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Dos años de Gobierno (o la parábola del hijo pródigo) Opinión

Dos años de Gobierno (o la parábola del hijo pródigo)

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Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
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No deja de ser sintomático que, a dos años del aterrizaje del Gobierno, su actual gabinete esté conformado mayoritariamente, y en los puestos más importantes, por rostros emblemáticos de partidos de la ex Concertación.


Se cumplieron dos años desde que Gabriel Boric y sus cercanos –amigos, amigues y militantes– se hicieron del timón de la nave del Estado en medio de una tormenta de revuelta social y pandemia, que, viene bien recordarlo, se hacía aún más caótica debido a la falta de carácter, liderazgo y capacidad política demostrada por el entonces Presidente Sebastián Piñera ( véanse la entrega de la Constitución, el retiro del 10% y el desfonde de Carabineros). 

Vendría bien recordar que Boric llegó a última hora del año 2021 con las firmas para inscribir su candidatura presidencial y, de esa manera, logró participar de una primaria que, en el papel, Daniel Jadue parecía tener ganada –por ese tiempo los compinches Jadue y Lavín arrasaban en las encuestas que los proyectaban como posibles presidentes de Chile–. Sin embargo el aterrizaje de Boric, con su discurso de izquierda posmoderna que irrumpía ante los anacronismos bolivarianos de Jadue, motivaron a que muchos independientes, simpatizantes de la ex Concertación e, incluso, uno que otro adherente de la derecha, participaran de esa primaria para dar su voto al joven diputado, en pos de castigar al alcalde de Recoleta. Aquel triunfo de Boric fue apabullante, tanto así que Jadue aún parece no reponerse de ese resultado. 

Luego vino la batalla frente a Kast y esa fue donde Boric se sintió aún más cómodo, pues la pelea se desplegaba en un escenario de buenos y malos, blancos y negros, fachos y antifachos, machistas y feministas. Es en este escenario de la política en registro moral –usando esa denominación de Chantal Mouffe, la madrina ideológica del Frente Amplio– que Boric se paraba, en puntillas, para hacer frente al candidato republicano que amenazaba con lapidar los sueños y consignas instaladas por el estallido social. No cabe duda de que, por esos días, el fuego retorico de las transformaciones culturales atizadas por Boric pudieron más que la típica receta derechista de mano dura, prosperidad económica y fronteras cerradas. 

Es así, en el vertiginoso tránsito de la recolección de firmas para inscribir una candidatura y la llegada a una segunda vuelta presidencial, que se construyó un programa de gobierno: entre asambleas repletas de jóvenes sin experiencia en el arte de gobernar y las oficinas del comité central del Partico Comunista.         

Fue con este mismo vértigo que transcurrieron los primeros momentos del Gobierno en la sala de máquinas de la nave del Estado. Sin ir más lejos, en las primeras dos semanas de gobierno, la entonces ministra del Interior, doctora Izkia Siches, era recibida a balazos por comunidades indígenas en La Araucanía. Luego vino la debacle constitucional, proceso en el que el Gobierno recibió un duro golpe que comprometió su brújula y parte de su línea de flotación, pues una mayoritaria parte del país rechazó las opciones valóricas y culturales que sostenían su propio programa. Al año siguiente, el Gobierno se vio casado con tener que reimpulsar otro proceso constitucional y, lo que es peor, tener que apoyar, de manera tácita, la opción que se negaba a cambiar la Constitución de Pinochet.

Entre procesos constitucionales y cambios de retóricas –producto de los resultados en plebiscitos constitucionales– aparecieron fundaciones que recibían plata y no ejecutaban proyectos, desaparecían computadores desde ministerios –robados vía telefónica y transportados en Uber– y hasta se autoexiliaba en Europa el denominado cabecilla intelectual del gobierno: Giorgio Jackson. También entremedio comenzaron a conocerse crímenes salvajes nunca antes vistos en nuestro territorio, de bandas transnacionales de crimen organizado que operan a cuadras de la casa del mismísimo Presidente y de reformas estructurales que duermen y duermen en el Parlamento.  

No deja de ser sintomático que, a dos años del aterrizaje del Gobierno, su actual gabinete esté conformado mayoritariamente, y en los puestos más importantes, por rostros emblemáticos de partidos de la ex Concertación. Es lo que se podría denominar como la parábola del hijo prodigo, donde un joven apasionado, encendido de verborrea petulante, sale a la vida real , fuera de la casa de sus padres a buscar conquistar el destino, para luego enrostrárselo a sus grises y cobardes progenitores. Luego, ese joven, derrotado por la cruda inclemencia del desierto de la realidad, vuelve aterrado y sediento en busca del regazo de su hogar. Entonces, el joven es recibido por sus viejos con los brazos abiertos, al tiempo que estos espetan un susurro entre dientes que parece decir “me gustas así, es como quería verte”.               

 

                      

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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