Publicidad
Guillermo Teillier, un muchacho del siglo XX Opinión

Guillermo Teillier, un muchacho del siglo XX

Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
Ver Más

Lo más doloroso para un muchacho del siglo XX debe haber sido constatar que las generaciones políticas del siglo XXI siguen inspiradas en los manuales de una época que va quedando sin testigos directos, solo con fantasmas que recién comienzan su pasar por los tribunales de la historia.      


En el primer tomo de sus memorias, el histórico exsecretario general del PC chileno, Volodia Teitelboim, se definió como “un muchacho del siglo XX” (Editorial Sudamericana, 1997), una certera denominación para una generación que protagonizó los días pesados de la Guerra Fría, aquel tiempo donde se disputaban las abstracciones ideológicas del planeta en torno a la masificación del capitalismo versus la resistencia del anhelo socialista. En este viaje por el siglo XX, el escritor, Premio Nacional de Literatura y emblema del comunismo chileno, asiste muchas veces, como testigo y otras como protagonista, al florecer y atardecer de ilusiones y decepciones de una época.

Es la misma época que marcó a Guillermo Teillier, primero como actor determinante en la lucha armada contra la dictadura en la década del 80 y luego como articulador político de su partido, cuando el primer Gobierno de Bachelet le abre las puertas para reintegrarse a la democracia liberal a través de las urnas. La misma mano que dirigió la comisión militar del PC, luego votaba desde la Cámara de Diputados, en ese faraónico edificio construido por la dictadura en Valparaíso. Es el mismo hombre que fue detenido y torturado por seis meses en el subterráneo de la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, el que luego recolectó las armas que estuvieron a centímetros de acabar con la vida de Pinochet.

Desde el año 2006, es que Teillier preside al PC, cuando el pleno del Comité Central lo nombra tras la muerte de Gladys Marín. Es desde ese momento que comienza una nueva historia para el amaranto chileno: el año 2008 se genera el pacto con la entonces agónica Concertación en las elecciones de alcaldes. Un año después, el PC volvería a tener parlamentarios tras 36 años de peregrinaje por el desierto, cuando Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez acceden a la Cámara Baja. El 2014, el PC entra al gabinete del segundo Gobierno de Bachelet, uniéndose a un conglomerado que llegaba para exorcizar los demonios capitalistas de la Concertación. Fueron los tiempos de la Nueva Mayoría, donde Teillier demostraría a Bachelet la misma lealtad que su partido (de raíz marxista-leninista) le brindara a Allende en sus mil días de Gobierno. Es cosa de revisar las fotos de aquella época en que comunistas compartían Gobierno junto a políticos como Jorge Burgos, Rodrigo Valdés y Alberto Undurraga.

Para entonces muchos veían a Teillier, dado su pragmatismo político, como un símil de Deng Xiaoping, aquel referente del comunismo chino que en 1962 pronunció, en el Comité Central del Partido Comunista de China (presidido entonces por Mao Zedong), una frase revolucionaria para las izquierdas anticapitalistas: “Gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”. Una frase que expresaba el deseo de Xiaoping por abrir el país al exterior tanto en lo económico como en lo político (China fue uno de los dos países comunistas que no rompieron sus lazos con la dictadura chilena), con el objetivo de buscar un carril hacia el capitalismo que a su vez no destruyera el Estado socialista.

No cabe duda que, muchas veces, las palabras de Teillier provocaron el mismo desconcierto que las del ideólogo de la renovación china, especialmente cuando se trataba de generar alianzas con actores que representaban lo que ellos mismos, el PC chileno, apuntaba desde las calles como traidores del legado de Allende. 

Sin embargo, los últimos días de Teillier al mando del PC carecieron de ese pragmatismo que tantos logros económicos y culturales otorgó a China en los últimos 50 años. Puede que su influencia y admiración a lo que fue la revolución bolchevique y su siempre férrea defensa al régimen cubano y al legado de Hugo Chávez, le llevaran a proyectar el siglo XXI con los lentes rotos del siglo pasado, mismo donde las izquierdas marxistas-leninistas no pudieron bajar a realidad las abstracciones teóricas del socialismo real. 

Lo anterior se pudo ver reflejado cuando el día después que incendiaran el metro de Santiago y quemaran parte del edificio de Enel (octubre del 2019), a la misma hora que comenzaban violentas manifestaciones en distintos lugares del país, aparecía el veterano presidente del Partido Comunista de Chile sugiriendo la renuncia del Presidente Piñera, mismo que hace solo un año había sido electo con una mayoría de 3,9 millones de votos. Entonces, el viejo timonel del PC, al igual que gran parte de las izquierdas locales, creyeron estar viviendo, de sopetón, su propia revolución bolchevique y la aparición definitiva de la tumba del capitalismo, al punto que fueron capaces de postergar sus propias ideas, es decir, las de Marx y Lenin, con tal de sentarse a redactar una Constitución junto a las pulsiones de un grupo de independientes con ropajes identitarios.

Los últimos días de Teillier no deben haber sido fáciles. Menos para un hombre que desde los 15 años (edad en que ingresó a las Juventudes Comunistas) luchó por un país donde se abrieran las grandes alamedas por donde se superaría al capitalismo. Para Guillermo, no debe haber sido fácil ver el resultado del plebiscito del año pasado, ni la elección de consejeros constitucionales de este año y menos aún saber que el estallido social no fue más que un oasis en el desierto de la hipermodernidad.

Aunque lo más doloroso para un muchacho del siglo XX debe haber sido constatar que las generaciones políticas del siglo XXI siguen inspiradas en los manuales de una época que va quedando sin testigos directos, solo con fantasmas que recién comienzan su pasar por los tribunales de la historia.      

    

 

                     

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias