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¿Cuánto vale el show? El valor de las industrias creativas hechas en Chile Opinión

¿Cuánto vale el show? El valor de las industrias creativas hechas en Chile

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Para muchos lectores quizás la palabra manga (o cómic japonés) no les hace mucho sentido. Pero el impacto en Chile de este tipo de manifestación cultural japonesa es cada vez más visible: la venta de manga ha subido un 600% en nuestro país. Se trata de un fenómeno editorial que va alineado al nacimiento de muchas nuevas librerías especializadas en este rubro. Es una explosión cultural que tiene a niños, niñas, jóvenes y adultos leyendo, lo que es siempre una buena noticia. Sin embargo, cabe una pregunta legítima: ¿por qué no pasa lo mismo con los libros de autoras y autores chilenos? ¿Por qué no suben las ventas de libros nacionales en un 600%?

Tomemos otro ejemplo: las colas en línea para comprar tickets para recitales de artistas extranjeros. Recuerdo que hace unos meses la persona que pudo comprar una entrada para ver a Daddy Yankee en Chile era un privilegiado, alguien que se sacó literalmente la lotería. Muchos quedaron afuera, miles y miles de compradores. Pero ¿pasa lo mismo con los recitales de los talentosos artistas nacionales? ¿Hay esas eternas colas en línea para su consumo cultural?

Menciono otro ejemplo. Cuando el director sudcoreano Boon Jooh-Woo ganó el Oscar por su estupenda película Parásitos (que se llevó seis premios Oscar en total), la prensa y los fans lo esperaron como rockstar en el aeropuerto de Seúl. Se juntaron multitudes para recibir al realizador en su mejor momento. Ahora bien: ¿cuántas personas fueron a recibir al aeropuerto a los ganadores chilenos del Oscar por Una mujer fantástica? Muchos menos de lo esperado. Este tipo de reacción parece ser moneda corriente dentro de nuestras industrias culturales. Es decir, si toca invertir para consumo de un libro, disco, concierto o película chilena, fruncimos el seño y miramos para el lado. ¿Realmente no vale la pena leer a grandes chilenos como Benjamín Labatut (lean Un verdor terrible, se los ruego), elegido dentro de lo mejor del 2021 por el expresidente Barack Obama? ¿Verdaderamente nos cuesta creer que Spencer de Pablo Larraín puede ser más convocante e incluso mejor que cualquier película Marvel?

Podemos analizar las causas y problemas que tenemos a la hora de educar audiencias, a la hora de comprender cómo funcionan las estructuras culturales y en qué podrían mejorar las labores del Estado y de los emprendedores para que las industrias creativas chilenas lleguen a la excelencia de Corea del Sur, por ejemplo, con su cine, series e industria musical y el enorme aporte al PIB de ese país.

Sin duda, hay mucho por hacer. Pero el primer paso es bajar la barrera mental que tenemos interiorizada sobre nuestra propia cultura. Los chilenos y las chilenas deberíamos ser los primeros en valorar las piezas y títulos y contenidos de autores nacionales. Obras que muchas veces triunfan primero afuera de nuestras fronteras. Y que, sin duda, con políticas adecuadas, con el compromiso indicado, podrían llegar a ser libros, películas, música de una alta demanda en nuestro propio territorio. Soñemos, ¿por qué no?: con tanta demanda como un manga, Daddy Yankee o una película coreana como Parásitos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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