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¿Volver al pasado o al futuro? Opinión

¿Volver al pasado o al futuro?

Diego Pérez de Castro
Por : Diego Pérez de Castro Periodista, Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos en la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Cuando Marty McFly en la escena de la fiesta de los años 50, en la película Volver al Futuro, tocó la guitarra frenéticamente en la canción “Johnny B. Goode”, provocó la mirada atónita de los conservadores asistentes, quienes no estaban acostumbrados a ese estilo de música. Al finalizar su interpretación y visiblemente nervioso, desprendió la frase: “Creo que ustedes no están preparados para este ritmo… pero a sus hijos les fascinará”. En la actualidad, estamos viendo un nuevo ritmo que fascinó a las nuevas generaciones y comenzó a tocarse tras el estallido social, teniendo a Gabriel Boric y a la extrema izquierda ad portas de ganar la próxima elección presidencial. 

Los conservadores y moderados votantes que ingresaron al padrón electoral en la vuelta de la democracia durante los 90, no estaban preparados y algunos que vivieron ese ritmo tocado por parte de la Unidad Popular o por lo que les contaban sus padres o abuelos, temían volver a escucharlo. Durante esa década Chile fue el país que más creció en América Latina, con un 4,5% frente a un promedio regional del 1,4%, según cifras oficiales. Volver a un régimen de extrema izquierda, era algo sui generis y eso fue confirmado en la elección de primera vuelta en 1999, cuando la candidata del Partido comunista, Gladys Marín, al ser consultada en la previa sobre si tenía alguna posibilidad de ganar, dijo de manera muy distendida: “Soy loca pero no tanto”. 

¿Qué ritmos, compases y música tan mala se tocó para que este ritmo de la izquierda libertaria se pusiera de moda? Los ritmos del neoliberalismo lograron su máximo éxito durante los 90, sin embargo, así como la música y los ritmos se reinventan, las economías y las políticas públicas también lo hacen. Al respecto el duopolio político que tocaba el ritmo del neoliberalismo dio tibias muestras de reformas y omitió incluir el combate a la desigualdad al concierto que dieron durante los últimos 30 años. “No fueron 30 pesos, fueron 30 años”, fue el gran hit que comenzó a sonar en 2019 y respaldado por diversos datos.

Por ejemplo, un estudio de la Cepal en 2017 comprobó que en Chile el 1% más adinerado del país se quedó con el 26,5% de la riqueza, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. En tanto, el INE determinó que el 50% de los trabajadores del país reciben un sueldo igual o inferior a 400 mil pesos. Si a lo anterior le sumamos el vilipendiado sistema de pensiones, más temprano que tarde iba a surgir esta nueva sinfonía izquierdista que al parecer llegó para quedarse.  

El sistema político comandado por la Concertación falló a la hora de la renovación y hubo un débil trabajo con las juventudes universitarias. Esa maquinaria funcionó muy bien durante los años 80 y 90 en que los jóvenes deseaban militar en las juventudes socialistas o de la democracia cristiana. En la actualidad ya no hay jóvenes que quieran pertenecer a ese mundo y esa adhesión ya fue capturada por el Frente Amplio o el Partido Comunista. El síntoma de la debacle de la centroizquierda comenzó a manifestarse con las victorias de la derecha en las presidenciales 2010 y 2017 y agudizada con la triste votación en las últimas elecciones, que sacó lo que queda de ese conglomerado con su candidata Yasna Provoste. 

Otro aspecto que sumó a esta preferencia izquierdista por parte de las nuevas generaciones es por el “ninguneo” que el Estado de Chile tuvo por la deuda histórica con los profesores, lo que llevó a los docentes a inculcar una ideologización revanchista y adoctrinamiento hacia los niños y jóvenes durante la enseñanza básica y media, respectivamente.  

El camino al ritmo de la izquierda libertaria ya es un viaje sin retorno en el que, principalmente por omisión de las autoridades de los últimos 30 años, logró que una disruptiva coalición como el Frente Amplio, con una propuesta reformista al sistema de bienestar en pensiones, salud y educación, compusiera un ritmo para el que, como diría Marty McFly, no estábamos preparados, pero a nuestros hijos les fascinará. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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