Dos niños asistían a la escuela rural de San Ramón en Nacimiento, allí donde sus profesores levantan escombros a punta de chuzo y pala con toda la convicción que impide abandonarlos. Como lo han hecho toda la vida Francisco y Priscilla, orgullosos de sus colegas de otras escuelas rurales que allí con ellos reconstruyen la posibilidad de un futuro, porque creen en el valor de la escuela más que en la desgracia, ellos también sueñan que sus niños salgan de la pobreza con educación, y no, no se van a abatir, aunque vengan terremotos y otros incendios, porque así lo han hecho siempre, por dos o por un niño, da lo mismo, un niño son todos los niños del mundo.
Hasta este momento 26 personas fallecidas, más de 3.000 damnificados, sobre 1.000 viviendas arrasadas por el fuego, es el triste saldo que a esta fecha dejan los incendios en el sur de Chile. Con focos activos aún, es indeterminado el número final de víctimas y muchas de las consecuencias, hoy día invisibles, se irán manifestando a través del tiempo, como por ejemplo las patologías en materia de salud mental, que sin duda tendrán un incremento importante a nivel territorial en las zonas afectadas y en grupos muy vulnerables, como son adultos mayores y niños. También afectará a quienes como Francisco y Priscilla han debido enfrentar la crisis, hacerse cargo del cuidado en momentos muy difíciles con energía y fuerzas, las que en algún momento se apagarán y necesitarán apoyo y contención.
No podemos abandonarlos a su suerte, hoy con listas de espera en materia de salud mental que no se condicen con una planificación sobre la base de un 25% de la población que está afectada por algún cuadro, antes de la pandemia incluso. Son más de 14 mil niños en “Listas de Espera” (UDP) para acceder a salud mental y el presupuesto promedio histórico alcanza menos del 2% del total del presupuesto de salud, con una especial escasez de profesionales del área infantojuvenil.
Probablemente el foco posterior a esta crisis sea la reconstrucción material, muy importante, qué duda cabe, hoy sin embargo es necesario hacer visible esta otra necesidad, porque inexorablemente son las personas y su estabilidad emocional fundamentales para salir adelante en medio de esta realidad. Quisiéramos ver un mayor dinamismo en la implementación de las Oficinas Locales de la Niñez en las regiones afectadas y que esto signifique la capacidad efectiva de prevenir la cronificación del daño emocional y físico en niños y adolescentes.
En medio del abandono y de la pobreza de muchos sectores afectados por los incendios, pero sobre todo por la exclusión social de décadas en que el Estado no ha llegado con los servicios y necesidades más básicas, existe una posibilidad de transformar esta tragedia. Aunque parezca una paradoja, hay quienes han perdido todo sin haber nunca tenido nada. Hoy dos niños confían en sus maestros para volver a levantar el lugar donde junto a sus familias se sienten amados y protegidos, y eso es el mayor tesoro del mundo.