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Desafíos del caso Huracán: la democratización del diálogo

Sergio Araya
Por : Sergio Araya Profesor de filosofía, estudiante de doctorado.
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El caso Huracán, entre otras cosas, ha puesto al descubierto las dificultades que posee nuestra sociedad al momento de establecer, mediante los mecanismos de la argumentación racional, una posible vía de solución al denominado “conflicto mapuche”.

Una de ellas tiene relación con el grado de influencia que ciertos sectores académicos ejercen en la opinión pública cuando se trata de establecer el rol y valoración histórica que la sociedad chilena tiene sobre pueblo mapuche. Desde el sector académico se vocifera un determinado discurso que tiene como único fin poner en duda, negar y desvalorizar la existencia y rol histórico del pueblo mapuche en el contexto de nuestra historia.

Dicho discurso parte de la tesis según la cual el rol histórico del pueblo mapuche no es más que una simple invención, una creación ficticia dado que la historia de usurpación y barbarie cometida contra ellos tiene su origen en un “mito” cuya proliferación se debe a las pretensiones políticas de la izquierda.

Este discurso académico tiene como fundamento una visión cientificista y por tanto reduccionista sobre el proceso histórico. Se basa en la creencia que sólo aquello que es posible verificar empíricamente es válido al momento de elaborar un relato fiable sobre la historia de una nación o de un pueblo.

Al no contar con los elementos de verificación -datos y documentos científicamente contrastables, que confirmen la existencia e importancia histórica del pueblo mapuche, el historicismo conservador niega la relevancia de las aspiraciones culturales de éstos, de la riqueza y dimensión cultural de su cosmovisión. Así, el discurso académico, basándose en irrefutables pruebas científicas, aparece como legitimador y continuador de la barbarie: al negar la existencia del pueblo mapuche en cuanto tal, lo que se hace es desmerecerlo, opacarlo y por ende reafirmar el carácter de dominación que el pueblo “chileno” tiene sobre los pueblos dominados.

[cita tipo=»destaque»]En una sociedad donde el espacio destinado al uso racional de la opinión pública esté determinado por el prejuicio social y por actitudes de carácter coercitivo por parte de sus instituciones, difícilmente pueda cumplirse con los requerimientos básicos del uso democrático de la opinión.[/cita]

El problema del reduccionismo histórico es su incapacidad de converger en acuerdos cuando se trata de buscar una solución a la crisis social, lo que a su vez deriva inevitablemente en una situación desfavorable respecto a las exigencias mínimas de argumentación racional en el contexto del diálogo democrático. Si bien sus argumentos pueden ser considerados racionales, en el sentido que se realizan mediante prácticas y técnicas científicas contrastables, -como es el caso del historiador Villalobos-, la centralidad puesta en el carácter técnico de sus juicios, en el sentido de que deben ser “verificados”, impide abrir la posibilidad hacia una racionalidad comunicativa destinada a la convergencia social. El reduccionismo científico de la posición conservadora es dictatorial: no se puede dialogar con algo cuya existencia y validez no estén garantizadas científicamente.

De acuerdo con lo anterior, no es extraño que una institución como Carabineros, cuya finalidad es mantener el orden social de la “nación”, aparezca como la extensión del discurso conservador. Si el discurso académico tiende a negar la importancia histórica del pueblo mapuche, en el caso de Carabineros, esta negación se expresa en la introyección de una imagen negativa, como un elemento amenazador. Lo que se amenaza no es sólo la seguridad de la nación, sino la realización del proyecto tecnocientífico de la elite.

La falsificación de pruebas no es sólo la expresión, en términos concretos, del prejuicio general hacia el pueblo mapuche, es también el correlato del desprecio histórico que ejerce la elite contra sus sometidos. En tanto gesto institucional, se enlaza con el desprecio general de la burguesía chilensis hacia lo distinto y lo otro; contra aquello que escapa a los centralidad étnico-cultural pseudo-europea.

De esta forma, el carácter unidireccional que intenta imponer el mensaje académico está en estrecha relación con el actuar institucional de Carabineros.  Lo que se requiere es que el país pueda progresar, y para hacerlo es necesario que, incluso mediante el uso de la violencia, esta fértil tierra esté disponible para su explotación y uso técnico por parte de la elite económica. No es necesario el dialogo, para eso está la violencia. El pueblo mapuche, borrachos y sin historia, invención conceptual y semántica, impediría que el ideal de la técnica pueda cumplir con su histórica misión.

En una sociedad donde el espacio destinado al uso racional de la opinión pública esté determinado por el prejuicio social y por actitudes de carácter coercitivo por parte de sus instituciones, difícilmente pueda cumplirse con los requerimientos básicos del uso democrático de la opinión.  Una sociedad democrática requiere que los elementos en conflicto que la aquejan partan de la base común del reconocimiento. Un argumento es racional, no cuando se intenta negar -mediante un concepto reducido de racionalidad- la legitimidad del otro, sino cuando se acepta que el otro es también susceptible de una interlocución válida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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