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La Inteligencia artificial acelera el proceso de transformación de la educación Opinión

La Inteligencia artificial acelera el proceso de transformación de la educación

Marcela Rosinelli C.
Por : Marcela Rosinelli C. Académica Departamento de Ingeniería Industrial Universidad de Santiago de Chile
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Esta tecnología, que una vez perteneció al ámbito de la ciencia ficción, ahora está en el corazón de las aulas modernas, preparando a los estudiantes no solo para el contenido académico, sino también para las realidades del mundo moderno y tecnológico.


Así como la pandemia se encargó de acelerar el conocimiento, desarrollo e implementación de la educación virtual, la Inteligencia Artificial está haciendo de las suyas, ya que tiene el pulso acelerado de las instituciones de educación superior que se enfrentan a un cuerpo estudiantil nativo digital, que esperan tener experiencias intuitivas, significativas y donde se obtengan resultados más inmediatos en una comunidad conectada.

En la era de la digitalización y la tecnología avanzada, la Inteligencia Artificial (IA) ha surgido como un recurso de aprendizaje revolucionario y transformador, convirtiendo la educación en un proceso más adaptativo, interactivo y eficiente, pero la contribución más significativa es la capacidad para crear experiencias de aprendizaje personalizadas, lo que se traduce en la posibilidad de concretar educación más inclusiva.

Esta tecnología, que una vez perteneció al ámbito de la ciencia ficción, ahora está en el corazón de las aulas modernas, preparando a los estudiantes no solo para el contenido académico, sino también para las realidades del mundo moderno y tecnológico. Paralelamente, el cuerpo estudiantil ve con buenos ojos la posibilidad de sortear los desafíos de los procesos evaluativos a través de las distintas formas que adopta la IA para lograr los resultados esperados en el cumplimiento de los objetivos que exigen los planes y programas de estudio para asegurar el perfil de egreso de las distintas disciplinas. Sin embargo, es crucial avanzar con una consideración cuidadosa de los desafíos éticos y prácticos para maximizar su potencial en beneficio de los procesos formativos.

De acuerdo a lo anterior y pospandemia, nuevamente la presión recae sobre los educadores, quienes tienen que innovar e intervenir de manera más efectiva y oportuna en los procesos metodológicos y evaluativos, donde deben implementar aprendizajes activos, prácticos y colaborativos a través del desarrollo de proyectos y resolución de problemas reales en contextos prácticos, de tal manera que los estudiantes desarrollen habilidades cruciales como el pensamiento crítico, la colaboración, la creatividad, las habilidades sociales y de comunicación.

Si, además de lo anterior, le agregamos la necesidad de aprender e implementar, la ética digital resulta un desafío en sí mismo extenuante para cualquier educador, por lo tanto, este proceso de transformación de la educación, ya no del futuro sino del presente, debe partir desde la formación inicial preparando a nuestros infantes en todo aquello que la tecnología no es capaz de hacer y fortalecer sus habilidades nativas digitales para potenciar su proceso formativo, a través del desarrollo de núcleos de aprendizaje como la metacognición, gestión de la información, empatía, respeto, pensamiento crítico, trabajo en equipo, interculturalidad, las emociones, entre otros.

Finalmente, tanto negar la existencia y uso de la tecnología como dejar la formación y distracción en manos de un dispositivo electrónico, dos caras de una misma moneda, solo nos lleva a perder el control y el norte de los objetivos que nos debemos trazar para hacer de este mundo lo que las generaciones venideras esperan de nosotros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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