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Acerca de la anticipación estratégica y la crisis del virus sincicial Opinión

Acerca de la anticipación estratégica y la crisis del virus sincicial

Jorge Gatica Bórquez
Por : Jorge Gatica Bórquez Investigador y Docente de ANEPE
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Los Estudios de Futuro se pueden desarrollar para plazos largos, medianos y cortos, siempre con el fin de proporcionar la Anticipación Estratégica para colaborar en la toma de decisiones. Por cierto, este último aspecto es esencial, ya que, si esto no ocurriera, no pasaría de ser un mero ejercicio académico probablemente irrelevante. 


El francés Michel Godet, uno de los científicos referentes de la prospectiva (entendida esta como una de las subcategorías de los Estudios de Futuro), decía que el hombre tiene varias opciones para enfrentar el porvenir: la primera es la pasividad, simplemente aceptar lo que venga y sufrir las consecuencias; la segunda es la reactividad, actuar con urgencia para intentar solucionar los problemas cuando estos llegan; la tercera es la preactividad, que implica prever lo que podría ocurrir y prepararse para ello; y la cuarta es la proactividad, que significa provocar los cambios para alcanzar un estado deseado.

Evidentemente estas opciones antes descritas consumen distintos niveles de energía, pero también entregan resultados directamente proporcionales. Una actitud pasiva considera un menor esfuerzo inicial, pero consecuencias más graves y quizás catastróficas; en el otro extremo, una posición proactiva requiere un gran trabajo previo, pero reditúa en una mejor posición para enfrentar los problemas. 

Asimismo, adoptar cada una de esas opciones conlleva una escala distinta en cuanto al desarrollo y uso de la Anticipación Estratégica, que es la capacidad para situarse virtualmente en el futuro, con el fin de prepararse para enfrentar los problemas y aprovechar las oportunidades. Este posicionamiento tácito en el porvenir, es el producto que se obtiene de los Estudios de Futuro, disciplina que se materializa a través de la prospectiva, la predictiva y la inteligencia estratégica. Cada una de estas diversas formas de estudiar el futuro, posee características singulares pero también similitudes con las otras, que no son del caso analizar en esta breve columna.

En términos muy gruesos, los Estudios de Futuro se basan en dos tipos de señales: las fuertes y las débiles. Las primeras son aquellas potentes, claras y previsibles; las segundas son sorpresivas, solapadas y difusas. En teoría, las señales fuertes permitirían evidenciar anomalías con tiempo y, con ello, minimizar sus efectos; por el contrario, los fenómenos que arrojan señales débiles, son aquellos disruptivos y, en consecuencia, potencialmente generadores de crisis. 

El horizonte temporal también es una variable a considerar, que incidirá en el modelo analítico que se diseñe y las metodologías que se utilicen. Los Estudios de Futuro se pueden desarrollar para plazos largos, medianos y cortos, siempre con el fin de proporcionar la Anticipación Estratégica para colaborar en la toma de decisiones. Por cierto, este último aspecto es esencial, ya que, si esto no ocurriera, no pasaría de ser un mero ejercicio académico probablemente irrelevante. 

Por otra parte, erróneamente, se asocia la noción “estratégico” con tiempos extensos y empleo de grandes recursos; esto es cierto, pero incompleto. En efecto, lo estratégico comporta esos atributos; sin embargo, por sobre todo, se caracteriza por la dificultad (o incluso la imposibilidad) de revertir los impactos de lo ocurrido. La muerte de niños por incapacidad para proporcionarles la atención médica especializada es una anomalía de dimensión estratégica.   

En consecuencia, la grave situación por la que Chile está atravesando en cuanto a salud pública, detonada por el virus sincicial, es una clara demostración de que nuestro país no tiene cultura de Anticipación Estratégica; de hecho, excepto escasas iniciativas sectoriales y aisladas, en Chile no se piensa estratégicamente. Esto lleva también a reflexionar sobre lo que Michele Wucker llamó los “rinocerontes grises”: fenómenos de alta probabilidad de ocurrencia e impacto que, sin embargo, son ignorados hasta que se manifiestan y provocan graves daños.  

Durante el año pasado, por una iniciativa de la Comisión Desafíos del Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación del Senado de la República, se convocó a un grupo de expertos que propuso una institucionalidad para el Estado, destinada a suplir esta carencia y proveer de Anticipación Estratégica para apoyar los procesos de toma de decisiones. Solo queda, como un mínimo consuelo ante esta tragedia que hemos vivido, que esta sirva como un impulso para incorporar los Estudios de Futuro y la Anticipación Estratégica en el vocabulario y la caja de herramientas de todos los niveles y áreas decisionales en nuestro país. Una gestión eficiente tiene, como requisito previo, una adecuada capacidad de anticipación.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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