En el contexto de conmemoración de la dictadura militar, debemos recordar y reconocer las atrocidades que ocurrieron. Negar o relativizar el horror socava el proceso de sanación y reconciliación que cualquier sociedad democrática necesita. En lugar de relativizar el pasado, debemos enfrentarlo con valentía y aprender de él, garantizando que los derechos humanos y la justicia siguen siendo pilares fundamentales de nuestra democracia.
En el contexto del próximo aniversario de los 50 años del bombardeo a La Moneda que marcó el inicio de 17 años de terror y persecución en Chile, el conglomerado Chile Vamos emitió una declaración sobre su posicionamiento al respecto. Si bien no sorprende la opinión que estos partidos de derecha tienen, lo que llama la atención es cómo se relativizan las experiencias de tortura y violencia en esta declaración, bajo la premisa de “errores cometidos por todos los sectores”. Esto plantea un dilema que, para cualquier estándar mínimo de humanidad, debería ser inaceptable.
Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), el negacionismo se define como el acto de negar actos de violación a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Este fenómeno tuvo sus orígenes en Europa, donde algunos sectores negaban o cuestionaban la existencia del genocidio nazi. Para combatirlo, se establecieron legislaciones antinegacionistas, principalmente en Alemania.
El negacionismo se manifiesta en tres niveles: negación literal, negación interpretativa y negación implicatoria, en la cual esta carta caería, pues le otorga una justificación a lo que sucedió. Estas justificaciones pueden estar mediadas por ideologías y/o religiones, así como también argumentar con un móvil de necesidad de que el hecho ocurriera por un bien mayor.
El capítulo 1 del Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2018 del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales (UDP), titulado “Negacionismo en la era de la postverdad: Verdad, justicia y memoria en Chile a dos décadas del ‘Caso Pinochet'”, destaca cómo las manifestaciones públicas de negacionismo y relativismo sobre lo ocurrido durante la dictadura militar de 1973 se habían incrementado notablemente. Este fenómeno se vuelve especialmente preocupante cuando dichas expresiones son sostenidas por figuras públicas o personas con alta visibilidad social, ya que no solo relativizan las experiencias traumáticas de las víctimas, sino que también arrojan dudas sobre las condenas que merecen los criminales de lesa humanidad.
Las declaraciones emitidas por representantes de Chile Vamos plantean un riesgo significativo para la democracia. Como sociedad, debemos reflexionar sobre cómo permitimos que discursos de negacionismo implicatorio se arraiguen en el espacio público. Esto cuestiona la integridad de un compromiso genuino con la democracia y los derechos humanos.
En el contexto de conmemoración de la dictadura militar, debemos recordar y reconocer las atrocidades que ocurrieron. Negar o relativizar el horror socava el proceso de sanación y reconciliación que cualquier sociedad democrática necesita. En lugar de relativizar el pasado, debemos enfrentarlo con valentía y aprender de él, garantizando que los derechos humanos y la justicia siguen siendo pilares fundamentales de nuestra democracia.
La declaración de Chile Vamos es un recordatorio de la importancia de preservar la memoria y no permitir que el negacionismo se continúe arraigando en la política chilena.