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Ausentismo en el jardín infantil y los desafíos como educadora Opinión

Ausentismo en el jardín infantil y los desafíos como educadora

Mónica Rojas Lobos
Por : Mónica Rojas Lobos Educadora de Párvulos PUC Directora jardín infantil Santo Domingo Corporación para la Infancia de Santiago
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Cuando un niño o niña se ausenta, hay experiencias que no vive, hay oportunidades de aprendizaje que pierde y hay un proceso incompleto. Lo frustrante es que cuando pasa esta etapa de desarrollo, no hay vuelta, los pilares de la vida se forman en primera infancia y lo que no se vive en el jardín infantil no se puede recuperar. 


Como adultos, tenemos la potestad sobre nuestros hijos e hijas, y ante el desafío de la crianza nos preguntamos: ¿qué es lo mejor para nuestros hijos e hijas? Como educadora puedo responder con claridad y convicción, lo mejor para un niño o niña es que asista regularmente al jardín infantil. Sin duda, una decisión que trasciende y permite que ese niño o niña pueda desarrollar sus habilidades y potenciar sus aprendizajes.

Quienes trabajamos en centros educativos enfrentamos como desafío el ausentismo, ya que hay familias que aún no han incorporado en su idiosincrasia la obligación de llevar a los niños y niñas al jardín infantil, generalmente lo ven como una alternativa de cuidado; sin embargo, en los equipos educativos, este pensamiento, que genera frustración, se transforma en uno de los mayores desafíos, demostrar a estas familias cómo, al llevar al párvulo al jardín infantil, se enriquecen y potencian los aprendizajes, las habilidades y se desarrollan herramientas para vida.

Como educadora y directora tengo una trayectoria de 28 años, en los que he podido observar que, aquellos niños y niñas que asistieron regularmente a la sala cuna, al jardín infantil, hoy se han transformado en exitosos adultos, tanto en su vida personal como profesional, y también he observado, tristemente, que aquellos niños y niñas que no asistían regularmente, no han logrado consolidarse en su realización personal. 

Hay muchos estudios que demuestran cómo en los primeros 5 años de vida el cerebro desarrolla su potencial. Al asistir al jardín infantil, entregamos la oportunidad de que las conexiones neuronales en desarrollo aumenten y permitan desarrollar al máximo el potencial de cada niño y niña. 

Es así como el mayor desafío que enfrentamos las educadoras y equipos educativos tiene relación con convencer a las familias que jugar en el jardín infantil es lo mejor que puede hacer un niño y niña, porque a través del juego las educadoras y los equipos educativos incorporamos oportunidades de aprendizaje, planificamos los objetivos que se van a desarrollar en base a las necesidades individuales, intencionamos aprendizajes y entregamos las herramientas para potenciar las habilidades individuales. 

Jugar en el jardín infantil se transforma en la experiencia para la vida, es a través de este juego planificado, intencionado, donde cada niño y niña desarrollará conexiones neuronales, habilidades blandas e interacciones positivas para aprender a resolver problemas lógicos, sociales y personales. 

Cuando un niño o niña se ausenta, hay experiencias que no vive, hay oportunidades de aprendizaje que pierde y hay un proceso incompleto. Lo frustrante es que, cuando pasa esta etapa de desarrollo, no hay vuelta, los pilares de la vida se forman en primera infancia y lo que no se vive en el jardín infantil no se puede recuperar. 

Como directora enfrento día a día a esas familias que ven el jardín como una alternativa de cuidado y pienso que, lamentable, que no puedan darse cuenta que no es solo una inasistencia, es ausencia de oportunidades de aprendizaje, es ausencia de nuevas conexiones neuronales, es, finalmente, privar a ese niño y niña del derecho de crecer y desarrollar al máximo su potencial. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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