Publicidad

VIF, vejez y alcoholismo

Por: Francisco Castillo


Señor Director:

Habiendo acordado juntarme con un amigo a la salida de la Estación Tobalaba, me costó un poco encontrarlo, hasta que finalmente lo vi sentado en una banca con dos personas desconocidas: un joven de nuestra edad y una mujer ya mayor. Curioso, me acerqué al lugar y entre mi amigo y el otro joven, de nombre Andrés, me contaron que la señora estaba en estado de ebriedad, la habían encontrado botada en el suelo y la estaban acompañando. Hasta ahí la situación parecía pintoresca, pero nada extraordinaria. Lo extraordinario vino luego.

Nos pusimos a conversar con ella –de quien desconozco nombre, edad, domicilio y ocupación–, que entre llantos y apretándome fuertemente las manos, me contó que temía volver a su casa por los golpes, gritos y maltratos que allí la esperaban. No queriendo jugar al héroe, sino que esperando poder poner al menos un alto a la situación de violencia intrafamiliar de la que el testimonio de la señora daba cuenta, decidimos poner en conocimiento de esto a Carabineros.

Una hora de intentar contactar a Seguridad Ciudadana de Providencia y a Carabineros de Chile, –incluso habiendo conversado personalmente con un Carabinero que se encontraba sentado dentro de un vehículo de Seguridad Ciudadana, a menos de dos cuadras del lugar, esto es, en la intersección de las calles Luis Thayer Ojeda con Providencia– dio como resultado que finalmente accediera a acercarse a nosotros un amable funcionario de Seguridad Ciudadana, quien manifestó su incapacidad de lidiar con el problema.

En off (apagando la cámara y micrófono), el funcionario me manifestó que “era una situación habitual, que no podría hacer nada al respecto, y que las denuncias por VIF eran, de acuerdo al Código Procesal Penal, delitos de previa instancia particular, por lo que sólo acompañando a la señora a hacer la denuncia personalmente a una comisaría –ubicada en la calle Miguel Claro– podríamos hacer algo en razón de la situación”.

Una pareja que se encontraban sentadas en una banca a pocos metros me dijo de manera muy discreta que “no valía la pena matarse por esa señora”, ya que era alcohólica y que la situación no tenía solución. Nadie parecía reparar que existe un abismo entre encontrarse en una situación de alcoholismo y ser víctima de violencia intrafamiliar reiterada. Como si fueran ambos elementos conjuntos e indisociables de un paquete que nuestra sociedad debe aceptar como imposible de solucionar.

Escribo esta carta desde la impotencia de una denuncia frustrada, temiendo que la señora cuyo nombre no logré conocer se encuentre en estos momentos sufriendo las consecuencias de haber vuelto a su casa indefensa; también profundamente frustrado con nuestras instituciones y nuestro Sistema Procesal Penal. Si no puedo realizar la denuncia, al menos invito a los lectores a reflexionar un instante en la importancia de analizar los procedimientos con los que contamos para proteger a nuestros adultos mayores, especialmente a los más desvalidos.

Francisco Castillo
Egresado Derecho Universidad de Chile

Publicidad

Tendencias