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Decisiones sólidas ante escenarios líquidos III: problema constitucional y soluciones de diseño Opinión

Decisiones sólidas ante escenarios líquidos III: problema constitucional y soluciones de diseño

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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Chile requiere avanzar en soluciones de diseño para abordar los procesos de creciente adaptabilidad en el ejercicio del poder político, así como en el ejercicio de nueva ciudadanía, más proclives al diálogo generativo y transformador que al debate confrontacional estéril.


Nombrar al anterior proceso constitucional fallido de la Convención como el primer proceso y al actual como el segundo proceso constitucional tiene el afán de invisibilizar el primer proceso constitucional abierto por Bachelet el año 2016, que potenció la participación ciudadana con encuentros locales autoconvocados y cabildos provinciales y regionales a lo largo del país y en el exterior. Repasar la historia contemporánea es importante para comprender los tres momentos, procesos y proyectos constitucionales que ha experimentado Chile en los últimos siete años.

El segundo proceso constitucional fue fruto del acuerdo político del 15 de noviembre del 2019 en el contexto del estallido social del 18 de octubre de ese año, para convocar a un plebiscito de entrada y un proceso electoral que eligió a los redactores de una propuesta constitucional, y el plebiscito de salida, cuyo resultado implicó un nuevo acuerdo político, para que el poder constituido, al igual que en la negociación política del 2019, abriera el año 2022 un nuevo proceso constitucional, esta vez con bordes, expertos, menos redactores y mayor homogeneidad.

El diseño de los plebiscitos de salida (voto) invitan a la ciudadanía a elegir o no el proyecto constitucional emanado del órgano mandatado para su redacción, cuya paradoja no resuelta es que casi el 80% de los votantes en el plebiscito de entrada del año 2021 se pronunció por tener una nueva Constitución Política para reemplazar la existente. Entonces, ¿el problema está en la conducta de los votantes o en el diseño de proceso constitucional en estos dos últimos casos?

La evidencia indica que con voto voluntario y obligatorio la ciudadanía ha concurrido a cada evento electoral al cual ha sido convocada para solucionar el problema constitucional. La evidencia también indica que existe una parálisis paradigmática por parte del poder constituido en orden a generar soluciones de diseño al problema constitucional respecto de la participación ciudadana, la composición del órgano redactor y de los plebiscitos de salida.

El diseño de la solución para elegir a los representantes del órgano encargado de redactar una nueva Constitución es parte de la parálisis paradigmática, porque se define al igual que una elección parlamentaria con diferencias procedimentales, pero no sustantivas en cuanto al paradigma electoral parlamentario habilitado para crear el órgano, llámese Convención y luego Consejo. Esa parálisis paradigmática impone el debate y no el diálogo como espacio institucional adecuado para cumplir con la tarea. Puede haber un cuarto o quinto proceso con ese mismo diseño y de igual manera va a fracasar en su misión principal: un texto aprobado por consenso.

El diseño de solución electoral de un órgano de tipo parlamentario es un problema de forma y fondo y hemos visto cómo se ha comprometido en estos procesos la actuación de ambos órganos, porque los “ganadores de ambas elecciones” han impuesto sus proyectos constitucionales y NO han estado disponibles para consensuar una redacción equilibrada que valide una propuesta de nueva Constitución, donde todos sus miembros sin excepción celebrarían el resultado de la propuesta y no únicamente el sector mayoritario que se impone por la cantidad de votos ostentados en el órgano encargado de redactar la Constitución.

Chile requiere avanzar en soluciones de diseño para abordar los procesos de creciente adaptabilidad en el ejercicio del poder político, así como en el ejercicio de nueva ciudadanía, más proclives al diálogo generativo y transformador que al debate confrontacional estéril. El 18 de diciembre de 2023 se debería abrir un nuevo ciclo político ciudadano, donde el poder constituido se abstenga de insistir en “el diseño de una solución”, como “vacaciones constitucionales hasta nuevo aviso”, “hacer una reforma con base en el texto de la Comisión Experta”, “quedarse con la Constitución de 1980”, “convocar a un cuarto proceso constitucional con lógica electoral parlamentaria”, “no hacer nada” o “todas las anteriores”, porque un nuevo fracaso desde esa parálisis paradigmática está asegurado.

La otra complicación de diseño institucional, como componente de los acuerdos políticos del 2019 y 2022, ha sido la forma y propósito de los plebiscitos de salida, porque el mecanismo plebiscitario no convoca a la ciudadanía para elegir una nueva Constitución, sino a estar “A favor” o “En contra” de la propuesta presentada en ese plebiscito. Por tanto, si se rechaza el proyecto constitucional presentado ante la ciudadanía, se incumple el objetivo superior de tener una nueva Constitución, ya que el órgano parlamentarista (primer problema de diseño institucional) cuenta con el vicio de la imposición de la mayoría circunstancial, que dirime la redacción del texto a aprobar ante el resto de los miembros del órgano constitucional y ante el país entero.

Para cumplir con la promesa de contar por fin con una nueva Constitución, hay que salir del paradigma parlamentarista y avanzar hacia la composición de un cuerpo y espíritu constitucional fuera de esa caja, donde se asegure la participación ciudadana como en el año 2016, aunque ahí faltó ingeniería de detalle, arquitectura resiliente (antisísmica) y diseño fino en las instancias decisionales ulteriores para afianzar un diálogo político constitucional (órgano), capaz de conectarse con el diálogo ciudadano constituyente en simultaneidad y progresión, similar a un juego de turno simultáneo (momento y proceso) y a un juego de turno consecutivo (proyecto), donde la teoría de juegos nos advierte que la colaboración constituye una ventaja sostenible.

Chile necesita un diálogo político constitucional de nuevo tipo, basado e inspirado en el diálogo ciudadano, que permita avanzar en construcción de consensos, con apreciación de los legítimos disensos en los momentos deliberativos y decisionales, sobre la base de una inteligencia conversacional constitucional flexible y sólida, cuyo órgano redactor sea parte de ese cuerpo y espíritu constitucional, inspirado por la innovación colaborativa y el diálogo estratégico.

Los que hoy dicen que Chile está cansado de procesos constitucionales y hablan de fatiga constitucional, imitan a quienes decían que pensar en una nueva Constitución era “fumar opio”. A los señores “Hielo” que quieren congelar la necesidad de una nueva Constitución, al igual que los que se las dan de “agentes de viaje” y venden paquetes de vacaciones constitucionales, tan solo recordarles que las actitudes evasivas no hacen desaparecer los actuales conflictos estructurales, valóricos y de intereses de la sociedad chilena, ni mucho menos la crisis de legitimidad institucional sistémica, donde el problema constitucional es una de sus aristas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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