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Ayudas sociales para enfrentar la pandemia Opinión

Ayudas sociales para enfrentar la pandemia

Danae Mlynarz
Por : Danae Mlynarz Cientista Política y Trabajadora Social. Directora Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural Miembro de la Red por la Participación
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La pandemia del COVID-19 ha afectado fuertemente la actividad económica en todo el país, con caída en la demanda y destrucción de empleo que limitan la capacidad de los hogares para generar ingresos. La pérdida de ingresos, junto con otras limitaciones representa una amenaza para la seguridad alimentaria de los hogares. Para entender mejor cómo la pandemia está afectando a la alimentación, Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural realizó la Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación, sondeo que se focalizó en las regiones de La Araucanía y Los Lagos.

Los datos -recabados en diciembre de 2020- podrán aportar a tomar mejores decisiones para este invierno que se avecina. Los resultados ratifican lo que se ha observado en otros estudios, la pandemia no nos afecta a todos por igual, tampoco sus consecuencias en seguridad alimentaria. La pandemia está afectando fuertemente a las mujeres que se ven impactadas con pérdida de ingresos, inseguridad alimentaria, empeoramiento de las dietas, duras estrategias de sobrevivencia y modificaciones en el abastecimiento. ¿Qué rol han jugado las redes de ayuda y apoyos externos al hogar para afrontar el impacto de la pandemia?

Durante los últimos 3 meses previos a la Encuesta (septiembre, octubre, noviembre de 2020), el 65% de los hogares encuestados de las regiones de La Araucanía y Los Lagos recibió algún tipo de ayuda externa, la cual provino del gobierno, el municipio, la comunidad (familiares, amigos, iglesia, organizaciones comunitarias), ONG´s o empresas. Si bien es una importante porción, no alcanza a cubrir el número de hogares que debió realizar alguna estrategia para enfrentar la crisis, que fue casi la totalidad de los hogares encuestados.

La fuente más importante de ayudas fue el sector público, a través del gobierno y los municipios, que llegaron a 42% y 37% de los hogares respectivamente. Seguido de familiares, amigos y la comunidad en general como el apoyo más importante, mientras que los privados llegaron a cubrir solo una pequeña proporción de hogares (2%). Entre los hogares que recibieron algún tipo de ayuda, la mayoría (86%) fue en alimentos, y en menor cantidad en apoyos monetarios, préstamos, u otras especies.

Si bien una gran cantidad de hogares recibió alimentos, que provenían principalmente de las entidades públicas, estos fueron puntuales. En su mayoría se trató de productos envasados y procesados que lejos están de suplir las necesidades de los hogares, ya que estos han disminuido su consumo de alimentos frescos y proteínas, y aumentado los envasados.

En cuanto a la focalización de las ayudas, no se observa que estas estén destinadas a grupos específicos o más vulnerables, como podrían ser hogares que reducen su dieta, que presentan inseguridad alimentaria severa o que han perdido perceptores de ingresos, sino más bien se observa una política de ayudas universal. Cabe destacar que el grupo de hogares con jefaturas femeninas, los cuales se han visto mayormente impactados en materia de ingresos y seguridad alimentaria mostraron mayor tendencia a recibir ayudas externas (70% versus el 60% de los hogares liderados por hombres).

A nivel general, se observa una cobertura de ayudas positiva, aunque no suficiente dado que existen hogares con niveles altos de inseguridad alimentaria que no la recibieron.

Hoy se ha optado por otra estrategia tendiente a entregar ayuda monetaria a las familias, a través del denominado Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) Universal disminuyendo requisitos para quienes lo soliciten y expandiendo el número de beneficiarios en relación al año anterior. Las familias podrán decidir cuánto de esos recursos destinarán a alimentación y qué tipo de alimentos consumirán. Esperemos que la seguridad alimentaria sea posible entendiéndola como la situación en la que todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana (FAO, 1996).

Las cifras de inseguridad alimentaria son preocupantes. Ante el cambio de estrategia para la entrega de ayudas sociales del gobierno, se hace necesario medir si efectivamente contaremos con mejores resultados en relación a esta temática para saber si es suficiente lo que se está haciendo.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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