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A propósito del ataque de Hamás y la (¿fallida?) Inteligencia de Israel

A propósito del ataque de Hamás y la (¿fallida?) Inteligencia de Israel

Jorge Gatica Bórquez
Por : Jorge Gatica Bórquez Investigador y Docente de ANEPE
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Ya lo han dicho autoridades políticas y militares del propio Israel, asumiendo su cuota de responsabilidad. Hubo fallas y serán investigadas, una vez que se resuelva lo prioritario: el rescate de los rehenes y la desarticulación de la amenaza de Hamás.  


El tema principal en todos los círculos desde la trágica mañana del sábado 7 de octubre, ha sido el ataque de Hamás a Israel; y una de las más recurrentes preguntas es: ¿y qué le pasó a la Inteligencia de Israel? Sabido es que este tipo de sorpresas lleva el cuestionamiento directo de los servicios de inteligencia de los afectados. Es natural, es esta función la que debe impedir la concreción de este tipo de amenazas, a través de generar anticipación estratégica, para advertir a los decisores sobre anomalías que ponen en riesgo la seguridad de los ciudadanos y alteran la normalidad en la vida diaria. 

Ya lo han dicho autoridades políticas y militares del propio Israel, asumiendo su cuota de responsabilidad. Hubo fallas y serán investigadas, una vez que se resuelva lo prioritario: el rescate de los rehenes y la desarticulación de la amenaza de Hamás.  

Pero, sin intentar responder la pregunta que origina esta columna, se puede aprovechar esta lamentable situación para reflexionar al respecto; sin duda, el hombre también aprende de los errores de otros. Algunos elementos se consideran en los párrafos siguientes por separado, con el solo propósito de facilitar el abordaje de los temas, ya que, por cierto, en la práctica todos ellos están muy relacionados entre sí; cuando se aclare (dentro de lo posible) lo ocurrido, seguramente se podrá observar que el error ha sido multicausal y no solo atribuible a la Inteligencia. Aunque quizás nada nuevo encontrará el lector más avezado, es bueno desempolvar el viejo adagio popular: “Lo sabido, por sabido no se dice y, por no dicho, se olvida”.

En cuanto a la Inteligencia y los procesos decisionales, es conveniente recordar que la función Inteligencia solo asesora a la toma de decisiones, no lo hace por sí misma, excepto para sus propios fines. En consecuencia, si Inteligencia advierte sobre hechos, pero su contribución no es considerada o es desplazada por otras variables que se estimen más importantes, el problema está en el o los decisores.

Sin embargo, es probable que la desconsideración sea en gran parte culpa de la propia agencia de Inteligencia: opiniones desprolijas, imprecisas o inoportunas, no la harán creíble. Por otra parte, la toma de decisiones efectiva debe tener, entre otros atributos, la voluntad de empleo de los medios de Inteligencia, así como también de todos los instrumentos de poder de los Estados, dentro de los cuales están las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad (es importante considerar que los militares y policías no son los únicos).   

Por otra parte, las formas tradicionales de generar Inteligencia, basadas fundamentalmente en el método científico, son francamente insuficientes en el mundo complejo actual. El uso del conocido ciclo de Inteligencia no es más que un mero ejercicio docente; nadie puede pretender hacer Inteligencia aplicando un método de manera rígida y secuencial. La complejidad en la que estamos inmersos obliga a avanzar en nuevas maneras de llegar a la anticipación estratégica. Por ejemplo, la teoría de sistemas, entendiendo que ya estos no obedecen a una estructura jerárquica (definida, lineal, secuencial), sino más bien en una lógica de nube (difusa, sin orden ni jerarquías claras), propias de la era de la complejidad; o la lógica informal, que permite trabajar con la gran cantidad de información disponible (fenómeno conocido con el neologismo infoxicación), lo que es causa y efecto de la desinformación, con sus variantes de misinformación y malinformación.  

Sobre los medios de obtención, se debe tener en cuenta que el abrumador desarrollo de la tecnología, sin duda beneficioso, ha generado un daño colateral: ha ralentizado, o incluso neutralizado, habilidades propias y únicas del ser humano. Los medios de obtención asociados a la tecnología, tales como la Inteligencia de Señales (SIGINT) o la Inteligencia de Imágenes (IMINT), jamás podrán reemplazar a la Inteligencia Humana (HUMINT), única capaz, al menos hasta ahora, de decodificar e interpretar expresiones corporales, miradas, tonos de voz y apretones de mano. Especialmente importante es cuando se enfrenta una lógica asimétrica, en la cual el oponente es no convencional y, por opción o incapacidad, apuesta a recursos que la modernidad supone olvidados.   

Lo antes dicho no agota el análisis, hay muchos otros elementos que por espacio no alcanzan a ser desarrollados en esta columna. La triste situación que se vive en el Medio Oriente, como lo que está ocurriendo en Ucrania y en otros lugares del globo, deberían llevarnos, al menos, a dos grandes conclusiones: la primera, debemos agradecer vivir en un país que, en términos generales, disfruta de la paz y la seguridad externa; la segunda, ni la paz ni la seguridad están dadas por defecto, todos somos responsables de construirlas y mantenerlas. 

En esto último, generar una capacidad de hacer Inteligencia Estratégica moderna y eficiente es un deber insoslayable. Chile no puede seguir esperando.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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