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Educación Parvularia: la nueva crisis Opinión

Educación Parvularia: la nueva crisis

Raúl Perry
Por : Raúl Perry Jefe de Programas Fundación San Carlos de Maipo.
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Robert Fulghum publicó en 1986 su libro “Todo lo que hay que saber lo aprendí en el jardín de infantes”, una serie de reflexiones en torno al aprendizaje en esa etapa de la vida. Sus recomendaciones son tan simples como relevantes: limpia lo que ensucias, pide perdón cuando lastimes a alguien, vive una vida balanceada: aprende, piensa, dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja un poco todos los días, entre otras. Según el autor, la sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la carrera educativa, sino en la caja de arena del jardín.

En nuestro país, golpeado por la violencia, la delincuencia y el desencuentro, ¿por qué nos preguntamos tanto por las causas? Pareciera que los árboles no nos dejan ver el bosque: Chile presenta, desde antes de la pandemia, menos del 50% de participación de niños y niñas en educación parvularia. Este año la inasistencia grave, entendida como quienes asisten a menos del 85% de las clases, ha aumentado, según la Subsecretaría correspondiente, en casi un 100%.

Es clave que nuestro país sea capaz de colocar buenos cimientos de convivencia y cooperación para enfrentar la incertidumbre actual. Según Unicef, entre los 0 y 4 años del niño se sientan las bases para el desarrollo y crecimiento de su futuro. Por otra parte, de acuerdo a la OMS, las capacidades que se desarrollan durante la educación inicial, son la base sobre la que podrá seguir construyendo su pensamiento, lenguaje, motricidad, relación con los demás, etc. Y en base a la OCDE, según los resultados de la prueba PISA de Ciencias, los jóvenes chilenos de 15 años, que asistieron entre uno y dos años a la educación parvularia, superaron en 41 puntos porcentuales a sus pares que no lo hicieron.

¿Qué podemos hacer? Sabemos que a nivel internacional existen programas de desarrollo de habilidades socioemocionales y cognitivas que tienen evidencia de sus resultados, y por ello no solo urge que el país implemente la educación parvularia obligatoria, también debe dotarse a los establecimientos con programas que tengan evidencia científica del más alto estándar. La Fundación San Carlos de Maipo ha estado trabajando desde el año 2017 en la adaptación y pilotaje del programa I Can Problem Solve, desarrollado por la doctora Mirna Shure y que promueve las habilidades socioemocionales para impactar en la flexibilidad cognitiva, entre otros ámbitos del desarrollo. Este y otros programas pueden apoyar a recuperar un tiempo que no pensamos íbamos a perder o, al menos, comprometer tan fuertemente cuando vimos iniciada esta crisis en el 2020.

Sin lugar a dudas hay mucho que mejorar en nuestro Chile, pero no podremos aprovechar las oportunidades que con tanto esfuerzo generemos, si el capital más importante, el de las personas, se ve comprometido por el desarrollo de bases débiles. Al parecer el tiempo de la improvisación y los “parches” se terminó, usemos la ciencia y dejemos de llegar tarde.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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