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Y otra vez llegamos tarde: ¿militares a la calle?

Y otra vez llegamos tarde: ¿militares a la calle?

Jorge Gatica Bórquez
Por : Jorge Gatica Bórquez Investigador y Docente de ANEPE
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¿Es la solución emplear a las Fuerzas Armadas para este propósito?


En primera línea del debate político nacional ha estado la posibilidad de desplegar a las Fuerzas Armadas (FF.AA.) para combatir el problema que causa mayor preocupación en nuestra sociedad en estos días: la seguridad pública. Qué duda cabe de que este es un derecho humano, tal como lo consagra nuestra propia Constitución en su artículo 19, numeral 7°. Tampoco hay duda de que el crimen organizado es una de las mayores preocupaciones del ciudadano común; a lo menos, es la de mayor sensibilidad en la percepción social.

Es conveniente recordar que la Declaración sobre Seguridad en las Américas, firmada en Ciudad de México en el año 2003, estableció en su diagnóstico que la seguridad regional se ve afectada por desafíos de naturaleza diversa, tales como “el terrorismo, la delincuencia organizada transnacional, el problema mundial de las drogas, la corrupción, el lavado de activos, el tráfico ilícito de armas y las conexiones entre ellos”. Tanto es así que, explícitamente, se condenó “la delincuencia organizada transnacional, porque atenta contra las instituciones de los Estados y tiene efectos nocivos sobre nuestras sociedades” (párrafo II, literal m). Y se asumió “el compromiso de combatirla fortaleciendo el marco jurídico interno, el Estado de derecho y la cooperación multilateral…” (Compromiso 25). 

Cabe la pregunta entonces: ¿qué ha pasado en los últimos 20 años? Una respuesta plausible sería que se minimizó la amenaza, asumiendo que Chile ha sido un Estado institucionalmente estable, con bajos índices de corrupción y criminalidad. Pero no es el momento de buscar culpables, seguramente todos tenemos una cuota de responsabilidad. Ahora debemos buscar soluciones y, al respecto, dos reflexiones:

  • Falta de Anticipación Estratégica: Hace tres años, me referí en este mismo medio a la incapacidad de Chile para posicionarse virtualmente en el futuro y recordaba a Maquiavelo que nos dijo que “…los Romanos hacían en estos casos lo que todo príncipe sabio debe hacer: no preocuparse solo de los desórdenes del presente, sino también de los del futuro, y evitarlos por todos los medios; porque cuando los males se prevén es fácil ponerles remedio, pero si se espera hasta que están cerca, la medicina ya no surte efecto, porque la enfermedad se ha vuelto incurable” (Vea columna aquí) . El año pasado, a propósito de la situación del virus sincicial, volví a insistir sobre el punto (ver aquí). Hoy se ve una luz de esperanza, en un trabajo serio que se desarrolla entre el Ejecutivo y el Legislativo con la colaboración de expertos externos, consistente en una propuesta para modernizar y robustecer el Sistema de Inteligencia del Estado. Aunque falta aún, ya que se necesita capacidad de hacer Estudios de Futuro (la Inteligencia Estratégica es solo una parte), sin duda es un gran avance.
  • ¿Es la solución emplear a las Fuerzas Armadas para este propósito? Ciertamente las FF.AA. son uno de los instrumentos de poder del Estado y no pueden permanecer inmóviles, mientras persisten graves problemas de seguridad. Claras demostraciones de esto han sido las operaciones en la macrozona norte bajo el Decreto 265 y en la macrozona sur bajo sucesivos EEC. Por supuesto, es fundamental hacerlas operar bajo una clara normativa jurídica, debidamente entrenadas y convenientemente equipadas, entre otros supuestos básicos. Pero, por otra parte, ¿qué certeza tenemos sobre si sus capacidades convencionales tradicionales (que sin duda podrían verse afectadas) no van a ser requeridas en los próximos años? Es una realidad y podemos afirmar que hoy Chile vive en un estado de paz y normalidad, en cuanto a su seguridad exterior; pero eso en parte es porque se ha logrado una capacidad disuasiva que le otorga fuerza y respalda el imperio del derecho internacional. Sin embargo, la historia es cíclica y, precisamente para evitar situaciones indeseadas como las vividas en el pasado, no podemos permitirnos perder una capacidad disuasiva mínima que nos otorga una necesaria estatura estratégica. 

El llamado en esta columna, entonces, no es a no emplear las FF.AA. en tareas de seguridad interior; de hecho, ya se está haciendo. Pero es imperativo hacer una seria y completa evaluación acerca de la naturaleza del fenómeno en su globalidad, cuál será el rol y el propósito que se persigue con la fuerza militar, cómo se implementaría esta medida, con cuántos medios y por cuánto tiempo; además, muy importante, los costes de oportunidad. ¿Qué y cuánto dejan de hacer las Fuerzas Armadas por asumir una nueva tarea? Una capacidad disuasiva convencional no se improvisa; por el contrario, es difícil lograrla y mantenerla. 

En consecuencia, la dosis del remedio a administrar debe ser cuidadosamente estudiada. Podría ocurrirnos que, si no logramos desarrollar una prolija Anticipación Estratégica y tampoco mantener un instrumento militar suficientemente disuasivo, en unos años más debamos enfrentar otra amenaza, que ponga en riesgo la soberanía, los intereses nacionales y la integridad territorial.       

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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