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El rodeo de los republicanos Opinión Foto: Víctor Huenante/AgenciaUNO

El rodeo de los republicanos

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Veremos si el gesto de bajar un par de enmiendas –que estaban destinadas al fracaso–, anunciado el viernes 1, es suficiente para dar un vuelco a la negativa precepción ciudadana del proceso y lograr encaminar algunos acuerdos. Sin embargo, si el plebiscito fuera este domingo, de seguro Chile quedaría inscrito en los récords Guinness, por haberse farreado dos oportunidades de elaborar una Constitución en plena democracia. A propósito de los 50 años del golpe cívico-militar, qué poco hemos aprendido de nuestra propia historia.


En una suerte de déjà vu –esa sensación que se describe como el experimentar una situación nueva cual si fuera un evento ya vivido– parece estar convirtiéndose el proceso constitucional, segunda parte. Partamos por el hecho de que, a solo tres meses del plebiscito de salida, casi un 60% de las personas –coinciden todas las encuestas– dice que rechazará el texto, sin siquiera conocerlo. La única diferencia es que en la Convención anterior, a cuatro meses del 4 de septiembre, solo un 41% aseguraba que votaría en contra, sin que la propuesta final fuera presentada a la ciudadanía.

Pero lo más dramático es cómo se han invertido los argumentos: en 180 grados. Los mismos que criticaron a los otros por “pasarles la aplanadora” y no incluir a las minorías, hoy aplican similar fórmula, cuando son mayoría. Quienes dijeron en el proceso constitucional anterior que la Lista del Pueblo y la izquierda querían imponer una sola mirada del país, hoy hacen lo mismo.

La presidenta del Consejo Constitucional, la republicana Beatriz Hevia, defendió el haber barrido con sus adversarios en las primeras votaciones, aludiendo a que le parecía “legítimo” ejercer la mayoría. Exactamente el mismo argumento que usaron Daniel Stingo o la tía Pikachu, poco más de un año antes. La historia repitiéndose, con las mismas mañas y, lo que es peor, camino directo a que la propuesta constitucional sea rechazada por paliza. No aprendieron nada.

Y como no aprendieron nada, partieron las votaciones en las comisiones sorprendiendo al rival, es decir, sin avisarles. En tres de ellas, no solo pasaron la aplanadora sino que, además, intentaron marcar la cancha discutiendo temas secundarios –recordemos que la directiva de Loncon cometió un error similar, dejando para el final los temas de derechos sociales, cuando ya la gente estaba molesta con el proceso–, con una verdadera provocación ideológica, pero, más que nada, un torpe error estratégico. Pusieron en el primer lugar de la tabla el capítulo de emblemas nacionales –algo que jamás estuvo en duda en el proceso anterior, pese a que circuló una maliciosa fake news que planteaba que la izquierda quería eliminar la bandera y el escudo patrio–, aprobando la bandera –¿hay algo más obvio?–, la cueca como baile nacional y el rodeo como deporte nacional.

Esto significa que, en caso de que usted no sea de la zona central y en su región le enseñaron desde la infancia el Carnavalito, el Cachimbo de Tarapacá, el Costillar, la Zamba Refalosa, la Mazamorra, o el Sau Sau y Tamuré en Isla de Pascua y otros quince bailes típicos de Chile, se le ocurre oponerse a incluir la cueca en una ceremonia pública, podría ser acusado constitucionalmente como un traidor o desnaturalizado chileno. El recurso es exagerado, pero lo uso para mostrar lo absurdo que es que un baile, por importante que sea, tenga un rango constitucional. Si los que criticaron, antes, a los otros por querer un texto largo y querer incluir todo, están cometiendo el mismo error que sus antecesores. Déjà vu.

Sin embargo, la inclusión del rodeo como deporte nacional logró generar la primera atención sobre un proceso fome y lejano para la gente, despertando todo tipo de pasiones y, por supuesto, dividiendo a la ciudadanía. Aquellos que criticaron el proceso anterior porque no generaba consensos, hoy han dejado en evidencia que, desde el primer capítulo votado, lograron repetir el ambiente de polarización de ese proceso anterior. No sé si este fue un gustito –torpe y poco estratégico– o simplemente un acto de soberbia y superioridad. Al estilo de la Lista del Pueblo.

