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Campo-ciudad: la imperativa inclusión de la ruralidad en la agenda nacional Opinión Imagen referencial

Campo-ciudad: la imperativa inclusión de la ruralidad en la agenda nacional

Daniela Gac Jiménez
Por : Daniela Gac Jiménez Daniella Gac Jiménez Departamento en Gestión e Innovación Rural Facultad de Ciencias Agrarias - Universidad de Chile Coinvestigadora proyecto FONDECYT "Ciudadanías Rurales"
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Aunque la globalización y la innovación tecnológica han acercado más que nunca el ámbito urbano y el rural, es fundamental no olvidar que sus diferencias no se pueden simplificar en una sola entidad.


Por años la discusión sobre el desarrollo en Chile ha estado marcada por una fuerte polarización entre lo urbano y lo rural. Esta división no solo ha sido imprecisa, sino también perjudicial. Ha llevado a una concepción de la ruralidad como sinónimo de retraso, alejada de los progresos del ámbito urbano, situación que dista de la realidad si pensamos en los sustantivos avances tecnológicos y la modernización de los medios de producción que ha tenido. Esto, impulsado por la necesidad de adaptarse a un entorno que, aunque diferente al urbano, es igualmente cambiante y demandante.

Como hemos podido observar en el estudio sobre “Ciudadanías Rurales”, esta concepción contrasta con cómo se autodefinen las y los habitantes rurales, quienes expresan su preocupación por las actuales condiciones de vida, las oportunidades laborales limitadas, la calidad de su medio ambiente y la reducida posibilidad de participar en un espacio productivo que centraliza en los grandes capitales el uso de recursos naturales.

Es por esta misma razón que la reciente fusión del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU) con el Consejo Nacional de Desarrollo Rural (CNDR) en el nuevo Consejo Nacional de Desarrollo Territorial (CNDT) ha generado, comprensiblemente, preocupaciones entre quienes entienden la necesidad de una mirada especializada en la ruralidad.

¿Y por qué? En los últimos años hemos puesto en la discusión pública la importancia de prestar atención a las singularidades de cada territorio y las demandas de sus habitantes. La ruralidad chilena, con su diversidad de paisajes, culturas y conflictos, exige una mirada que aprecie y destaque su carácter particular en su relación con la naturaleza y su paisaje.

Aunque la globalización y la innovación tecnológica han acercado más que nunca el ámbito urbano y el rural, es fundamental no olvidar que sus diferencias no se pueden simplificar en una sola entidad. A pesar de esta creciente conexión, el mundo rural en Chile se enfrenta a retos únicos, desde adaptarse a las consecuencias del cambio climático hasta el manejo sostenible de sus riquezas naturales, pasando por la preservación de sus tradiciones y la provisión esencial de servicios para sus comunidades. Es fundamental, por tanto, que sigamos abogando por una atención especializada, adaptada a sus necesidades y desafíos; así como también que esta se aborde acorde a los avances que han experimentado las ruralidades en el tiempo.

La creación de este nuevo Consejo abre la puerta a cuestionamientos legítimos. Si bien es cierto que la visión dicotómica entre urbano y rural necesita ser superada, ¿es este el camino correcto? La respuesta no es sencilla y exige una reflexión profunda y participativa. La integración no puede ser una excusa para minimizar o ignorar las particularidades de la ruralidad.

En el contexto actual, marcado por la crisis climática y la demanda creciente de alimentos de calidad, de provisión de energías “verdes”, las áreas rurales de Chile tienen un papel esencial. Su rol es fundamental para la soberanía alimentaria, para la conservación de la biodiversidad y para el equilibrio ambiental del país. Más que nunca, es imperativo que cualquier política o institución dedicada al desarrollo territorial ponga en su centro las necesidades y problemáticas de estos espacios.

Chile tiene ante sí no solo la oportunidad, sino también la responsabilidad de enfocar su desarrollo bajo definiciones políticas que promuevan una visión integrada y equitativa de sus territorios. Y que, como ya lo señalara el Presidente de la República, se cumpla con hacerlo desde una visión comprensiva de los territorios.

En este enfoque, cada espacio, ya sea urbano o rural, debe ser reconocido por su singular aporte y enfrentar desafíos acordes a sus propias dinámicas y realidades. Si bien la instauración del Consejo Nacional de Desarrollo Territorial marca un avance en este sentido, es crucial que su fundamento radique en un verdadero compromiso con la ruralidad. Es necesario que las voces rurales no solo sean oídas, sino también promovidas y atendidas, a través de iniciativas que fortalezcan el tejido social. Solo de esta manera Chile podrá encaminarse hacia un desarrollo que sea, en esencia, sostenible e inclusivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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