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Manual de buenas prácticas Opinión

Manual de buenas prácticas


Durante su agitada semana, la ministra del Interior, Izkia Siches, anunció en el Congreso que el gobierno trabajaría en un manual de buenas prácticas para evitar estigmatizaciones de la prensa hacia mapuches y migrantes. Durante su intervención, la ex presidenta del colegio médico recalcó que “es fundamental lo que ocurre en cada uno de los televisores de nuestro país”.

Este tipo de iniciativas —el manual, en este caso— son sumamente problemáticas, pues, al intentar imponer una visión parcial, dan lugar, paradójicamente, a estigmatizaciones hacia la prensa. Las consecuencias de estas dificultades, a su vez, terminan por horadar las libertades democráticas.

La historia está atestada de conflictos y discordias cuyas causas y consecuencias, aún tras años de discusiones e investigaciones, no generan consenso. Un manual, que naturalmente distingue lo correcto de lo incorrecto, tendría que situarse rígidamente solo en uno de los puntos de vista. Aquello implicaría una pretensión por acabar de manera artificial con las discusiones y, junto con ello, limitar la pluralidad de las voces, pues las que se atrevieran a traspasar los límites de esta guía estarían contribuyendo a la utilización de ‘malas prácticas’.

Como consecuencia de lo anterior, un periodista que decidiera no ceñirse a los mandatos sugeridos por la autoridad —pues el manual vendría de parte del gobierno— podría ser tildado como un profesional que no sigue los lineamientos morales correctos y, por lo tanto, ser estigmatizado por su forma de interpretar los hechos. Si bien esto no necesariamente constituiría un veto, si conseguiría convertirse en una especie de censura, pues las implicancias de resistirse a los mandatos podrían impactar en el desarrollo de sus labores y transformarse en un desincentivo para ejercer el periodismo libre.

El gobierno debe hacer un profundo análisis con respecto a esta iniciativa, la que no solo horadaría el ejercicio del periodismo, sino que, tal como advirtió John Milton, dificultaría el acceso a la verdad y pondría límites a la creatividad.

Por último, y a modo de reflexión, cabe hacerse una pregunta: ¿Habrá algo más anti periodístico que seguir un manual al ponerse a escribir? Los manuales son para las máquinas, no para las plumas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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