Pero vamos a lo de fondo. Más allá de que Republicanos –que arrastró a un secundario y poco relevante Chile Vamos– optara por pasar la máquina, repitiendo la historia, lo del rodeo es tal vez uno de los temas más controvertidos de los últimos años en Chile, de la mano de un cambio de sensibilidad brutal de la sociedad en que se multiplican los veganos y el mundo pro animales, que se ha extendido como tendencia y también como negocio. Los supermercados tienen grandes secciones dedicadas a todo tipo de productos para las mascotas, y las clínicas veterinarias y peluquerías caninas casi llegan a superar a las farmacias en todas las esquinas.

Eran otros tiempos cuando el rodeo fue patentado como deporte nacional –a propósito del Mundial del 62 que requería visualizar a un desconocido y remoto país–. Hoy no solo es mal visto, sino que despierta también indignación el maltrato animal. Las personas prefieren los pollos que no han consumido hormonas, las gallinas que se crían libres, y no toleran que un animal reciba un trato cruel o sea torturado, bajo gritos sádicos. Además, el rodeo es una actividad que se focaliza en una zona muy acotada del país, practicada por una pequeña elite y ligada a los dueños de fundo.

Pero el rodeo tampoco sintoniza con los tiempos actuales. Es una actividad machista y de elite: no participan las mujeres. Y no es para nadie un misterio que está íntimamente asociado a una ideología que en Chile se expresa en la derecha. Sin duda, si tuviéramos que buscar un deporte criollo “popular”, este sería la rayuela o las corridas de caballos. Pero esas actividades tampoco son masivas, porque representan intereses y realidades de las distintas geografías de este largo y angosto país. Si hay en deporte nacional en este país, por lejos es el fútbol, pero no por eso tendría un estatus especial en la Constitución, como en ningún país del mundo…

Volvamos al foco que causó más divisiones y debate desde que la cueca y el rodeo adquirieron, de manera transitoria, rango constitucional. La controversia no solo ha involucrado a la sociedad en general, los animalistas y la clase política, sino también a la Iglesia católica. Bajo el pontificado de Juan Pablo II –un referente para la derecha católica chilena–, la Iglesia condenó duramente la celebración de festividades en que exista tortura animal. Y a nivel político, en 2009, se publicó la Ley 20.380 –de protección animal–, que tomó catorce largos años en su tramitación, debido a que la derecha peleó por dejar fuera de la categoría “maltrato animal”, precisamente, al rodeo.

En 2020, un grupo de parlamentarios intentó modificar esa ley para incluir al rodeo en la categoría de maltrato, pero no logró pasar de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara, con los votos de oposición del mismo sector político.

Pero más allá del rodeo y la cueca, en la semana en que realmente se visualizó el proceso constitucional para la ciudadanía, quedó en evidencia que los que antes criticaron a los otros por escribir un texto que dividía y agudizaba las diferencias y no respetaba las minorías, hoy terminaron haciendo exactamente lo mismo. Atrás quedaba eso de “una Constitución que nos una y no que nos divida”.

Tan controvertida fue la forma en que Republicanos pasó la máquina, que sus propios aliados (Chile Vamos) salieron al rescate, presionándolos para cambiar la estrategia. De ahí que el partido de J. A. Kast se vio obligado a realizar el gesto de bajar algunas enmiendas polémicas –como esa de dar libertad a condenados sobre 75 años, cuyo objetivo apuntaba a los criminales de Punta Peuco– y proyectar, así, una señal de buena voluntad.

Veremos si el gesto de bajar un par de enmiendas –que estaban destinadas al fracaso–, anunciado el viernes 1, es suficiente para dar un vuelco a la negativa precepción ciudadana del proceso y lograr encaminar algunos acuerdos. Sin embargo, si el plebiscito fuera este domingo, de seguro Chile quedaría inscrito en los récords Guinness, por haberse farreado dos oportunidades de elaborar una Constitución en plena democracia. A propósito de los 50 años del golpe cívico-militar, qué poco hemos aprendido de nuestra propia historia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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