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Einstein y Marx Opinión

Einstein y Marx

Rodrigo Finkelstein
Por : Rodrigo Finkelstein Docente del Diplomado Herramientas para la Gestión y Promoción de Ambientes Laborales Saludables, Universidad Alberto Hurtado. Autor de libros sobre seguridad, salud y bienestar en el trabajo.
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¿Es aconsejable para un inexperto en economía opinar sobre la materia? Según Albert Einstein, sí lo es. Y bueno, ¿quién podría negarle a Einstein, una de las mentes más brillantes de la historia humana, expresar su punto de vista sobre economía?

De acuerdo con Einstein, la astronomía y la economía se asemejan en su propósito de encontrar leyes generales para explicar un conjunto de fenómenos, pero se diferencian en cuanto a su metodología. A diferencia de la astronomía, explica Einstein, “el descubrimiento de leyes generales en la economía se hace extremadamente difícil por el cúmulo de factores que hacen casi imposible evaluar aisladamente cada factor”. Por ejemplo, ilustra Einstein, “las conquistas en la historia de la humanidad que han permitido a una clase privilegiada hacerse económica y legalmente sobre el monopolio en el uso de la tierra, es una variable histórica por considerar para comprender los fenómenos económicos”. Para sorpresa de muchos, Einstein tenía una perspectiva materialista histórica sobre la economía. De hecho, quien lea su artículo ¿Por qué el socialismo?(1) publicado en 1949 en la revista Monthly Review, no podrá sino concluir que Einstein era Marxista. Revisemos a continuación el pensamiento económico de Einstein.

En el artículo referido, Einstein declara de forma directa y sin ambigüedades: “La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy en día, es en mi opinión, la verdadera fuente de la maldad”. Qué duda cabe, para Einstein el capitalismo no es algo neutro ni positivo, sino, negativo. Pero ¿qué entiende Einstein exactamente por capitalismo? Como veremos, Einstein comprende el capitalismo tal cual como Marx lo describe en los tres volúmenes de El Capital. Para Einstein, el capitalismo es una forma de organizar la economía basada en dos clases sociales: el capitalista y el trabajador. “El capitalista”, en palabras de Einstein, “es quien tiene propiedad y control sobre los medios de producción, y el trabajador, aquel que no goza de participación sobre la propiedad de los medios de producción”. Además, es importante recalcar que Einstein, tal cual como lo hace Marx, no escribe sobre la propiedad privada en general, sino, sobre la propiedad privada de los medios de producción, aquellos medios que permiten al ser humano satisfacer sus necesidades y desarrollar su potencial humano.    

Según Einstein, el problema del capitalismo es que este impone un conjunto de reglas que privan a los trabajadores del fruto de su trabajo. “Los trabajadores solo adquieren una parte pequeña de su esfuerzo. Esto no ocurre mediante la fuerza, sino, mediante la imposición de un conjunto de reglas legalizadas en la sociedad”, dice Einstein. De igual manera, Marx describe el capitalismo como un sistema de coerción indirecto, donde al trabajador se le despoja de una parte del valor que cristaliza en los productos, la llamada plusvalía. “La capacidad productiva de una sociedad necesaria para la producción de bienes”, explica Einstein, “se encuentra legalizada bajo la propiedad privada de ciertos individuos”. El propietario de los medios de producción se encuentra en la posición de privilegio de comprar la fuerza laboral del trabajador (contratar a un trabajador a cambio de un salario) y apropiarse de los bienes que produce para luego venderlos en el mercado. Al igual que Marx, Einstein hace uso del concepto fuerza laboral, concepto central que Marx utiliza para explicar el proceso de metamorfosis en su teoría del valor. Por otro lado, la apropiación de los bienes por parte del capitalista recibe el nombre de alienación en el Marxismo.

Einstein continúa y señala, “El punto esencial sobre este proceso se encuentra en la relación entre lo que el trabajador produce y lo que se le paga, ambos medidos en términos de valor real”. Y luego explica, “lo que el trabajador recibe no está determinado por el valor real de los bienes que produce, sino, por sus necesidades mínimas y la competencia generada por el número de trabajadores compitiendo por el mismo trabajo”. Este trozo se asemeja bastante a la teoría de la explotación de Marx, donde al trabajador se la paga un salario para mantener su fuerza laboral que no es equivalente al valor total que cristaliza en los bienes que produce y se venden en el mercado.

Además, Einstein sugiere que el capital privado tiende a concentrarse en pocas manos debido a la competencia y al desarrollo tecnológico que incrementa la división del trabajo y posibilita la formación de grandes empresas a costa de empresas pequeñas. De igual manera, Marx expone que la competencia entre los capitalistas no genera mayor competencia, sino todo lo contrario, concentración y monopolios. “Esto desemboca en una oligarquía con tanto poder que ni siquiera las sociedades organizadas de manera democrática pueden regular”, explica Einstein. “Los partidos políticos, financiados o influenciados por grandes capitalistas, no logran proteger los intereses de la población y menos los de los grupos excluidos”. Al respecto, Marx expone algo muy similar en base a la conceptualización del estado como el comité central ocupado de administrar los asuntos de la clase capitalista. Según Marx, el estado no es un entidad neutro que arbitra entre los intereses del trabajador y del capitalista, sino, un entidad que se ocupa de promover y proteger los intereses de la clase capitalista.

En relación con la prensa, Einstein afirma, “los capitalistas inevitablemente controlan directa o indirectamente los medios de comunicación haciendo muy difícil, y en la mayoría de los casos casi imposible, que los ciudadanos arriben a conclusiones objetivas sobre la realidad social”. En otras palabras, la propiedad privada sobre los medios de comunicación impide estructuralmente la libertad de prensa. En este punto, Marx fue uno de los primeros en teorizar sobre la producción de ideologías y la falsa conciencia, es decir, el conjunto de ideas que promueven los intereses de la clase dominante y la dificultad de los trabajadores en comprender y defender sus intereses de clase. De acuerdo con Marx, la circulación de ideologías es consecuencia de la propiedad y control que la clase reinante posee sobre los medios de producción.

Einstein concluye, “una economía basada en la propiedad privada no sólo falla en su propósito básico de satisfacer las necesidades de la población sino en ofrecer espacios democráticos para que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos y establecer sus preferencias”. “El capitalismo es una economía orientada al lucro, no a la satisfacción de necesidades de los ciudadanos”, explica Einstein. Al respecto, Marx afirma exactamente lo mismo: una economía orientada al lucro no está capacitada para satisfacer las necesidades de la población ni menos posibilitar el ejercicio democrático de los ciudadanos. “El capitalismo”, remata Einstein, “ni siquiera entrega la posibilidad para trabajar a aquellos que quieren hacerlo porque el empleo también escasea y está determinado por los requerimientos del mercado”. Este fenómeno lo desarrolla Marx bajo el concepto del ejército industrial de reserva, es decir, los trabajadores desempleados permanentes fruto de la escasez de trabajo asalariado en las economías capitalistas.

¿Era Einstein un consumado Marxista? Qué duda cabe. El pensamiento económico de Einstein estaba claramente inspirado por Marx. Y ahora, la pregunta que uno naturalmente se hace, si uno de los grandes genios de la humanidad adscribía al pensamiento económico de Marx, ¿por qué aún existe tanto prejuicio, menosprecio y rechazo sobre Marx y su teoría económica al punto que no se enseña ni debate académicamente?

1 Einstein, Albert. 1949. “Why Socialism?” Monthly Review 1(1):9–15.
(https://monthlyreview.org/2009/05/01/why-socialism/)
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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