¿Qué es el Eros? El amor del deseo, de la atracción, de la pasión en una pareja. Ese que palpita y no duerme, que enceguece y solo es capaz de pensar en el otro. Es el amor de los amantes y enamorados. Ambos anhelan fusionarse en uno solo. Eros es el amor de la sensualidad, del beso que entibia, del sexo que abraza y se entrega.
El Eros florece en primavera. ¿Por qué? Probablemente porque todos nuestros sentidos (sensuales) se estimulan. Aparecen colores, sonidos, olores, texturas y sabores que no sentimos en otras estaciones. Flores, pájaros que cantan, perfumes intensos. El sol entibia los cuerpos que se desnudan un poco. Esa piel apenas descubierta se roza delicadamente con la del otro u otra que está a tu lado, que provoca y electriza.
Diciéndolo con más ciencia y menos poesía, en la primavera se nos produce un festival exaltado de hormonas que provocan el Eros. Quizás por eso se digan entre los enamorados que tienen “química”. Secretamos feromonas, oxitocinas, dopaminas y noradrenalinas, acelerando el circuito de las endorfinas. ¡Pero es poco sexi hablar de química tratándose del amor! ¡Falta magia! ¡Falta eros! Digamos mejor que todo ese festín hormonal secretado en primavera, se recuece dentro nuestro como un caldillo de afrodisíacos al calor del fuego y de una copa de vino, se produce la alquimia y recorre como un torrente nuestras venas. Nos provocan energía, ganas de salir, de estar al sol y bajo la luna, de juntarnos con otros, de seducir y ser seducidos.
Es el momento en que Eros y Cupido, los dioses del amor-deseo y la pasión, despliegan sus alas y salen “a terreno” por encargo de sus madres Afrodita y Venus, a disparar sus flechas por doquier para cazar amores.
¿Y quién era Eros? Era un dios griego. El dios del amor erótico, de la atracción, del deseo, de las pasiones, de la sexualidad. Es la expresión en un dios de algo totalmente humano. Su equivalente en el panteón de los dioses romanos era Cupido. Ambos fueron escondidos por sus madres en una isla mediterránea para protegerlos de la ira de Júpiter. Allí fueron cuidados por nodrizas selváticas, animales, unas fieras ajenas a la razón. Eso hizo que Eros y Cupido crecieran pasionales e instintivos.
En mi opinión, ni Eros ni Cupido eran unos angelitos rechonchos de apenas 3 o 5 años, a veces asexuados, como se los representó en el arte y la pintura siglos después y hasta nuestros días. Es absurdo que los dioses del deseo y la atracción sexual fueran unos querubines pequeños y regordetes, con un arco y una flecha que parecen de juguete. Los dioses Eros y Cupido más bien debieron ser adolescentes atractivos, viriles, impulsivos, arrojados, como los muestran esculturas más antiguas, como cuando Eros se enamoró de la bellísima Psique (el alma). ¿Qué significan las alas de los dioses Eros y Cupido? Que el amor del Eros es pasajero y puede volar en cualquier momento. ¿Y qué significa la venda en sus ojos? Que el amor del Eros es ciego, no ve con objetividad al amado o la amada. El deseo y el enamoramiento nublan la vista. Pero si cae la venda de los ojos de Eros o Cupido, vemos la verdad y la autenticidad del otro, y a veces decepciona. Y se despedaza ese enamoramiento mágico del Eros que estaba basado solo en una idealización del otro.
La madre de Eros era Afrodita, diosa griega del amor, la belleza y la fertilidad. El Cupido romano era hijo de la diosa Venus, que representaba lo mismo que Afrodita. Eros y Cupido llevaban un arco y unas flechas que les regalaron sus madres. Las puntas de esas flechas eran de oro y plomo. Las de oro eran para causar la atracción y el deseo, y las de plomo para causar la repulsión, el olvido o el desamor del otro. Eros y Cupido eran pícaros y juguetones. A veces disparaban a una pareja con una flecha con punta de oro a uno, que se enamoraba, y al otro le disparaban otra con punta de plomo, que lo odiaba o repelía. ¡Vaya drama amoroso! Quizás hayas vivido en carne propia ese calvario. Uno enamorado y la otra atosigada. A veces flechaban a ambos con punta de plomo, lo que sería un amor sin destino, odio y olvido asegurado. Y, en fin, a otros les sembraban la atracción mutua y el deseo recíproco clavando en ambos flechas con puntas de oro, que sería el amor-erótico correspondido.
