos internacionales para la cooperación conjunta en nuestra tarea por erradicar el virus.

b) Extender Responsabilidades
La urgencia de la epidemia nos lleva a identificar y compartir responsabilidades del estado con la sociedad civil. Es la sociedad civil en su conjunto, liderada por el estado, quien debe hacerse partícipe de los esfuerzos por reducir los nuevos contagios y resguardar a la personas VIH(+). Debemos hacer partes colaboradoras a los actores vinculados de forma directa con la salud chilena (Servicios de salud privados, ONG) y también a quienes hoy pueden ser aliados en combatir la epidemia del VIH/SIDA.
Aliados pueden ser las universidades, las federaciones y los clubes deportivos, las productoras de eventos y conciertos, las grandes empresas que cuidan la salud de sus trabajadores, etc.
Un ejemplo de esto es el modelo AMPATH en Kenya (4) . Donde la colaboración de universidad y estado fue sumamente exitosa al implementar un programa de educación poblacional, toma de exámenes diagnósticos y acompañamiento a pacientes. Una de sus fortalezas fue llegar a la mayor cantidad de espacios públicos posibles, incluyendo conciertos, eventos deportivos e incluso recorriendo domicilios. En 7 años pasaron de 40 pacientes a 68.000 diagnosticados y con tratamiento a permanencia.
Debemos enfrentar el VIH no con hitos aislados y apuntando a una población en aparente riesgo, sino que incorporarlo a nuestro quehacer laboral, educacional, universitario y recreacional; reconocer su prevalencia en nuestro país y asumir la responsabilidad de la salud y cuidado de todos como un esfuerzo colectivo, coordinado por el estado.

C) Educación
Salud no es el único sector que tiene una responsabilidad y una posibilidad de acción sobre el contagio de VIH. Al involucrar actores educacionales y a liderazgo de comunidades, podemos avanzar en la difusión de información, la entrega de herramientas para el desarrollo de programas preventivos, la creación de nuevos programas, podemos generar una mayor comprensión y aceptación de las personas VIH(+) y avanzar a una nueva cultura de VIH sin tabúes e informada. Nuestra mirada tiene dejar de centrarse en el mundo de la salud y empezar a reconocer el valor de espacios como juntas de vecinos, trabajadores sexuales, las diversas comunidades educativas (sin distinción público/privado), etc.

d) Actualización en medicamentos
Por último, urge actualizar el manejo de tratamiento en nuestras guías clínicas. Finalmente asegurar el acceso a triterapia desde el diagnóstico, como aconseja la evidencia científica y la UNAIDS, y no desde la evaluación de avance clínico e inmunológico del virus(5).
Y por otro lado, iniciar la discusión sobre el uso de profilaxis de preexposición (PrEP) en personas sin el virus, pero en riesgo de contraerlo. Esta no es una medida que desplace el uso de condón, pero sí es una herramienta que disminuiría la aparición de nuevos casos y que aportaría seguridad a relaciones que incluyan personas VIH(+).

Diagnósticos de lo que ocurre en Chile abundan y experiencias internacionales existen ¿qué pasa que no vemos propuestas?
Estando frente a una situación urgente, y mientras se mantenga silencio frente al tema, es imperante mantener el tema vivo, ser críticos y participativos. Nuestro país y nuestras comunidades necesitan ahora de soluciones a corto y largo plazo, porque seguir postergando la toma de acción es un lujo con el que no contamos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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