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Los «imbéciles» políticos

Por: Daniel Jorquera Petersen


Señor Director:

Escribo esta carta como respuesta a Ismael Puga, quien llama a quienes condenan la violencia sufrida por Kast “imbéciles” políticos. A muchos nos cabe gustosos el sombrero si ser imbécil implica rechazar la violencia ejercida por estudiantes en un espacio público y de discusión de ideas, como lo es una universidad.
En opinión de Ismael, la condena a la violencia de algunos progresistas biempensantes es ingenua e imbécil políticamente, ya que los valores de conservación de la democracia y la república que buscan defender, es vulnerada cuando Kast expone sus ideas.

Podemos estar de acuerdo en que al fascismo no se le gana debatiendo, sin embargo no creo que de ese hecho se desprenda lógicamente que al fascista se le gane golpeándolo. Es cierto que las ideas de Kast muchas veces quedan fuera de la posibilidad de discusión, toda vez que se sustentan en creencias profundamente ideologizadas, teológicas y/o tergiversaciones maliciosas.

¿Pero es que acaso no podemos pensar en otros métodos de protesta o estrategias para neutralizar su discurso?

Justamente las universidades han sido fecundas históricamente en crear o utilizar formas de protesta no violenta, tales como la resistencia pasiva, demonstraciones (políticas o artísticas), vigilias, propaganda y otras formas de activismo y boicot. Pareciera que el martirio de Kast tiene que ver mucho con esta incapacidad de formar acciones comunes que canalicen la necesidad de expresión de jóvenes que, viendo su rabia superada por sus posibilidades de articulación verbal y conductual, se entregan a acciones parecidas al “debate” digital al que se exponen todos los días, y es que la violencia de las redes sociales se parece a la violencia de la multitud en que ambas dan la sensación de que mi relativo anonimato me exenta de enfrentar sus consecuencias.

Por otro lado, la violencia sufrida por Kast es justamente lo que nos asegura que tengamos Kast para rato. Los medios de comunicación, alineados con el oficialismo-concertacionismo difunden constantemente un discurso hegemónico de condena a la violencia que sirve de combustible para el relato que este fortalece: el de las acalladas y censuradas ideas de defensa a la familia y la patria que no pueden ser expresadas, debido a los intolerantes jóvenes ideologizados de izquierda que quieren destruir todo lo bueno y puro que jamás haya albergado este hermoso país.

Pero lo cierto en esta caricatura es que sus ideas sí terminan siendo acalladas y censuradas. Ismael dice que parte de nuestra imbecilidad pasa por concederle al fascismo la posibilidad de conversar, ya que el fascismo en su avance suprime esta posibilidad, porque no se basa en tácticas enfrentables desde el debate y el razonamiento y porque elimina a la oposición y a la contienda política. Ahora bien, lo invito a ver las imágenes del linchamiento y ver dónde están rescatados esos atributos en toda esa bolsa de gatos.

Estas imágenes no hacen más que alimentar las angustias y miedos de personas vulnerables al relato de odio de Kast y, por mucho que exista un “hallazgo científico bien establecido y sistemáticamente fundamentado en evidencias” que establezca que con el fascismo no se conversa, una sociedad despolitizada rechazará la imagen de violencia y simpatizará con el violentado, porque esta es la reacción emocional más inmediata.

Si bien la república debe contraponerse al fascismo, también debe hacerlo al autoritarismo. Kast continuará buscando la provocación que lo martiriza frente a la opinión pública. Le es útil. Su discurso se amplía y llega a más personas. Ismael dice que la censura violenta al discurso de odio, ha sido abordada certeramente en Estados Unidos, expulsando al fascismo de todos los espacios a los que podrían ir a exponer sus ideas (hecho condenado buenísticamente por los progres bienpensantes). Pero el fascismo moderno ha logrado aprovechar estas instancias para victimizarse, a la vez que salta a cualquier otra plataforma desde donde ser escuchado y no porque se lo expulse de las universidades significa que se queda sin espacio desde donde vociferar. Le recuerdo que el actual presidente de Estados Unidos es Donald Trump.

El problema en su argumento, creo, es juntar la protesta violenta con la no violenta. Una sirve de combustible al fascismo y la otra contribuye más efectivamente a cambiar conciencias respecto a la violencia como concepto. Nos invita a hacernos preguntas que no corresponden en el espectro de la política, ni platónica ni imbécil, tales como: ¿Cuándo y cómo somos violentos? ¿Con quiénes somos violentos? ¿Soy violento conmigo mismo? No creo que estos temas deberían quedar fuera de la discusión política, en tiempos donde parece que lo bueno es malo por ser imbécil.

Daniel Jorquera Petersen

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