Pensando en estas mitologías, creo que los griegos y los romanos ya distinguían el Amor bello, fértil, maduro y más refinado, respecto del puro Amor del Eros, asociado al deseo, el enamoramiento y la atracción erótica. Fíjate en el siguiente detalle. Afrodita y Venus –las diosas del amor, la fertilidad y la belleza– son mujeres, las más bellas de las diosas, jóvenes maduras, ambas muy importantes en el Olimpo griego y el Panteón romano, las dos son madres. En cambio, Eros y Cupido –los dioses del deseo, del amor erótico y la atracción sexual– son adolescentes, hombres inmaduros, impulsivos e instintivos, hijos, de menor importancia en el Olimpo y el Panteón de los dioses (salvo que fueren dioses primordiales nacidos del Caos).
¿Qué te dice eso? Que en el imaginario mitológico griego y romano ya atribuían mayor valor e importancia al amor de Afrodita y de Venus, que es un amor más “destilado”, maduro, refinado y perdurable, asociado a la fertilidad, a la maternidad y la belleza. En cambio, pareciera que al amor de Eros y Cupido, que es el del deseo o la atracción sexual, le atribuyeran menor valor. Es una hipótesis, no soy experto en mitología. ¡Pero mira esto otro! Eros y Cupido eran hijos y ayudantes de sus madres Afrodita y Venus, respectivamente, quienes por eso les regalaron a aquellos el arco y las flechas para provocar el amor-deseo. Es decir, podríamos decir que el amor-deseo de Eros y Cupido sería una primera fase encargada por sus madres para llegar al banquete del amor maduro, definitivo y duradero. Ellos van de cacería con sus flechas a cruzar corazones, a tirar las redes y el anzuelo del deseo. Pero luego se requiere un proceso de maduración y complemento con el amor de Afrodita y de Venus, que es más refinado y profundo.
Pero en las parejas de carne y hueso no siempre su amor de Eros y Cupido escala o se complementa con el de Afrodita o Venus. No seguimos a la etapa siguiente. A veces nos quedamos pegados en el Eros hasta que despliega sus alas y vuela ese deseo o atracción pasajeros. O bien caen las vendas que llevan en sus ojos y vemos la realidad auténtica y humana del otro sin idealizaciones. Entonces, también el deseo apasionado del Eros se desvanece como humo al viento, y uno o ambos de los que estaban enamorados dicen que ya no lo están. Todo se acaba. Porque nunca escalaron hasta el banquete de Afrodita y de Venus, para vivir su amor en una sinfonía en que Eros y Afrodita viven en nosotros al mismo tiempo. ¡Tarea para campeones!
Hoy estas rupturas suceden con mucha frecuencia, porque vivimos en una sociedad erotizada, una sociedad de los sentidos, de la pura gratificación de la superficie, de escasa profundidad. Una sociedad del Eros. Pero tal vez sea peor, y ni siquiera nos alcance para eso. Porque en estos tiempos tan acelerados, competitivos y estresantes, puede que algunos no tengan el suficiente sosiego, intimidad y espacio para la seducción que requiere el amor del Eros. En tal caso, sería fatal, pues nos quedaríamos sin nada. Sin Eros y sin Afrodita. Más que una sociedad del Eros, esta sería una sociedad del desamor, al menos en la pareja. ¡Qué tristeza! ¡Tenemos que partir por recuperar el Eros! Al menos es una tarea gratificante.
¿Hay otras soluciones? En la próxima me referiré a la “enfermedad del amor” y recetas para curarla, según algunos grandes poetas y filósofos.