Publicidad
La educación en el norte de Chile: el baile de los que sobran Opinión Karl Grawe/AgenciaUno

La educación en el norte de Chile: el baile de los que sobran

Carlos Schneider Yañez
Por : Carlos Schneider Yañez Odontólogo y Magister en Gestión en Salud. Universidad de Chile M.B.A. Tulane University (USA)
Ver Más

Lo de Atacama es un espejo que se extrapola a muchas aulas del territorio. La calidad de la educación en Chile y su gran brecha transforman a niños en unos de primera y segunda categoría. No puede ser que el futuro ya se vea truncado porque el dinero manda siempre.


Desgraciadamente, aún sigue vigente la canción El baile de los que sobran, donde su vocalista Jorge González entonaba en una de sus estrofas: “A otros dieron de verdad esa cosa llamada educación (…) únanse al baile de los que sobran, nadie nos va a echar de más, nadie nos quiso ayudar de verdad”. Treinta y ocho años después, el álbum Pateando piedras perfectamente podría ser el himno de la crisis de la educación pública en Chile. El último hito es el paro de profesores en la Región de Atacama, que duró más de dos meses.

En este caso, seguir la ruta del dinero es crucial, por la malversación de fondos por parte del Servicio Local de Educación Pública (SLEP) de Atacama y que ya fue constatado por el Ministerio de Educación. Las consecuencias son escandalosas: baños casi inservibles; fecas de ratones en las salas; 16 liceos técnico-profesionales que solo imparten clases teóricas, porque no tienen los insumos para hacer tareas prácticas; aulas de 4×4 para 30 niños pertenecientes a 1° básico. En pleno siglo XXI, esos estudiantes deben aprender apiñados y con riesgo sanitario.

¿Y dónde está el dinero? Con la puesta en marcha de la Nueva Educación Pública se crearon los Servicios Locales de Educación, que dejaron atrás a las municipalidades como responsables de la educación de más de un millón de estudiantes. Las fuentes de financiamiento provienen de la Ley de Presupuestos del Sector Público y la transferencia de los programas municipales, de gobiernos regionales y subvenciones. Lo que parecía una solución magistral, se ha traducido en una fuga de dinero que evidencia desde abultadas contrataciones hasta problemas administrativos.

Sin embargo, las consecuencias no tienen avalúo: los estudiantes que deben rendir la prueba PAES no estarán en igualdad de condiciones frente a otros que asistieron a todas sus clases. Los más pequeños seguirán con falencias arrastradas desde la pandemia y la diferencia se va perpetuando entre quienes sí pueden pagar una educación de calidad.

Lo de Atacama es un espejo que se extrapola a muchas aulas del territorio. La calidad de la educación en Chile y su gran brecha transforman a niños en unos de primera y segunda categoría. No puede ser que el futuro ya se vea truncado porque el dinero manda siempre.

El acceso a la educación no está en duda, pero mientras unos estudian en salones pintados y bibliotecas equipadas, con infraestructura deportiva de primer nivel, otros deben lidiar con baños inundados, falta de materiales, y el sol y el frío convertidos en enemigos, cuando se cuelan por las ventanas.

Muchos jóvenes saben que el futuro no es ninguno de los prometidos en los doce juegos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias