Publicidad
Desconfianza, esa arena movediza que nos atrapa Opinión

Desconfianza, esa arena movediza que nos atrapa

Gonzalo Jiménez
Por : Gonzalo Jiménez CEO Proteus Management & Governance y profesor de la Facultad de Ingeniería UC
Ver Más

Cuando la confianza se ha roto, los esfuerzos para recomponerla son cada vez más demandantes.


El Gobierno se ha comprometido con sacar adelante un proyecto de ley que permita poner fin a la “permisología” que caracteriza a nuestro país y que tanto entrampa las iniciativas de inversión en diversos ámbitos, debido a la falta de certezas. Al anunciar este avance, el Presidente Boric propuso la idea de una ventanilla única que dé más coherencia a los trámites y que permita que el papeleo sea proporcional al tamaño de cada proyecto. La noticia es promisoria, sin duda, en momentos en que necesitamos señales contundentes a los inversores, que nos permitan despercudir nuestra economía.

Sin embargo, las certezas también se construyen sobre confianza, aquella virtud romana encarnada en la diosa Fides de la buena fe y el honor.

Lamentablemente, no son buenos tiempos para estos términos, porque cada una de las partes –antes los dioses omnipotentes, luego los hombres ilustrados– y hoy las instituciones, han fallado repetidamente ante los ojos de la ciudadanía, tornándola descreída y centrada en sus propios derechos y distraída con sus deberes.

Lo vimos hace unos días en el Banco Central, a propósito del tenso clima que se vive entre consejeros y altos directivos, lo que llevó a su presidenta, Rossana Costa, a requerir asesorías externas que, a su vez, podrían responder a otros intereses. Lo seguimos viendo desde junio, con los abusos de fundaciones y ONGs que se aprovecharon de la excesiva laxitud del Estado para acceder a millonarios contratos. Lo escuchamos con espanto, en estas horas, a raíz de los audios en que uno de los más prominentes abogados de la plaza se ufana de sus maniobras para que uno de sus clientes acceda a ventajas inaceptables en materia tributaria y regulatoria. Y es muy inquietante que algunos naturalicen este tipo de situaciones.

Volviendo a los excesos de permisos, ¿qué garantías tenemos, como ciudadanos, de que los avances necesarios para impulsar la inversión no se conviertan en una nueva amenaza? ¿Que no nos pasemos de un extremo al otro? El dramático impacto de la incursión de las mineras en los glaciares, demostrado en recientes estudios, hace patente un ejemplo de tantos en que la flexibilidad que necesitamos para alentar el desarrollo pasa a convertirse en un todo vale.

Cuando la confianza se ha roto, los esfuerzos para recomponerla son cada vez más demandantes. En un contexto de aumento de los crímenes violentos, nos sobresaltan las señales de luces y sombras que percibimos de Carabineros, la institución que, como ninguna otra, acompaña –y apaña– a los chilenos a lo largo de todo nuestro accidentado territorio. Mientras necesitamos señales positivas para la inversión, tenemos un Banco Central cuya faceta interna vive un clima de facciones y conspiración. Ahora que parecemos avanzar en trámites más expeditos para emprender, un grupo de abogados se organiza para sobornar a las mismas instituciones que fiscalizan los impuestos con que el país financia su desarrollo, rompiendo la Fides Pública, la lealtad con el Estado.

Fides tiene un antecedente griego, Pistis, que quizás nos pueda ayudar a pensar cómo salir de este embrollo. Pistis personificaba la buena fe, la confianza y fiabilidad. En sus otras personificaciones aparece como Elpis (Esperanza), Sophrosyne (Prudencia), y las Cárites, asociadas con la honestidad y armonía interpersonal.

De alguna manera, los griegos nos llaman a rescatar el ideal de excelencia de carácter y solidez mental, que conduce a cualidades como la templanza, la moderación, la prudencia y el autocontrol, además de fortalecer la autoestima nacional.

¿Quiénes pueden –y deben– instar a este orden moral? Ante la falla del Estado y del propio mercado, todas las agrupaciones sociales colectivas, reflexivas y con pensamiento crítico pueden ayudar: universidades, gremios empresariales y asociaciones profesionales, ONGs con historiales de impecabilidad, think tanks, entre otras, llamando al pan, pan y al vino, vino. A lo blanco, blanco y a lo negro, negro. Con decisión, arrojo e integridad. Sin distingos ideológicos y sin refugiarse en el empate. Fortaleciendo así su propia credibilidad e independencia y transformándose en instituciones más legítimas y respetadas. Si los gobiernos de turno apoyan con honestidad, compromiso y sin cálculos electorales facilistas, como parece indicar esa iniciativa de ventanilla única, se puede lograr mucho y a corto plazo.

La señal que brinda la presidenta de la CMF, Solange Berstein, al precisar en la Cámara de Diputadas y Diputados que esta investigación se inició antes de la divulgación del reportaje y, por tanto, que el organismo ha tomado medidas sancionatorias relevantes contra los involucrados, debe ir acompañada de otras más, muy contundentes, pero también rápidas y efectivas. Lo más pronto posible, antes que nos volvamos a adormilar en la espera de una justicia que sigue tardando mucho en llegar para los delitos de cuello y corbata.

Trazar una clara línea divisora entre el buen comportamiento y el inapropiado, privilegiar soluciones prácticas y ejecutivas y darle un rol a la sociedad civil, son algunas maneras de salir jugando de las arenas movedizas de la desconfianza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias