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José Antonio Kast y la vida en abstracto II

Por: Rodrigo García


Señor Director:

Para complementar con otros antecedentes la interesante carta José Antonio Kast y la vida en abstracto, enviada por don Juan Serey Aguilera, con quien coincido en gran parte de sus puntos, quisiera reflexionar sobre lo que ocurrió el último domingo en la fiesta de San Judas -o del Judas- realizada en Plaza Waddington de Playa Ancha, y que tuvo al político en el centro de la polémica. Un poco de contexto. En dicha celebración realizada el Domingo de Resurrección de cada Semana Santa, se apedrea, lincha o quema un muñeco que representa a Judas Iscariote por su traición a Cristo. El origen y simbología de este rito tiene a lo menos tres vertientes: en España es un sincretismo religioso que integra la fertilidad femenina y el inicio de la primavera; otro lo relaciona con un rito exorcista para expulsar el mal de la comunidad, mientras que el tercero es uno conectado con el rito de iniciación donde los jóvenes se incorporan al mundo de los adultos tras pasar determinadas pruebas.

En América Latina está muy integrado en países como Perú y Uruguay, en Chile tiene una presencia cada vez más escasa, aunque como sabemos se sostiene con cierto vigor en la Quinta Región. Se trata de una celebración que, aunque inserta en Semana Santa, tiene un lado pagano-popular que aquí adquiere un tono burlesco similar al de los países vecinos donde Judas “testa” en una proclama su herencia a políticos, gobernantes o ciertas figuras controvertidas. Jóvenes y niños recorren las calles pidiendo monedas que depositan al interior de la figura, tras la quema, luchan por recogerlas.

Yo viví esas ceremonias en Villa Alemana en la década del setenta, poco entendía el concepto y sólo me preocupaba encontrar las monedas para luego ir a comprar dulces. Para todos era eso: una fiesta y nada más, una instancia para reunirse y compartir. La figura quemada este último Domingo de Resurrección semejante a la del ex candidato presidencial, José Antonio Kast, es parte de ese mismo espíritu de celebración, de un acto colectivo y consensuado -una parodia o denuncia si se quiere-, que puede ser aceptado o rechazado, pero de ahí a insinuar que puede ser el antecedente de un posible atentado -como lo han sugerido algunos- es un despropósito. Hasta el momento, y por lo que se sabe, ninguno de los personajes aludidos en versiones anteriores ha sufrido algún daño o ataque.

En su carta, don Juan Serey Aguilera, reflexionó muy acertadamente en torno al pensamiento abstracto que estaría presente en el discurso de Kast. Yo quisiera sumar otra idea -también de carácter psicológico y conductual- desprendida tras el incidente que llevó al político a denunciar una cultura de la violencia política y a al alcalde Sharp a responder que el asunto fue parte de una tradición y debe ser respetada. Sin embargo, y lo que a mi juicio más asombra de esta disputa –mediática más que nada-, es que tiene como trasfondo una estrategia comunicacional que no hace más que revelar en el afectado –además de su eventual pensamiento abstracto- una aparente “emergencia cognitiva”, es decir, sus respuesta y acciones inmediatas podrían estar asociadas a los efectos que a veces sufren quienes viven experiencias traumáticas: reacciones usualmente marcadas por “un alto grado de tensión emocional caracterizadas por la ansiedad, la confusión y embotamiento que pueden ir acompañadas de disfunciones cognitivas y un impacto psicofisiológico intenso”. (https://direcciondeoperacionesproteccioncivil.wordpress.com/psicologia-emergencias/).

Rodrigo García G.
Académico Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño
Universidad Diego Portales

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