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Silvio Berlusconi: el bueno, el malo y el feo Opinión

Silvio Berlusconi: el bueno, el malo y el feo

Cristián Zamorano Guzmán
Por : Cristián Zamorano Guzmán Analista y doctor en Ciencias Políticas.
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Berlusconi inició la derechización del mundo, que sigue y seguirá avanzando. Esa cuestión no es solo italiana. Concierne y preocupa a todo Occidente.


El spaghetti western es, al inicio, un subgénero, nacido en Italia, con posterioridad al apogeo de las películas clásicas de western. Este estilo se caracteriza por poner siempre en escena a unos personajes aparentemente carentes de moral, muy rudos y sin piedad, exentos del romanticismo caballeresco de los protagonistas de los entonces clásicos wésterns estadounidenses. La obra cumbre del género fue la película del gran cineasta Sergio Leone: El bueno, el malo y el feo.

En Italia, el 12 de junio pasado, murió, a los 86 años, Silvio Berlusconi, que no solo fue un personaje importante para la política e historia de la península itálica, sino también para el mundo occidental en general. “Il Cavaliere” tenía mucho de los personajes de la citada película de Sergio Leone. Él tuvo algo de bueno, de malo y, al final, mucho de “feo”.

El bueno. Berlusconi llegó a la política después de haber construido un imperio en el sector de bienes raíces, y luego en los mundos de los medios de comunicación y fútbol. En efecto, a partir de la década de los 80, se decidirá por innovar en el mundo de la televisión, internacionalizando su empresa, fundando canales en Francia, Alemania y España.

Berlusconi fue también el “primer tifoso” del famosísimo AC Milan, club que dirigió durante tres décadas y que logró convertir en uno de los equipos más grandes del mundo. Pero, sobre todo, el club también fue una formidable herramienta de comunicación al servicio de sus asuntos económicos y de su carrera política.

Después de esa trayectoria ascendente en el mundo privado, Berlusconi se iniciará en la política y será tres veces presidente del Consejo de Ministros (de mayo a diciembre de 1994, de 2001 a 2006 y, finalmente, de 2008 a 2011), parlamentario de 1994 a 2013, y, luego, desde el otoño de 2022 hasta su muerte, líder de la derecha italiana. Además de haber ostentado, en varias ocasiones, el título del hombre más rico de Italia, es el primer ministro que más tiempo se quedó en el poder desde el nacimiento de la República Italiana: 3.340 días exactamente.

El malo. Berlusconi sucedió a una clase política algo gris, decaída, esa de la Democracia Cristiana italiana, que hoy desapareció pero que estuvo vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial y que desconfiaba de la personalización del poder porque, bajo el fascismo, Mussolini lo había representado de forma paroxística. En Berlusconi, su componente ideológico siempre será bastante débil. Podríamos decir que era un liberal, fundamentalmente anticomunista. Hizo del comunismo una forma de fantasma en un momento en el cual el Partido Comunista italiano avanzaba hacia la socialdemocracia. El “berlusconismo” es, por tanto, menos una ideología que una forma de hacer política basada en lo “antipolítico” y el populismo. Berlusconi creó artificialmente una oposición entre un pueblo imaginario-fantaseado y unas élites denunciadas (siendo él mismo parte de esas élites). Eso nos hace venir en mente a varios personajes políticos que estuvieron o están hoy en boga…

Con Berlusconi, la confusión entre negocios, política y medios de comunicación llegó a su apogeo. En muchas oportunidades, “Il Cavaliere” gobernó esencialmente para proteger sus intereses. Durante sus gobiernos, se promulgaron leyes para despenalizar la falsificación en la contabilidad empresarial, permitir la repatriación de los capitales de los llamados exiliados fiscales y abolir los impuestos a la herencia.

El feo. Sin discusión alguna, su legado más importante es haber permitido a la extrema derecha (“neofascista”) integrar un gobierno oficialista de derecha clásica, armando alianzas con el Movimiento Social Italiano (MSI), y eso desde 1994. No dudó en afirmar, con orgullo, haber legitimado y constitucionalizado a “los fascistas”. Giorgia Meloni, hoy presidenta del Consejo italiano, fue su ministra de la Juventud en su último gobierno [2008-2011]. Así, ayudó a desdemonizar a la extrema derecha. Para Italia, esto rompió un gran tabú: la República se había construido sobre los valores del antifascismo. Era entonces impensable, hasta que él dirigiese a Italia, que un partido surgido del neofascismo llegará al poder.

Según el ensayista Raffaele Simone, en política, Silvio Berlusconi, fue un aprendiz de hechicero y, sin duda alguna, un precursor: si nos detenemos un rato, vemos que el “trumpismo” es al final una especie de “berlusconismo” a una escala mucho mayor. Hoy, en este nuevo tipo de sociedad de información y desinformación, los líderes populistas han perfectamente entendido que el impacto inmediato de una declaración importa mucho más que la relación de esta con la realidad. Veamos nosotros, en Chile, en qué términos se plantea hoy cualquier tema de discusión política. La búsqueda de la frase que impacta nunca está muy lejos. No tan así con la veracidad de lo avanzado.

Berlusconi inició la derechización del mundo, que sigue y seguirá avanzando. Esa cuestión no es solo italiana. Concierne y preocupa a todo Occidente. Y todas las izquierdas de ese mismo Occidente están ante el mismo imperativo: pensar en reinventarse e imaginar un programa que les permita recuperar el electorado popular que se ha dejado y deja seducir por los partidos populistas. Chile no escapa a esa problemática, por lo contrario, y quizás hoy, más que nunca, está inmerso en aquello. Y si seguimos así, en esa misma tónica de los populismos, hay un riesgo que podría hacernos preguntar, en referencia a otras de las obras de Sergio Leone: ¿”Érase una vez”… la democracia liberal?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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