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Allende y Pinochet, X, Y y Z Opinión

Allende y Pinochet, X, Y y Z

Eduardo Labarca
Por : Eduardo Labarca Autor del libro Salvador Allende, biografía sentimental, Editorial Catalonia.
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En estos días estoy leyendo con interés el documentado libro de Mansuy que me regaló un amigo socialista. Yo, que viví a concho los años de la UP y escribí una biografía de Allende, a quien frecuenté a lo largo de más de dos décadas y con quien viajé a Cuba, Checoslovaquia, Perú, Ecuador, Colombia y Argentina, discrepo de diversas afirmaciones de Mansuy, pero valoro la densidad de algunos de sus análisis, en particular sobre las consecuencias para los golpistas y para los partidos de la UP, de la decisión de Salvador Allende de morir en La Moneda y convertirse así en mítico personaje de la historia mundial del siglo XX.


Tenía que suceder y está sucediendo: las nuevas generaciones ejercen su derecho a opinar sobre Salvador Allende y Augusto Pinochet, la UP y la dictadura.

Hace algunas semanas estalló el áspero debate entre el consejero constitucional Luis Silva Irarrázaval, que calificó a Pinochet de “estadista”, y Daniel Matamala, quien le recordó que el dictador había sido un “traidor, asesino, terrorista, ladrón y cobarde”. Veo en Wikipedia que tanto Silva como Matamala nacieron en 1978, pertenecen a la llamada Generación X (nacidos entre 1965 y 1981) y tenían diez años para el triunfo del NO, preludio del ocaso de Pinochet. Coincidentemente, el académico Daniel Mansuy, que acaba de publicar el libro Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, en el que cita abundantemente mi biografía de Allende, nació asimismo en 1978 y es también un X. Silva, Matamala, Mansuy y otros cuarentones opinan libremente de Allende y Pinochet y se agarran de las mechas en torno al tema.

También opinan sin tapujos quienes vienen después, los miembros treintañeros de la llamada Generación Y (1980-2000), entre los que cabe destacar al Presidente Gabriel Boric Font (1986) y a Beatriz Hevia Willer (1992), presidenta del Consejo Constitucional, situados uno y otra en esquinas opuestas del ring político.

En medio de la trifulca sobre los 50 del golpe, ha entrado al ruedo el arquitecto Miguel Lawner, quien como director ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) durante el Gobierno de Allende, impulsó la construcción de más de 150 mil viviendas sociales, del edificio de la UNCTAD, hoy Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), y otras obras importantes, además de habernos entregado dibujos a mano alzada que muestran en detalle el campo de concentración de Isla Dawson en el que estuvo prisionero.

Cada generación tiene su afán y observa el pasado desde su tiempo y no se puede pedir que un X, un Y o un Z tengan una misma visión sobre ese pasado, tanto más cuanto que el abanico de las posturas políticas dentro de su propia generación determina la óptica de cada cual. Ellos y ellas verán desde su respectivo ángulo personal los factores –“causas”– de la llegada de Allende a La Moneda y los factores –“causas”– del golpe militar.

Lawner y el autor de esta columna pertenecemos a la llamada Generación Silenciosa (1928-1945), marcada por la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto del pueblo judío y el lanzamiento de bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Vivimos la experiencia de la UP y, por ejemplo, cuando saludaba a Salvador Allende, yo estrechaba en mi mano su mano fuerte de antiguo boxeador aficionado, y las dos o tres veces que saludé a Fidel Castro sentí su enorme mano inerte, especie de aleta de foca, en contacto con la mía.

La polémica está servida y en este año aniversario conviene que la enfoquemos con la mente abierta, a sabiendas de que, vengan de donde vengan, por efecto o por defecto, las diversas opiniones nos ayudan a nosotros, y ayudarán a las generaciones futuras, a reflexionar sobre ese trozo de nuestro pasado. Lawner valora el Gobierno de Allende desde su experiencia de protagonista de aquellos años; Boric opina medio siglo más tarde. Los niños y adolescentes de la actual Generación Alfa (2010-2020) se irán forjando sus propios criterios en buena medida a partir de lo que ven en el celular y las redes. 

Lawner desliza una crítica hacia el Presidente Boric por haber afirmado que tenemos que analizar la Unidad Popular “con mucho mayor detalle y no sólo desde una perspectiva mítica”. “Es  inaceptable –dice Lawner– pretender reducir el reconocimiento y la admiración a nivel mundial que goza el Presidente Allende, al gesto mítico de haber entregado su vida en defensa de la institucionalidad democrática”, y dedica largos párrafos a describir las realizaciones del Gobierno de la UP. El reproche de Lawner a Boric es curioso, ya que el Presidente se adelantó a declarar explícitamente la necesidad de superar las perspectivas míticas –tal vez predominantes en su generación– y analizar el Gobierno de Allende “con mucho mayor detalle”.

“Yo le recomendaría al Presidente Boric leer todo lo que ha escrito sobre el golpe de Estado en Chile, Peter Kornbluth”, escribe Lawner, y además le reprocha que haya recomendado la lectura del libro de Mansuy sobre Allende y la UP. Y aquí el autor de esta columna se siente aludido.

Precisamente sin haber leído su libro, Lawner descalifica a Daniel Mansuy por ser nieto de un almirante golpista de 1973, como si alguien pudiera elegir a sus abuelos.

Así va rodando el tiempo y es posible que dentro de varias décadas, cuando ya no estemos aquí, la fría Historia tome la palabra en la voz de analistas que sin pasión, como quien observa las piezas de un tablero de ajedrez, puedan responder a la pregunta de todas las preguntas: ¿El gobierno de Allende y la UP era viable, o estaba condenado a la derrota desde el día cero?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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