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La opción de no condenar a Rusia a menos que haya una tesis política Opinión

La opción de no condenar a Rusia a menos que haya una tesis política

Claudio Coloma
Por : Claudio Coloma PhD University of Essex, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la USACH
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El debate sobre condenar la invasión de Rusia a Ucrania es un tema que no puede tomarse a la ligera. El espectro de la invasión persigue a lo que hoy conocemos por Chile, no es carne ni espíritu, pero siempre nos amenaza con su presencia.

Por supuesto, el conflicto militar que está tomando lugar en este momento en el este de Europa genera reacciones inmediatas gracias a la interconectividad de nuestro mundo actual. Las redes sociales hacen de esta guerra un tema sobre el cual es fácil expresar opiniones. En este ámbito, condenar o no la invasión es una cuestión para la opinología.

Para los Estados, en cambio, cualquier declaración con respecto a estos mismos eventos son más que una opinión. Condenar o no las acciones militares rusas en Ucrania no puede ser el objeto de un mero discurso bien intencionado que carezca de una tesis que dé sustento a la política exterior del país en el mediano y largo plazo.

Emitir juicios a nombre del Estado sin tener detrás una tesis política que los fundamente puede terminar generando escenarios indeseados para la política exterior. Chile sabe cuán incómodos pueden llegar a ser los actos unilaterales.

Supongamos que el gobierno saliente de Sebastián Piñera y el gobierno entrante de Gabriel Boric condenan unívocamente la invasión rusa en Ucrania. Lo hacen apelando a los principios normativos de las relaciones internacionales, en los que el respeto de la soberanía y la no-intervención son esenciales para generar las condiciones de paz y estabilidad en el sistema internacional.

Si este fuera el caso ¿Habrán pensado Piñera y Boric que condenar —atendidos tales principios— implica, por definición, crear las condiciones para condenar la invasión chilena de Antofagasta y Arica? ¿Hasta qué punto Chile estaría dispuesto a reconocer y condenar la toma y saqueo de Lima? ¿No es acaso una anexión lo que el Estado chileno hizo con Rapa Nui? ¿No será que esta isla de la Polinesia es un pueblo que tiene derecho a la autodeterminación? ¿No son acaso estos principios inalienables y ahistóricos?

En un Chile donde muchas cosas se están reescribiendo, entre ellas la plurinacionalidad y legitimación de los pueblos pre-colombinos, el acto de condenar la invasión rusa no puede articularse sin pensar en la historia internacional del país. Recordemos que la invasión chilena sobre el territorio de la Araucanía (la Pacificación) y la Guerra del Pacífico se llevaron a cabo en la misma década. Si el proceso Constituyente está en proceso de revelar el origen espurio de la Pacificación de la Araucanía, bien puede revelar el origen espurio de los territorios chilenos al norte del río Loa.

En este sentido, el valor de las demandas peruanas y bolivianas en contra de Chile fue haber registrado ante la historia oficial la invasión y conquista chilena de territorios bolivianos y peruanos. Sobre esto, ya no hay dudas.

Ahora, supongamos que es el gobierno boliviano de Luis Arce el que decide abstenerse de condenar a Rusia. En ese caso, la pregunta es ¿Estará Bolivia dando una señal de que es posible avalar invasiones militares entre estados soberanos? ¿Querrá insinuar Bolivia que estaría dispuesta a re-significar la invasión chilena del litoral boliviano para favorecer el diálogo diplomático con el nuevo gobierno del presidente Boric? Después de todo, Arce y Boric han manifestado sus voluntades para relanzar las relaciones ¿De qué manera y hasta qué punto lo harán en un contexto donde “invasión” se ha vuelto un significante flotante?

Tal vez, antes de condenar a Rusia, la Cancillería chilena debería mirar un poco más detenidamente al gobierno argentino de Alberto Fernández y la posición cauta que éste ha mostrado.

No olvidemos que no hace mucho tiempo Argentina invadió e intentó anexarse unas islas que el Reino Unido reclama como propias, y sobre las cuales ha habido tensiones diplomáticas en las últimas semanas. Además, la misma población de estas islas votó para declararse parte del Reino Unido. Nada muy distinto de lo ocurrido en Crimea en 2014.

Para Chile, el problema aquí es que las Malvinas están mucho, pero mucho, más cerca de la costa argentina de lo que la “Isla de Pascua” está de la costa chilena. Ni hablar de la cercanía que, en todo sentido, podemos ver entre Kiev y Rusia.

El llamado entonces es a actuar con realismo, a no mirar los asuntos internacionales con esa actitud cosmopolita que Marx alguna vez acusó sobre la forma en la que el capitalismo se expandía por el mundo. Si Chile condena, debe hacerlo con alguna tesis política que le dé sustento y continuidad a los intereses internacionales que el nuevo gobierno defina.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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